Presentamos una entrevista con Ana Clavel, ganadora del Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska, por Las ninfas a veces sonríen
Ana Clavel: los deseos que nos pueden llevar a la materialización de un paraíso propio
Por Jaqueline Pérez Guevara*
El deseo, la seducción y las ninfas son aspectos por los que Ana Clavel nos lleva de la mano en su novelaLas ninfas a veces sonríen en la que Ada, una joven diosa, nos muestra sus aventuras y despertar sexual haciéndonos partícipes de sus secretos, el juego de sensualidad, el goce y el paraíso aquí en la tierra, en la piel.
Primero te felicito por tu novela y sin duda algo que me llamó la atención dentro de la historia de Ada, fue la frase de “Somos yo y mi voluntad”
Ana clavel: Esto que aparenta ser sencillo, en realidad, tiene un trabajo detrás que es irte apropiando de las herramientas del lenguaje, de las imágenes verbales, de la imaginación; de tal modo que vas cincelando un proyecto de escritura que se vuelve cristalino y, en esa frase que tú mencionas, está cifrada en realidad la esencia de Ada, el personaje central porque en esa frase está contenida toda la actitud que ella ha mantenido a lo largo de su historia, que no es solamente el ser agraciada, con la posibilidad de soltura, esa frescura para explorar, conocer y disfrutar sino que su poder de diosa, su poder de lo que sería una metafísica personal está cifrado en ese dominio de la voluntad del ser, de erigirse ella misma como una deidad, y de transformar la realidad que la circunda en lo que a ella se le da la gana.
Creo que Nietzsche estaría fascinado con un personaje semejante, cuando por ejemplo, habla del súper hombre, porque lo que resume Ada es que el carácter terrenal que tenemos los seres humanos, hombres y mujeres, tienen mucho la posibilidad de reencontrar su lado divino, su lado sagrado. En realidad, somos dioses solamente si nos abrimos a la posibilidad de creerlo y de asumirlo. Subirnos en el pedestal que nos corresponde como seres con la capacidad de vivir a plenitud de escoger, en buena medida, los deseos que nos pueden llevar a la materialización de un paraíso propio, esto no quiere decir que la realidad no se imponga, pero dentro de esas posibilidades, que se pueda cifrar entonces la capacidad para realizar lo posible.
El deseo, la sensualidad, los dioses de carne y hueso son temas presentes en tu obra, me percaté que también manejas el tema del primo narciso…
AC: Y es que eso fue gracias a ir entremezclando el asunto de la cotidianeidad, la realidad de una chava de nuestra época con la alternancia del mundo mitológico, del mundo de una cierta edad de oro, precisamente, para acercar ese plano de lo divino, de lo sagrado, que es parte también de nuestra esencia, pero la tenemos muy perdida y olvidada, con el plano de la realidad fáctica. Esto también en buena medida porque la realidad fáctica que nos ha tocado enfrentar es agobiante, especialmente en un país como México, entonces, es también un imponer la voluntad para decir no solamente esta realidad temible es la única realidad, tenemos el arte, la poesía, la cultura, tenemos al ser humano también en esas partes ominosas, entonces ¿por qué no acercar esa otra realidad que está allí a esta realidad oscura? Para por lo menos no perdernos entre tantas tinieblas.
Y la forma en la que vas manejando el lenguaje en tu novela, va fluyendo y parece muy suave y sencillo, pero se esconde llevando más, retomando una y otra vez el tema del deseo…
AC: Yo he trabajado el tema del deseo desde mi primera novela, entonces yo he venido desarrollando sin proponérmelo de manera deliberada esta suerte de poética de los deseos y las sombras como posibilidades del ser. Lo que yo pienso en un plano muy racional es que, el deseo nos constituye más como seres humanos, que probablemente, el uso del lenguaje verbal, yo sé que Lacan, Wittgenstein, estarían en desacuerdo conmigo porque ellos le dan a la palabra justamente esta dimensión humana, pero a mí me parece que lo que nos convierte en seres perfectibles, acechantes, es nuestra capacidad de desear y de sentir, de lo que somos para buscar lo que nos hace falta; entonces, no me extraña que aunque no me lo haya propuesto de manera deliberada trabajar el asunto del deseo, que las ninfas se conviertan entonces en un muestrario de lo que a nivel de una experiencia muy peculiar e individual del personaje de Ada, se va formulando para explorar su sensualidad, acercar el paraíso general a la idea del paraíso más cercano que es el cuerpo, explorarlo y, sobretodo, disfrutarlo.
