René Rodríguez Soriano: “Es un libro que viaja de atrás hacia delante. Hacia el centro y para adentro. Un puzzle para desarmar”
Por Teresa R. Hage
René Rodríguez Soriano, con su estilo preciosista, rítmico, su prosa poética, colorida, musical y un contenido cargado de emociones y sensaciones da vida a una obra que cautiva y atrapa al lector y que no decae en ningún momento.
Charlamos con él sobre su nueva novela Solo de flauta (Alfaguara, 2013).
Nació usted en República Dominicana pero vive en Estados Unidos, ¿qué razones le llevaron abandonar su país?
Ya creo haberlo dicho por ahí: uno nunca se va de lugar alguno. Salí a buscar hojitas de mejorana o no sé qué. Aire, tal vez para encumbrar mis chichiguas, para respirar a cierta distancia de gendarmes y chupamedias.
Ha comentado en alguna ocasión que determinados sectores de la sociedad americana miran a los escritores latinoamericanos con simpatía, que les ven “un poco como Macondo”, ¿cree que se da también esa mirada desde el ámbito de la cultura española?
Supongo que hablaba del mercado, de ese daltónico Midas de la era. A fin de cuentas, creo que desde mucho antes de la (im)plantación de la fe, nos importaba poco cómo nos mirara quien no supiera mirar.
Los escritores dominicanos que trabajan en las universidades norteamericanas, ¿promueven la difusión de la literatura de su país desde un foro tan privilegiado como es el universitario?
Como todo en la vida, estimada Teresa, hay los que trabajan y los que enseñan; nadie puede ir nadando debajo del agua más allá de donde sus pulmones resistan…
¿Tiene pensado volver algún día a su país, a su ciudad Constanza? ¿Ha cambiado mucho la sociedad dominicana desde el día en que usted decidió partir?
Siempre estoy de vuelta. La gente es la misma gente; la miseria (la otra), cambia de casa, se reelige.
Es usted profesor universitario, ensayista, poeta, novelista, publicista, además de un escritor muy premiado y de reconocimiento internacional, ¿qué le llevó a embarcarse en la aventura de crear una revista digital, su MediaIsla?
Si acaso, aprendiz de escritor. Exceso de equipaje y paja, lo demás. MediaIsla, en esta era de tanta vitrina y tanto ruido, no es más que una ventana para mirarnos a nosotros mismos. Un espacio virtual donde, de vez en cuando, se reencuentran viejos amigos para ventilar los viejos temas sin las tijeras del censor.
¿Cuáles son sus autores favoritos y cuáles sus influencias literarias?
Muchos y muchas (los autores y las influencias, buenas y malas), para no tener que recurrir al consabido listado. Sobre todo Manuelico, el viejo bocadura que en las noches nos pintaba un mundo maravilloso y sin fronteras. Después vendrían las lecturas en sesgo de lo que trataban de insuflarnos tías jamonas, catequistas y miccioneros.
Su último libro Solo de flauta comenzó a gestarse en los noventa, ¿qué proceso de maduración, qué cambios ha ido experimentado a lo largo de más de dos décadas?
En principio, pretendía que fuera un compendio que reuniera todos mis libros, todas mis cábalas y andaduras. Hasta el momento (mediados de los noventa) mis libros jamás pasaban de trece textos. Vaya a saber. Ninguna explicación consciente. Trece textos, todo un universo. Ese era el plan: armar un libro integrado por trece cuadernos con trece textos cada uno. Se hizo largo el camino. Cambié de casas. Escribí. Corté. Boté. Leí durante todo el trayecto, dentro y fuera de los márgenes. A sol y sombra. Finalmente, quedaron siete cuadernillos. Pueden leerse de ida y vuelta. De izquierda a derecha. Del centro hacia fuera. De dos en dos. A solas, despacio y a toda flauta.
Solo de flauta es un conjunto de pequeños relatos que transitan distintos géneros: la poesía, el cuento breve, las reflexiones y distintas técnicas, ¿qué temas unifican, qué da homogeneidad a este conjunto de mini-ficciones?
¿Las grandes miserias de la humanidad?
Es usted un escritor al que le gusta transgredir las normas, ¿cree que la literatura contemporánea en general ha dejado atrás la senda de la experimentación en beneficio de una literatura complaciente?
Ha existido desde siempre. Ahora le llamna Light, a tono con el interés de los grandes sellos y los grandes gurús de la apertura mental y el blandenguerismo; antes se le conoció como estalinismo ambiental, sueño de Newton o simplemente subliteratura. Sólo que en estos tiempos globales virus y malas influencias, se propagan más rápido; infectan más.
¿Qué opinión le merecen los talleres literarios?, ¿Cree que basta con aprender unas cuantas reglas y técnicas para ser un buen escritor? ¿No cree que esta nueva moda de “fabricar autores” esté acabando con la verdadera literatura?
