Siete microrrelatos eróticos
Jul. 20 Narrativa, Titulares no comments
La escritora mexicana Nadia Contreras te invita a leer a través de Ombligo, estos nuevos siete brevísimos relatos eróticos. ¡No te los pierdas!
Únicamente sentir, otros siete brevísimos relatos eróticos
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Por Nadia Contreras*
1. Escenarios
La mujer tirada sobre el sofá, la falda alzada y el sexo al descubierto mientras el hombre entra en calor. Abre más, pide. Ella se acomoda y se abre por completo. El hombre se asoma. Hurga la vagina, los intestinos. A kilómetros de distancia (imposible no mirar el cuerpo, mancillado, profanado), el hombre que soy, echado sobre sábanas frías, tiene una erección y luego otra.
2. Instinto criminal
¿Y si me engaña? La mujer se acerca al hombre que duerme, intenta descubrir el olor ajeno. Nada. La mujer se levanta, toma la camisa y los pantalones. En la habitación contigua busca rastros de rímel, una nota cuando menos, que lo desenmascare. Nada. El hombre, el mismo que ahora se gira al lado derecho de la cama y pone el brazo sobre el cuerpo invisible de la mujer, está limpio. La mujer no lo cree y está frente a frente con aquella que ha sabido disimular los encuentros. Enfurecida la toma por el cuello hasta que ésta deja de respirar. La mujer, entonces, vuelve a la cama, coloca el brazo del hombre sobre su vientre y cae en el sueño.
3. Únicamente sentir
Olvidar el nombre de los hijos, el nombre del pediatra y de la escuela; olvidar la mirada de quien es su marido y llega en el avión de las siete de la tarde. Olvidar las fantasías, los sueños y dedicarse (el hombre le levanta la falda y aparta las bragas de un lado) únicamente a sentir.
4. Formas del sexo II
Ella agachada quitándose los zapatos… el hombre, observa desde el rincón donde suele colocarse con frecuencia, siente un deseo inconmensurable.
5. Marina
Al principio, cuando mis sueños se volvieron pornográficos, bebí litros y litros de agua fría. El agua calma la ansiedad, dijeron. No sirvió de nada. Una tarde abrí la puerta de la casa de Rogelio con el cuaderno de matemáticas en la mano. La verdad, no vengo a estudiar, dije. Nos besamos, nos tumbamos en la cama. Con Marina, dieciséis años después, sucedió lo mismo. Nos besamos y nos fuimos inmediatamente a la cama. Aún permanecemos desnudas y abiertas como las flores.
6. Ella misma
Abre el cajón y deja caer sobre la cama, las prendas: babydoll de satín, slip con vuelos en la parte trasera, teddy de encaje y malla, el bikini color rojo. Se viste, se desviste. Desnuda, se tira sobre la cama, el antecomedor, los gabinetes de la cocina, los sillones de la sala. Le vienen a la mente imágenes que la hacen gozar por completo. Cambia muchas veces de postura y las sensaciones mejoran, sí, por los gemidos, los grititos. La imaginación proyecta la imagen de una mujer que lentamente se abre en caricias.
7. Reunión
Bajo la mesa, él acaricia la entrepierna de la mujer. No hay sobresaltos ni bofetadas. Mientras sus amigos bailan y el esposo de ésta atiende el teléfono (lo que discute se ha vuelto escandaloso e interminable), él remueve hábilmente las bragas y desliza sus dedos. La estremece. Minutos después, la pareja se pierde entre habitaciones. Ella se tumba sobre la espalda con las piernas abiertas o apoyada a cuatro patas; él de pie o de rodillas al borde de la cama. Al final, los dos agitados, húmedos. Ella se acomoda la blusa, la falda, el cabello revuelto; él, se pone los pantalones, se abrocha la camisa… Me gustaría verte de nuevo, dice. La mujer asiente y sale de la habitación como un gato. El resto de la noche ocurre con tranquilidad.
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*Nadia Contreras (Queserías, Colima, 1976), radicada ya hace varios años en Torreón, Coahuila. Sus libros más recientes son Cuando el cielo se derrumbe y Presencias. Éste último, publicado por Mantis Editores, México.
@contreras_nadia
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