La necesaria poesía
entrevista con Antonio Colinas
Raúl Olvera Mijares
Foto: lainformacion.com |
Poeta, novelista, ensayista y traductor del italiano y del catalán, Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) es uno de los pilares que mantienen en pie la tradición clásica de la poesía en lengua castellana. Su Obra poética completa (FCE-Conaculta-Siruela, 2011) acaba de aparecer en México. La raíz telúrica de su poesía, las fuertes reminiscencias de la tierra leonesa, la romanización temprana del noroeste español, la filiación mediterránea en general, son temas que se han señalado como centrales en su obra.
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–¿De qué manera estos temas se esclarecen y alcanzan una síntesis armónica?
–Creo que mi obra nace de un gran afán de libertad creativa, de la ausencia de sectarismo. Aparte de que he valorado mucho el sentido órfico, el ritmo, que me parece la condición primera del verso. De ahí el que uno de los grandes temas de mi poesía sea ese diálogo fecundo de mis raíces leonesas con el mundo o espíritu mediterráneo. Los cuatro años que viví en Italia y los veintiuno en la isla de Ibiza fecundaron y acrecentaron ese diálogo. Luego está la presencia de lo telúrico, de la naturaleza, que no hay que entender nunca como expresión de lo rural, lo costumbrista o lo meramente paisajístico, sino como esa especie de fuente de la que todo brota; un tema que ya está presente –siempre que se universaliza– en la tradición literaria desde los orígenes, desde la poesía china e hindú, desde Hesíodo y Virgilio en Europa, desde los cantos nahuas en América y, de manera central, en el Renacimiento italiano y en el Romanticismo centroeuropeo. También en muchos de los poetas americanos.
–En su poema “Madrugada en Teotihuacan”, ¿cómo pone en relación Venecia, Toledo, Granada y el México prehispánico?
–En esos cuatro lugares el ser humano se ha formulado en el fondo las mismas preguntas; preguntas para las cuales el poeta ha buscado respuestas en sus poemas. Esas preguntas y respuestas atañen a temas esenciales: el amor, la naturaleza, el tiempo, lo sagrado, el mal, la injusticia, la muerte, el más allá. Esos lugares están traspasados de universalidad porque el ser humano no habita una aldea sino un planeta. En el fondo, la naturaleza es la que siempre impone sus ritmos e influencias en cada lugar. Es esa fuente de que hablaba. Así lo vieron los románticos centroeuropeos: como un ambicioso diálogo con el misterio, con lo que el ser humano desconoce, que todavía es bastante. “El alma del poeta/ se orienta hacia el misterio”, nos dijo Antonio Machado y Einstein contemplaba este misterio como “el fin del verdadero arte y de la verdadera ciencia”.
–¿Desde cuándo data su relación con México, cómo se ha ido desarrollando a través de los años?
–En primer lugar, porque a mí me han interesado mucho las culturas de los orígenes. Luego, en mi generación nos hemos formado con los libros editados en América en los años cincuenta y sesenta, y particularmente con los publicados por algunas editoriales mexicanas. Más tarde, por mi interés específico por los autores de su país, que son muchos y valiosos. No quiero olvidar injustamente a nadie, pero recuerdo la influencia fecunda de ciertos autores, ya desde Sor Juana, aquella gongorina prodigiosa, hasta Efraín Huerta, Sabines, Paz o Pacheco. Y, por último, gracias al contacto directo con México. He visitado su país en seis ocasiones y ello me ha permitido reencontrarme no sólo con mis lectores y amigos de ahí, sino con la cultura prehispánica y con lo que yo llamaría “la otra España”; es decir, con aquello que ustedes poseen y con lo que sintonizamos: la huella colonial, la arquitectura, la lengua, las obras de los exiliados.
–¿Alguna vez intentó apropiarse del alemán como idioma?, ¿qué memorias le trae la evocación de aquellas tierras y, sobre todo, aquella cultura?
–A veces ponemos a Alemania cerca de las lacras y del belicismo del siglo XX, pero nos olvidamos que Alemania es también el lugar de una cultura muy especial, que posee en su literatura, en su música, en su filosofía, momentos universalmente cimeros. Si tuviera que citar a un solo ser que resumiera de manera ideal a la humanidad, recordaría a j.s. Bach. Lo que yo llamo la “matemática celeste” de su música, su perfección y fecundidad, su humanismo, son únicos. También Hölderlin, Rilke, Trakl, Celan, son paradigmas de poetas que escribieron en alemán. Como en mi contacto con México, también me han influido los viajes que he hecho a Alemania, a algunas universidades donde se ha seguido de manera especial mi poesía.
–¿Cómo es ese particular modo del poeta de estar-en-el-mundo y si la poesía tiene alguna posibilidad de transformar –para bien– la forma de vida del hombre actual?
–El poeta no “fotografía” la realidad, sino que la debe metamorfosear con su palabra. Creo que la poesía es un medio ideal para transformar la realidad, pero no hay que olvidar que la poesía acaso tiene los lectores que debe tener, que exige una cierta iniciación. Pero es inconcebible, frente a lo que piensan los escépticos, un mundo sin poesía. El día en que esto sucediera querría decir que el ser humano es otra cosa que humano. ¿Cómo renunciar al sentir y al pensar, que confluyen en el poema de una manera ideal? Por eso, hay quien dice que allá donde no alcanzan otras formas del conocimiento, siempre aparece y es necesaria la poesía. Cuando ya no sirven los otros lenguajes aparece la poesía. Hay un momento en el que las palabras comunes ya no sirven, y ahí es donde aparece la poesía, que debe ser y es, la palabra nueva.
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