Sócrates
Nada como lidiar hecho palabras,
pelear con frases contra oscuridades
para extraer la luz de la muda ignorancia.
Es decir, estar vivo frente al otro
de esa vida nerviosa y lacerante
y en la lucha ser verbo contra el llanto,
contra el dolor estéril, contra el grito
y contra la brutalidad y la desgracia.
Porque siempre hay desgracia
y siempre la desgracia nos persigue
cual Diana cazadora
y nos clava su lanza de silencio en el centro del logos.
Así Sócrates tuvo la cruel incomprensión y la cicuta
rodeándolo aterido pero audaz defendiéndose
dentro de sus vocablos
blandidos como sables de filos elocuentes
contra la hipocresía y la malicia de sus jueces.
Y tuvo ese morir que da la vida
después de las palabras que hoy siguen conversándonos
y que derrumban las calladas sombras
y los gritos sombríos de las turbas unánimes
cayendo como picos de cuervos sobre la inteligencia.
Les dio la contraluz de la eximia paciencia
la de aquél que dialoga, escucha y calla
y respeta y en cándida mayéutica
extrae del bruto el elixir del alma sabia
para verterlo en el abrevadero sin fin,
en el espejo donde todos nos vemos
sin ocultarnos nada.
Amilcar Luis Blanco (Pintura "La muerte de Sócrates" por Jacques Louis David)
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