domingo, 20 de abril de 2014

¿EL NOMBRE DE OCTAVIO PAZ EN LETRAS DE ORO?, Juan Domingo Argüelles

Juan Domingo Argüelles
¿El nombre de Octavio Paz en letras de oro?

¿El nombre de Octavio Paz en letras de oro en el Muro de Honor del salón de plenos de la Cámara de Diputados? ¿Para qué? ¿Qué honor le daría a la memoria de Octavio Paz? Más bien habría que rogar, y aun clamar, para que eso nunca ocurra. Si hay una institución mexicana con poca o nula honorabilidad, ésa es la Cámara de Diputados. ¡Hasta el Príncipe de la Basura ha sido diputado federal!

En agosto de 2012, en su Encuesta Nacional en Viviendas, Consulta Mitofsky dio a conocer el resultado de la confianza ciudadana en las instituciones: el noventa por ciento de los mexicanos manifiesta “poca o ninguna confianza” hacia los diputados. De hecho, los diputados se ubican, desde 2008, en el más bajo nivel de confianza: ¡empatados con los cuerpos policíacos y superados incluso por los sindicatos! Como institución, los diputados son los quinietos mexicanos menos confiables, pues sólo un seis por ciento les tiene “mucha confianza”.

Algunos de los peores individuos han tenido curul más de una vez, y no pocos de ellos han sido designados por sus partidos con el fin de librar la cárcel, protegiéndolos mediante el fuero después de haber causado estropicios y cometido fechorías en su paso como altos funcionarios públicos.

Enrique Krauze tiene toda la razón cuando afirma, en una entrevista el 6 de abril de 2014, que poner el nombre de Octavio Paz en letras de oro en el Congreso “no tiene importancia”. Afortunadamente, la iniciativa de algunos diputados no consiguió el consenso de las distintas fracciones parlamentarias y Paz se salvó de ser pretexto diputadil para homenajes oportunistas.

Cuando Krauze afirma que ese supuesto honor no tiene importancia, habría que entender que una figura intelectual como la de Paz no gana absolutamente nada con las ofrendas de los políticos, muchos de los cuales –es seguro– no han leído jamás a Octavio Paz, y algunos ni siquiera saben quién es. Hay entre los diputados algunos porros profesionales que hacen que el recinto parlamentario sea todo menos honorable.

Octavio Paz fue un gran poeta y un lúcido pensador político, pero es dudoso que pudiera sentirse a gusto entre esos cultísimos diputados. Por lo demás, en ese Muro de Honor están desde los Niños Héroes de Chapultepec (que Jorge Ibargüengoitia dice que son un invento naif para dar clases) hasta Vicente Lombardo Toledano, pasando por Leona Vicario, Josefa Ortiz de Domínguez, Benito Juárez, Isidro Fabela, Melchor Ocampo e Ignacio Zaragoza. Militares y políticos, sobre todo, y no pocos diputados. Como los muertos tienen la virtud de no oponerse, ahí también están los nombres de Villa, Zapata, Zarco, Bravo, Allende, Morelos y Carrillo Puerto.

Escritores propiamente no hay, con las excepciones de Nezahualcóyotl y Sor Juana Inés de la Cruz (¿cuántos diputados habrán leído alguna página o algún poema de Nezahualcóyotl o de Sor Juana?), ya que fray Servando Teresa de Mier, Justo Sierra Méndez, Andrés Quintana Roo e Ignacio Manuel Altamirano no están ahí por ser escritores sino por sus aportaciones militares o políticas (además de que los cuatro fueron diputados). Ni Nezahualcóyotl ni Sor Juana podían declinar tan alto honor diputadil, y es que lo bueno de los muertos es que los políticos los pueden manejar a su antojo, cosa que no siempre pueden hacer con los vivos.
Ese Muro del Salón de Plenos de la Cámara de Diputados está bien para los políticos y los militares (es bueno que ellos lo monopolicen). Porque, vamos a ver: ¿qué tiene que hacer Octavio Paz entre Santos Degollado, el Héroe de las Derrotas, y Venustiano Carranza?

Cuando los diputados sean, entre los mexicanos, algunos de los que mayor confianza y simpatía inspiren, cuando los diputados sean, en general, individuos cultos o por lo menos ilustrados, cuando los diputados sepan decir de memoria algún verso de Paz o de Sabines o de Bonifaz Nuño o de Rosario Castellanos, entonces para la memoria de un poeta será un altísimo honor su nombre en letras de oro en ese muro del Salón de Plenos de la Cámara de Diputados. Mientras esto no ocurra, el nombre de Octavio Paz o de cualquier otro ilustre escritor será más un uso político que realmente un honor.

Lo “honorable” es lo digno de ser honrado y acatado, dice María Moliner en suDiccionario de uso del español. Por la Cámara de Diputados han pasado tantos que no son dignos ni de honra ni de acatamiento que más les vale dejar a Paz en paz.

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