Los amantes
El sol nos queda afuera.
Estamos ovillados en la luna clara y dulce del encierro,
sobre el lacustre sitio de las sábanas y los mediodías,
donde a diario desertamos de nuestras ocupaciones
obviamente desnudos.
Esta es la narración de nosotros adúlteros y suena
igual a las guitarras atribuibles a lánguidas cigarras,
volcados bajo el peso de tirantes de una luz ya de obrajes,
ya de tareas propias de oficios ceñidos a las sienes.
Las piernas de ella umbría se recogen y cantan.
El sol nos queda afuera porque somos amantes
y eso lo sigilamos detrás de las persianas y bajo los relojes,
mientras las gentes piensan y caminan y encogen
y se les caen las almas debajo de las suelas lueñes de los zapatos.
Mi espalda la precisa como un acantilado.
Eso lo sigilamos detrás del sol y adentro de la alcoba encendida,
de la alcoba que acoge todos nuestros silencios
y nos dicta palabras tendidas en las cuerdas de las ropas caídas,
pantalones, polleras, sacos sobre las sillas
y ojos derramados en pequeñas tinieblas.
Amílcar Luis Blanco (Pintura de Eric Fischl)
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