Siempre he tenido mis dudas. Cuánta nostalgia al recordar el taller del tío Jude. La pasábamos tan bien en su armónico mundo de Ciro Peraloca (tornillos, cabezas de muñecas, baterías descargadas, planchas y anafes oxidados, bombillos, misales sin pergamino, frascos de Emulsión de Scott, tenis, chancletas, botines y quién sabe cuántos imperdibles más). Eso sí, cuando precisábamos de una buena remonta, teníamos que ir de veras al zapatero.
Su obra ha recibido una extraordinaria y favorable acogida por parte de la crítica, ¿qué le parece haber puesto de acuerdo a todos los críticos?
Sigo siendo obcecadamente beatlemaníaco, no hay día del mundo que no escuche With a Little Help from My Friends…
¿Qué parentesco guardan los símpidos y los sóplidos de René Rodríguez con los cronopios y los famas de Cortázar?
Algo así como primos lejanos bastardos que, quizás huyendo de los avatares y fortunas, zambulléndose y nadando en aguas del Atlántico vinieron a recalar a orillas del Caribe. Tal vez, quién sabe. Un bostezo, un quizás. Hay historia para rato.
¿Cuál de todos los elementos a través de los que usted se expresa en el libro cree que es el que logra mantener al lector “atrapado” en su lectura?
Supongo que será el melao.
El espacio de Solo de flauta es, sin duda, la memoria, los recuerdos que usted presenta a través de distintos personajes, de distintas voces, ¿qué ha querido transmitir al lector con los fragmentos de su propia memoria?
El ritmo, el tumbao que nos caracteriza. Esa polirritmia que heredamos de las plantaciones, las devastaciones, las quemas y las continuas migraciones. La gente del Caribe somos andariegos, discontinuos. Eso sí, gozones como lagartos.
Hay en su libro un sentimiento nostálgico que lo impregna todo. ¿Podría decirse que la temática del libro es, en general, el paso del tiempo?
Puede ser un no tiempo, un no lugar, donde ocurren y no ocurren cosas. Personajes que viajan, se tocan. Se ven y no se escuchan. Viceversa. Es un libro que viaja, ya lo he dicho, de atrás hacia delante. Hacia el centro y para adentro. Un puzzle para desarmar.
También encontramos leyendas de su país, relatos que proceden de la tradición dominicana y que usted mezcla de una manera muy hermosa con sus propias experiencias, con su realidad cotidiana, ¿existe intención de preservar las tradiciones de su pueblo a través de su obra?
Si alguna intención persiste es la de desparcelarnos, borrar la tiza de las fronteras; las tradiciones son propias de la humanidad y es bueno que se sepa.
«Habían tomado La Moneda y, en Isla Negra, Pablo se iba con su versos más tristes, esa noche». ¿Cómo unifica en unas pocas palabras el golpe de Estado en Chile y la muerte de Neruda?
Nada es parte de un plan; son mis dedos los que piensan y escriben.
Niños jugando es una pieza preciosa, como todo el libro… ¿Es su experiencia, lo vivido lo que enriquece y da esencia a su escritura?
Digamos que es el tacto de mis dedos. Además del menos común de los sentidos, han desarrollado aún más los otro cuatro. Escriben, describen. Tratan de hacer literatura con la vida, desde la vida. Viven.
En Renombre la nada escribe: «Ella bailaba bachatas . Fumaba mucho. Hablaba alto. (…) Me hablaba de su infancia. De un pueblo de juguete con callejuelas de llovizna. Ella me hablaba del cine, de las canciones de antes, de Marguerite Yourcenar». Su poesía habla de amor sin arrebatos ni cursilería, ¿Cómo consigue ese equilibrio? ¿Y cómo consigue trasladar al lector a ese momento, a ese lugar que usted recuerda?
Con los ojos cerrados sobre la cuerda de la equilibrista, con lo justo para respirar y volar.
«Ayer vi una gaviota cruzando la avenida y pensé en ti». ¿Cree que esa perfecta simbiosis entre forma y contenido, es lo que hace que sus poemas “lleguen a tocar el alma” del lector? ¿qué visión tiene sobre su propio estilo?
No me cabe duda, el mentado melao debe hacer de las suyas. Ante tantas y tan excelentes opciones, rara vez me leo.
En Octubre del Sesentiocho escribe: «Pasó el Mayo francés, la breve Primavera de Praga, y ahora me sacude, bipolar, mi guerra fría. Qué año éste y yo aquí, sólo mirando una foto, muchas fotos; solo sin Laura que no está». Su poesía expresa la tristeza de un modo elegante, igual que el amor, sin excesos ni sentimentalismos, ¿cómo es el proceso de creación de René Rodríguez Soriano?
Sin parafernalias ni manualito alguno. Como respirar. Igual que el buen zapatero, consulto y miro los mejores modelos, y escribo.
Solo de flauta es un precioso libro compuesto por piezas de un soberbio repertorio musical de palabras, ¿por qué eligió este título?, ¿tiene usted alguna relación especial con la música?
Resultaría intrincado y escabroso analizar quién eligió a quien. Soy del Caribe, nada sonoro me es ajeno.
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