Federico Álvarez (1988)
Obedeciendo a ritmos cíclicos
impredecibles, a veces generacionales, el influjo del constructivismo y la
herencia de la Bauhaus aparecieron de nuevo en el horizonte posible, y el diseño
de Vicente Rojo empezó a cobrar lentamente una animación creadora,
original.
Sin perder ni un ápice
de la tersura y de la precisión aprendidas en Prieto, aparecieron en sus
trabajos algunos curiosos elementos inútiles, ciertas fracturas
menores, nuevos ejes, nuevas proporciones, una mayor plasticidad y, sobre todo,
una tenue dosis de humor que, salvo cuando el tema lo prohíbe, nunca ya le ha
abandonado.
El punto extremo que alcanzó su experimentalismo puede verse en
muchas de las páginas de la Revista de las Bellas Artes (segunda época)
que tuve la dicha de editar con él en 1982 y 1983.
Le había propuesto hacer precisamente una
revista que rompiera —como hubiera roto Miguel Prieto— con aquella severidad
formal que había pasado ya a las revistas publicitarias de los laboratorios y a
prospectos médicos. Y Vicente Rojo acogió la idea con gusto y se permitió en
aquellos diez números de la revista del INBA libertades que no creo que se haya
tomado en ninguna publicación periódica. Era ya un maestro que, en plena
madurez, se permitía esos destellos de juventud, que son la primera señal de
identidad de los auténticos creadores. (Y la otra: la de abrir la vía a varias
decenas de diseñadores, discípulos suyos, y hoy ya maestros, que siguen contando
cotidianamente con la generosidad despilfarradora y cordial de su interminable
bagaje de imaginación y de buen gusto).
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