Hugo Gutiérrez Vega
Cristeros |
Los cristeros revisitados
Hace unos meses, Ricardo Yáñez, compañero de poesía y de lágrimas, publicó en este suplemento una excelente reseña sobre la última edición de las dos novelas de José Guadalupe de Anda, Los cristeros y Los bragados, editadas por Porrúa y muy bien presentadas en el formidable prólogo del tapatío-catalán José María Muriá.
En estos días debo hablar en Guadalajara sobre estas dos novelas. Lo haré en el Seminario de Literatura de Jalisco que dirige el doctor Jorge Souza (felicidades por el reciente y muy merecido doctorado).
Contaré a los amigos que asistan a la charla que, de una curiosa manera, estuve involucrado en la recuperación de las dos novelas que andaban por ahí, desbalagadas y, a duras penas, se podían encontrar con Fortino Jaime (gran promotor de la venta de libros de segunda mano en la Guadalajara en la que todos nos conocíamos. Me refiero, de manera clasista, a la gente de la calzada Independencia hacia el poniente). Juan Francisco González, precursor de muchas y muy buenas empresas culturales, las editó y tuvieron una circulación más bien errática. En una de las tertulias tapatías, tal vez la del Café Apolo, Nacho Arriola leyó una carta que este bazarista le había enviado desde Roma. En ella se afirmaba que Alberto Moravia se entusiasmó con la lectura deLos cristeros y la había comparado, toda proporción guardada, con las tres novelas en las que Valle Inclán nos entrega su visión de las guerras carlistas, especialmente Los cruzados de la causa. Esta entusiasta opinión del gran novelista convenció a Juan Francisco de publicar las dos novelas cuyos derechos andaban un poco perdidos, pues la familia de don Guadalupe, senador de la República por el sector ferrocarrilero (recuerden que en esa época no había cosa más parecida al corporativismo de las cortes franquistas que el corporativismo delPRI), no había mostrado ningún interés en la reedición de las obras de su casi inédito pariente. La opinión elogiosa de Juan Rulfo fue determinante para que el Departamento de Bellas Artes del Gobierno del Estado que dirigía Juan Francisco, asesorado, entre otros, por el sabio Ernesto Flores, lanzara de nuevo a “la engañosa popularidad” (López Velarde dixit) a las dos novelas fundamentales que sobre las guerra cristeras se han escrito.
Ante todo, diré a mis amigos víctimas de la conferencia, que don Guadalupe era un gran escritor y un conocedor a fondo de los giros de lenguaje ahorrativos y certeros de la región alteña. El glosario que cierra la edición de Muriá-Porrúa demuestra la fuerza expresiva de los habitantes de las tierras secas (Agustín Yáñez dixit) de Jalisco. Les diré, además, que don Guadalupe no se anda por las ramas y, haciendo frente a las hagiografías, ahora convertidas en beatificaciones imprudentes y hasta ofensivas, dice la pura verdad sobre un conflicto que no puede ni debe ser analizado desde una perspectiva maniquea.
De eso hablaremos y nos daremos cuenta de que algunas de las heridas todavía escuecen.
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