Oswaldo Guayasamín
Oswaldo Guayasamín nace el 6 de Julio de 1919, en Quito, Ecuador.
Fue el mayor de 10 hermanos, hijos de una familia humilde.
Su padre, de descendencia indígena, se llamó José Miguel Guayasamín y trabajó primero como tractorista y luego como chofer de taxi. Su madre, Dolores Calero, era de descendencia mestiza y se dedicó siempre al hogar y sus hijos.
Su madre muere a los 46 años en una vida de privaciones y pobreza que dejan una profunda huella en un niño de tanta sensibilidad. A sus siete años Oswaldo ya imprime su vocación artística y pinta sus primeras obras, desvelándose por encontrar un lenguaje propio, utilizando leche que le cedía su madre, alimento de su hermano recién nacido, para disolver las pastillas de acuarela.
Sin embargo su vida académica fue más complicada. Fue expulsado de seis colegios por “falta de talento” y mientras su padre lo forzaba para que fuese un chico normal, como sus hermanos, que estudian para una profesión, Guayasamín estudia el rostro -en serio y en broma- de sus maestros que lo sacaban de clases por la ofensa de caricaturizarlos, uno de ellos llegó a decirle «hazte zapatero… porque no sirves para nada». Excepto para pintar.
Con desilusión de su padre, que pierde un doctor en algo, entra en 1933 a la Escuela de Bellas Artes y allí también choca con los moldes y las tradiciones; pronto es el alumno más destacado y al mismo tiempo el mejor maestro. Sus cuadros impactan a todos cuantos los ven.
Su primer encuentro con la crueldad de la vida, el azote de la violencia y la injusticia de los asesinatos, que le llena de ira y rebeldía el corazón, se plasma en el cuadro que titula “Los Niños Muertos” que recoge la brutal escena de un grupo de cadáveres amontonados en una calle de Quito, entre los que consta un chico de su barrio, su mejor amigo, de apellido Manjarrés, asesinado por una bala perdida.
Desde entonces asume una posición frente a las crueldades e injusticias de una sociedad que discrimina a los pobres, a los indios, a los negros, a los débiles.
Su nombre y ascendencia indígena, la pobreza de su infancia, el asesinato de su amigo, la crisis agobiante del año 30, la Revolución Mexicana, la Guerra Civil española, y todo lo que va sucediendo en el mundo le hacen ver y sentir una realidad que se agudiza con el paso del tiempo y frente a la cuál asume una actitud ideológica que se refleja en su concepción plástica y su actitud política.
En 1940 se gradúa de pintor y escultor en la Escuela de Bellas Artes y en 1942 gana sus dos primeros premios en el Salón Mariano Aguilera. A esta exposición asiste Nelson Rockefeller, en ese entonces encargado de Asuntos Interamericanos del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Queda impresionado por el trabajo de Guayasamín, le compra 5 cuadros y poco después gestiona una invitación para que el pintor visite y trabaje en Estados Unidos por 7 meses, que Guayasamín aprovecha para visitar todo los museos posibles en el país anglosajón y conocer el trabajo de artistas de nivel mundial como El Greco, Goya, Velásquez, Picasso, Renault, Orozco, etc.
Con el dinero ahorrado en su tiempo en Estados Unidos, Oswaldo viaja a México con el objetivo de conocer al muralista José Clemente Orozco, a quien admiraba profundamente. Durante su visita conoce también a Diego Rivera y de ambos aprende la técnica de pintar al fresco. En ese viaje también conoce y entabla amistad con el poeta chileno Pablo Neruda.
En 1945 emprende un viaje desde México hasta la Patagonia, viajando de pueblo a pueblo y de ciudad a ciudad, haciendo apuntes y dibujos de la que será su primera serie de 103 cuadros, denominada “HUACAYÑAN”, que en quechua (una de las lenguas aborígenes de Ecuador), significa “Camino del Llanto”. Esta serie relata la misera y sufrimiento que Guayasamín conoció en los pueblos aborígenes de toda América Latina durante este viaje.
