Después de las elecciones,
un primer balance
MICHEL WARSCHAWSKI
Diez días antes del escrutinio, los sondeos y los periodistas
enterraban a Benjamin Netanyahu y consagraban ya al jefe de los
laboristas, Yitzhak Herzog, como nuevo primer ministro. El propio
Netanyahu parecía triste y se negaba a hablar en público. Pero en esos
momentos “el mago” se recuperó y decidió hacer todo lo posible para no
dejar el país en manos de “los izquierdistas y de los árabes”.
La estrategia del miedo
Netanyahu sacaba entonces de su bolsillo la que ha sido siempre su
arma favorita: manipular el miedo. Miedo a los árabes, miedo a Irán y
la amenaza nuclear, miedo a los romanos, a los cruzados y a los nazis,
miedo al mundo entero y a su eterno antisemitismo. “O yo o la shoah”
dice en sustancia el jefe del Likud para galvanizar a sus tropas. Y en
Israel el miedo paga. Juega el todo por el todo, y el día del
escrutinio no teme llamar a la gente a ir a votar por el Likud pues,
dice, “sabe de fuente segura que los árabes se movilizan en masa para
hacer ganar a la izquierda que está dispuesta a renunciar a Jerusalén”.
Los últimos días de la campaña, Netanyahu no ha dudado en sacrificar a
sus aliados más cercanos llamando a quienes apoyaban a los partidos La
Casa Judía e Israel es nuestra Casa a votar por él pues solo el Likud
podía impedir a la izquierda y a los árabes destruir Israel.
Robándoles sus electores para que votaran contrariamente a todas las
predicciones, prometió que sabría ser generoso con ellos si se
convertía en el próximo primer ministro.
La estrategia del miedo ha triunfado incluso más allá de lo que
esperaba el jefe del Likud, que pasa de 18 electos a 30 y el conjunto
de la derecha que obtiene la mayoría absoluta: 67 electos de los 120
con que cuenta el Parlamento israelí. A los laboristas no les ha ido
demasiado mal y, con la izquierda sionista del Meretz, obtienen 29
diputados. La mayoría absoluta obtenida por la derecha nos hace evitar
lo peor: un gobierno de unión nacional. Un poco a su pesar, los
laboristas estarán en la oposición… por un cierto tiempo en cualquier caso.
A la cabeza de un gobierno 100% a la derecha, Netanyahu va a poder
proseguir y acentuar su política de colonización, su negativa a
negociar (“Un gobierno del Likud no devolverá un centímetro de
territorio” anunció dos días antes de las votaciones), así como la
aprobación de nuevas leyes liberticidas. Veinticuatro horas después de
la aplastante victoria de la derecha, un antiguo y futuro ministro del
Likud anunciaba que por fin el gobierno iba a poder arreglar cuentas
con el Tribunal Supremo (demasiado liberal), los medios
(izquierdistas, evidentemente) y… los “infiltrados”, es decir los
trabajadores inmigrantes y los refugiados de Eritrea y Sudán.
El aislamiento internacional
Dos factores van a borrar rápidamente la sonrisa que desde hace
algunos días parece impresa en la cara de Netanyahu. El primero es de
orden doméstico: en el seno del gobierno se confrontan dos programas
socioeconómicos opuestos: el neoliberalismo extremo de Netanyahu y de
una parte de los electos del Likud frente a las promesas sociales de
Moshe Kahlon, que a lo largo de toda la campaña, ha prometido abordar
en serio los problemas sociales -en particular lo ligados a la
vivienda- que se agravan con la crisis económica que se perfila.
El segundo problema es de orden más estratégico y afecta al
aislamiento creciente del Estado judío en la escena internacional. Las
cancillerías europeas y la Casa Blanca habían apostado por la caída de
Netanyahu, cuya intransigencia política dificultaba sus objetivos en
la región. Justo antes de las elecciones, este último no había dudado
en atacar a Barak Obama y su política iraní incluso ante el Congreso
norteamericano, y durante la campaña electoral había llegado a
anunciar solemnemente su retirada del compromiso, sostenido hace
algunos años por la administración estadounidense, de trabajar por la
“solución de dos estados” (el discurso de Bar Ilan).
No hay duda alguna de que con un gobierno enteramente orientado a la
derecha, el foso con la comunidad internacional va a profundizarse: la
Casa Blanca acaba por otra parte de anunciar que con la victoria de la
derecha y la declaración según la cual el discurso de Bar Ilan se ha
vuelto caduco, va a reevaluar su política no solo sobre el citado
proceso de paz, sino también sobre el escudo diplomático del que goza
el Estado de Israel, que incluye la utilización sistemática del veto
en el Consejo de Seguridad de la ONU. El futuro nos dirá si estas
declaraciones son seguidas de efectos.
Concluyamos con una nota optimista. La Lista [árabe] Unificada ha
logrado un muy buen resultado y estará representada en la Knesset con
13 diputados. Si se mantiene la unidad, y es lo que espera la
población palestina de Israel, esta fuerza parlamentaria podría poner
en marcha una movilización popular tanto más indispensable en la
medida que los ataques contra los derechos de la minoría árabe no se
harán esperar. Aiman Odeh, que presidirá el grupo en el Parlamento, ha
anunciado una gran movilización por los derechos y la democracia con
ocasión del cincuenta aniversario del discurso de Martin Luther King
contra la segregación y por la igualdad. Una vez más, cuando la
población judía parece unida detrás de la derecha, serán los
palestinos de Israel quienes les harán el papel de aguafiestas.
26/03/2015
Publicado en la revista italiana Jura Gentium
http://www.npa2009.org/
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
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