¿Cuál es tu concepto de nínfula?
AC: Hay que recordar que las ninfas son estas deidades mitológicas que están asociadas con los bosques, mares, manantiales, y según Calasso y el propio Sócrates, hay toda esta concepción de un saber que va mas allá de lo conceptual y que tiene que ver con el cuerpo y con el goce erótico, de hecho, Calasso le adjudica a Aristóteles que la posesión más plena es la posesión erótica. Entonces, son deidades que de algún modo hemos hecho a un lado en su carácter simbólico, pero que representan justamente esa fuente de conocimiento que va más allá de lo intelectual y que engloban un conocimiento mucho más concreto y mucho más terrible, en todos los sentidos. Nabokov, obviamente en Lolita, retoma el concepto, no solamente de la ninfa en general, sino de la ninfa más pequeña, esa que resplandece ajena a su propia belleza y a los efectos que causa, y es uno de los misterios a los que se enfrenta el ser humano porque tiene que ver con todo aquello que te provoca mas allá de lo racional. Yo, por supuesto, tenía todas estas lecturas detrás, también al propio Carroll con Alicia, a Marosa di Giorgio con sus narraciones bizzarras y pulsionales, al propio Calasso y, bueno, es un poco inusitado que en una obra contemporánea de pronto entre este mundo idílico, mítico, pero son las fulguraciones que se dan con la literatura, que de pronto, tú puedes hacer incidir elementos de nuestro pasado simbólico en las representaciones actuales, entonces a través de la metáfora armar una nueva realidad verbal.
Si pudieras definir tu literatura y tus obras ¿Cómo las definirías?
AC: Yo pensaría que es un asunto de una poética de los deseos y las sombras, que trabaja esa dimensión de la fantasía y la seducción, pero no solamente en la temática sino en la forma verbal, en la forma deescritura, que se vuelve en si misma una poética a lo Scheherezada, a buscar, a atraer al lector y no perderlo y demostrarle cómo esa famosa frase de Roland Barthes, que después leí en el placer del texto, que uno como escritor debe probarle al lector que lo desea y sustancialmente esa sería la temática o la impronta de mis libros.
En tu papel de escritora ¿cómo te definirías?
AC: No me satisface para nada cuando la gente me clasifica en escritura de mujeres, o escritura feminista, es algo muy vago. Yo no llevo ningún tipo de bandera o consigna reivindicadora. La literatura creo que lo que busca es explorar, indagar, crear otros universos posibles y ahí de paso, revisas, de paso consignas, descubres contradicciones humanas, claros-oscuros, paradojas de las dominaciones que se dan en muchos niveles, pero aspiro a un trabajo más vasto y no sólo con la temática sino con el lenguaje mismo. Yo por ejemplo, cuando dije unas palabras en la ceremonia de entrega del premio Iberoamericano de novela Elena Poniatowska, empecé diciendo que yo no era mujer, yo era escritora y, obviamente, una cosa implica a la otra, pero yo en lo que estaba haciendo énfasis era en el compromiso con la escritura y con la visión del mundo; no desde la generalidad de una visión de un grupo, sino desde la visión particular que es siempre la literatura. La literatura de una Virginia Woolf, de un Kafka, Elena Garro, Octavio Paz, es mirada singular, es todo lo que te constituye como persona a la hora de que te sientas y trabajas una posibilidad de imaginación, de ejercer una creatividad libre, pero esta todo, lo que te constituye como persona, entonces, no puedes limitar a uno solo de los rasgos esa visión, y eso es lo que yo creo que los críticos te indilga, mucho también porque los tiempos actuales han dado voz a estas finalidades, y está muy bien, que estas cuestiones busquen un equilibrio, pero para mí es muy importante no limitar mi trabajo solamente a una forma discursiva, a una sola interpretación, sino dejarlo de un modo más abierto.
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*Jaqueline Pérez Guevara (Alumna de Literatura latinoamericana de la Universidad Iberoamericana campus Santa Fe).
Crédito de imagen: Porrúa (www.porrua.mx)
Me gustó la entrevista. La escritora Jaqueline parece que promete.
ResponderEliminarPor supuesto, comparto el artículo en la red.
Buscaré el libro para leerlo. ¿Sabes si salió en formato digital?