En 1956, su cuadro “El Ataúd Blanco” gana el Gran Premio de Pintura de la III Bienal Hispano-Americana de Arte. En 1957 gana también el Primer Premio de la Bienal de Sao Paulo, y a estos le unirían otros premios de reconocimiento internacional.
A lo largo de su vida viaja a varios sitios en el mundo como China, India, URSS, Egipto, Grecia, y toda Europa, pero especialmente a Cuba, donde germina una gran amistad con Fidel Castro, al que pintó varios retratos.
Aunque nunca se afilia a partido político alguno, siempre milita en las causas de la solidaridad con los pueblos oprimidos, en la lucha por la integración latinoamericana, contra las dictaduras, contra los abusos y agresiones de los países poderosos e imperialistas; por la Paz.
En 1961 empieza su segunda serie, La Edad de la Ira, en la cual quería retratar los grandes lugares y hechos que se convirtieron en mataderos de la humanidad durante nuestro siglo, como fueron los campos de concentración nazis, la guerra civil española, las dictaduras en América Latina, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, las invasiones a Playa Girón en Cuba, entre otros. Esta serie, decía, quedará inevitablemente inconclusa, puesto que es parte de un proceso histórico todavía en marcha.
En 1976 crea con sus hijos la Fundación Guayasamín, y a través de ella dona al Ecuador todo su patrimonio artístico, con los que organiza un museo de tres colecciones: Arte Precolombino (más de 3000 piezas), Arte Colonial (más de 800 piezas) y Arte Contemporáneo (con más de 250 obras). En este último se exhiben los cuadros pertenecientes a la Edad de la Ira, la cual fue donada en su totalidad para evitar que se dividiera, como pasó con Huacayñán.
A partir de los años ’80 empieza una nueva serie: Mientras Vivas Siempre te Recuerdo, también conocida como la Edad de la Ternura o simplemente La Ternura, la cual significa un giro esencial en los trabajos de Guayasamín. Es una declaración de amor a su madre, quien lo apoyó desde el principio a ser pintor, un “homenaje a la mujer de a tierra, una defensa de la vida, la defensa de los Derechos Humanos”.
Realizó exposiciones monumentales -más de 100 obras- en los museos más importantes de Francia, España, Italia, la ex-URSS, Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria, México, Cuba, Colombia, Venezuela, Perú, Chile, Argentina, etc. Pintó a grandes personajes contemporáneos, escritores, artistas, políticos, estadistas. Entre ellos se destacan Juan Ramón Jiménez, Pablo Neruda, Juan Rulfo, Gabriela Mistral, Benjamín Carrión, Gabriel García Márquez, Ernesto Cardenal, Danielle y Francoise Mitterrand, el Rey Juan Carlos de España, la Princesa Carolina de Mónaco y suficientes otros como para llenar un libro. Este libro, en efecto, existe.
Los críticos y coleccionistas, los personajes mundiales consideran que la fecunda y personalísima obra de Guayasamín -cuya identidad es universalmente inconfundible- trascenderá porque en ella está reflejada, con ira, con ternura, la imagen de «EL TIEMPO QUE ME HA TOCADO VIVIR», como dice el propio Guayasamín en un libro editado por el Instituto de Cooperación Iberoamericano de España.
A partir de 1996 inicia en Quito su obra más importante, el espacio arquitectónico denominado “La Capilla del Hombre”, como un homenaje al ser humano, especialmente al pueblo latinoamericano con su sufrimiento, lucha y logros, desde el mundo precolombino, la conquista, la colonia y el mestizaje.
Oswaldo Guayasamín fallece el 10 de marzo de 1999, aún sin ver finalizada La Capilla del Hombre, cuya primera fase se inauguró en el 2002. Este proyecto fue declarado por la UNESCO como “prioritario para la Cultura” y se ejecuta con aportes de entidades de Ecuador, Chile, Bolivia, etc., aportes que realizó el propio Guayasamín, y de la solidaridad de artistas -cantantes y pintores- de Hispanoamérica con la donación de obras y la realización de festivales musicales.
Sus cenizas descansan bajo el denominado “Árbol de la Vida”, un árbol de pino plantado por el mismo Guayasamín en la casa en que viviría sus últimos 20 años, dentro de una vasija de barro.