¿Está ese animal mirándome?
Posted in: Desdudecez
Published: June 29, 2013
Cuando Sir Paul McCartney descubrió que el Dalai Lama no era vegetariano le escribió para hacerle notar que si comía animales algún sufrimiento causaba a lo largo del camino contradiciendo los principios budistas de no causar daño a ningún ser sensorial. El Dalai Lama le respondió que sus le dijeron que él necesitaba comer por razones de salud… El llamado espiritual a la compasión por todos los seres vivos tiene su límite… ¿Cierto? Aquí uno no podría dejar preguntar… ¿Y qué ha pasado, entonces, con la famosa superación ególatra?
Los derechos del animal comúnmente se ven como un de segunda o tercera importancia o, simplemente, como un lujo de activistas burgueses a pesar de que nunca antes en la historia humana tantos animales habían sido sometidos a tan horribles consecuencias, a tantos abusos continuos y tantas condiciones de vida torturantes. Lo remarcable es que, incluso, bajo estas condiciones de dominación tan absoluta, todavía es posible notar formas de resistencia singulares, aunque sin éxito, que los animales llevan a cabo. El que huye del matadero y termina baleado en la calle, el elefante que escapa de la prisión del o el chimpancé que ataca al en el laboratorio. Este terrible del animal sufriente podemos, a veces, captarlo fugazmente a la hora de o en los videos clandestinos de los mataderos.
¿Qué justifica el derecho del ser humano a dominar a todas las demás especies que habitan el planeta? La respuesta es bastante conocida. Los seres humanos creemos tener el derecho a dominar a los animales porque estamos convencidos de que poseemos un tipo especial de subjetividad… ¿No será tiempo de criticar la sabiduría común que da por hecho que todos los seres vivos están aquí para nuestro uso? ¿De cuestionar esta especie de guerra que se lleva a cabo en contra de la vida animal y efectuar algún cambio en nuestra relación con ellos? ¿No habrá llegado el momento de dejar de ser humanos?
La corporalidad, vulnerabilidad y finitud común que tenemos con el animal nos hace compañeros de viaje en la aventura de la vida y es el punto de partida desde el que es posible articular una respuesta ética animal diferente. Tradicionalmente nuestra capacidad racional y simbólica, nuestra habilidad para entrar en contratos o nuestra conciencia de la muerte han trazado una línea divisoria insalvable entre el homo sapiens y el resto de la naturaleza. Cuando el filósofo inglés J. Bentham, en una nota al pie de , afirmó que la cuestión no es… ¿pueden ellos razonar o pueden ellos hablar?, sino… ¿pueden ellos sufrir? cambió completamente el foco al mostrar que la capacidad para el sufrimiento no es solo otra característica como la capacidad para el lenguaje, sino el prerrequisito para tener interés del todo, la condición que debemos satisfacer antes que podamos hablar de interés en cualquier sentido significativo y es esta capacidad la que, lejos de separarnos de los animales, nos une a ellos.
Las consecuencias del gesto humanista son particularmente visibles en la variedad de fantasías sociales que crean y sostienen un “nosotros” en cuyo nombre se concibe la animalidad y la violencia en contra de ella. Es la tesis de un límite entendido como absoluto entre el animal y el ser humano y es esta tesis la que permite la libertad de experimentar y consumirlos industrialmente sin moral y calificar de reacción infantil o femenina cualquier brote emocional o interés ético que se pudiera tener por formas de vida carentes de razón y lenguaje. Es esta tesis la que hoy día empieza a despertar un creciente sentido de culpa por la tortuosa historia en la que nos ha comprometido y las nociones que se han erigido sobre ella. El sufrimiento que ha causado hoy día pareciera abrumarnos con sentimientos de piedad y compasión por el mundo biológico. “No animal ha sido herido en la producción de esta película” es una prescripción ética en la industria cinematográfica inglesa que trasluce la ansiedad europea que el daño al animal produce.
Uno puede decir si… ciertamente el animal sufre y merece nuestra piedad. Debemos abandonar el humanismo. Pero, ¿dónde comienza el pos humanismo? Los defensores de los derechos del animal creen que han empezado a efectuar un desplazamiento radical del antropocentrismo. En su lugar, sin embargo, han empezado a producir versiones, con ligeras diferencias, del mismo antropocentrismo revelando que no es tan fácil desprenderse de él. Las fuentes de estas dificultades las encontramos en las limitaciones antropocéntricas tácitas funcionando en las instituciones políticas y legales que hacen que el discurso de los derechos del animal termine reproduciendo estas mismas limitaciones. El modelo filosófico dominante, por ejemplo, que ellos tratan de desarrollar, intenta demostrar que los animales, en medida significativa, son iguales que los seres humanos en tanto son sujetos con preferencias personales, deseos, afectos y expresiones que los coloca bajo consideraciones morales. La confianza total en las descripciones científicas del animal, que frecuentemente encontramos en los discursos sobre los derechos del animal, les sirve de base para establecer afirmaciones éticas sobre ellos. Por ejemplo, evidencia de que ciertas especies poseen mentalidad para afirmar la existencia de subjetividad y sentido moral (o a la inversa, para negarles cualquier consideración moral o legal). El problema es que la filosofía moral funciona dentro de un modelo centrado exclusivamente en el sujeto humano y para ubicarse dentro de él uno tiene que hablar su lenguaje y ceder a sus demandas. Y, paradójicamente, resulta que es justamente este modelo el que ha sido usado para negarle al animal cualquier derecho por siglos.
Más allá de la intención de Derrida la cuestión del animal contiene significados adicionales. Nuestros discursos, ya sean científicos o filosóficos, son inadecuados para describir la rica multiplicidad de las formas de vida y perspectivas que se encuentran en los seres que llamamos animales y su origen antropocéntrico les impide lograr por sí mismos la revolución en pensamiento y lenguaje necesaria para confrontar las dificultades que rodean la vida animal. Casi todos los movimientos liberadores y revolucionarios de los últimos tiempos (y el movimiento que busca desplazar el antropocentrismo es uno de ellos) corren el riesgo de revertir la jerarquía de las distinciones binarias. Cuando un grupo de seres como los animales ha sido consistentemente devaluado a través del tiempo una de las pocas formas de desafiar los prejuicios conceptuales e institucionales es otorgarle al grupo devaluado un valor más alto del que poseen aquellos con los que se comparan negativamente. Sin embargo, con todo el mérito que esto pueda tener, no es suficiente para alcanzar una perspectiva genuinamente pos antropocéntrica.
Un genuino pensamiento pos humanista solo puede ser desarrollado descentrando el ser humano y pensando desde una nueva humildad y generosidad hacia el animal no humano. Y mientras el animal no entre en nuestra consideración difícilmente podremos lograr ese nuevo proyecto. | nymf, ottawa, on nievesmiro@sympatico.ca
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