jueves, 2 de enero de 2014

RETRATO DEL ARTISTA CUANDO AUSENTE, Pablo Espinosa

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Lewis Allen Reed mira fijamente a la cámara sabedor de la identidad de quien lo mira: todos nosotros frente al retrato impreso. Su mirada es profunda, protegida por párpados como de oriental: rasgados. Diríase adormilados. En estado de ensoñación. La posición de sus manos se parece a un pase de tai chi. Sus dedos invaden su rostro como pulpo para mostrarnos las obras de arte que ha pintado en sus uñas, lienzos humanos de un pintor asiduo que pronto iniciará a montar exposiciones con sus cuadros.
Por lo pronto sus uñas están decoradas de una manera artística; con los años su sentido del humor lanzará finas ironías frente a la moda de pintarse las uñas y hacerse tatuajes. Hoy en día, dirá un mes antes de morir, están de moda cosas que inventé hace mucho tiempo, como pintarse las uñas de maneras inventivas y hacerse tatuajes. Hoy muchos tienen tatuado todo, hasta el pito.
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Lou Reed
©Francesco Scavullo
En la fotografía que le tomó el gran retratista Francesco Scavullo en 1974, Lewis Allen tiene las uñas pintadas artísticamente y el pelo cortísimo, como el de un animal fantástico, está teñido también artísticamente. Su mirada retadora es más que eso: nos mira con ironía, está a punto de sonreírnos, nos coquetea, nos quiere seducir pero también nos quiere veraces como él y grita, gime, gutura. Canta:
Yo seré tu espejo.
Seré, dice Lewis Allen a quienes ven su retrato fijamente, el viento, la lluvia y el crepúsculo. Seré la luz de tu puerta, para indicarte que has llegado a casa. Seré tu espejo, canta Lewis Allen a quien lo ve a los ojos y lo tranquiliza: cuando creas que tus ojos se han nublado, que tu interior está torcido y atroz, déjame mostrarte tu ceguera y te pediré que no te resistas, porque yo sí te estoy viendo y es difícil creer que no sepas de toda la belleza que hay en ti porque la ignoras, no te la aceptas, no te aceptas como eres, no te aceptas a ti mismo. Déjame ser tus ojos, una mano en tu oscuridad para que no cultives miedos.
Seré tu espejo y reflejaré lo que eres pero no sabes que lo eres.
En ese retrato, el espejo, es decir, Lewis Allen, tiene treinta y dos años.
Diez años atrás fundó, con John Cale, su alter ego, su igual, el grupo que cambió definitivamente el rumbo de la cultura rock: The Velvet Underground, nombre tomado del título de la novela con tema sadomasoquista del escritor Michael Leigh.
Lo que hizo Lewis Allen con The Velvet Underground constituyó una revolución insospechada: llevar la cultura al rock. Llevarle la poesía, las artes plásticas, el cine, el “Spoken Word”. Dictar la agenda de una manera distinta, plena de poesía, de lo que la gente quiere o no quiere, porque la música de Lewis Allen será siempre amada y rechazada, como todo aquello que nos refleja en el rostro un espejo, porque hay cosas que la gente no quiere ver de sí misma.
La combinación que dio vida a The Velvet Underground fue fantástica y duró poco tiempo, el suficiente, porque sus componentes eran polos iguales que se repelen: John Cale, alumno de John Cage y Lamonthe Young y experto en música sinfónica, ejecutante de un instrumento exquisito, la viola, y genial autor de ideas únicas e irrepetibles, mientras Lewis Allen era un poeta, alumno del poeta Delmore Schwartz, que consideraba que tres acordes y voz coloquial, fuera de tono y de todo encuadramiento, eran suficientes para hacer música rock.
El bajista Sterling Morrison (1942-1995), la baterista Maureen Tucker y la modelo alemana Nico como vocalista completaron el trabuco que para algunos pasan por diletantes por la ausencia de virtuosismo musical, las voces desafinadas, mientras para otros son ejemplos a seguir de cómo hacer obras de arte con pocos recursos, con la honestidad, la verosimilitud y la aventura como vigías, rumbos, derroteros de la libertad.
El nombre del grupo, consideró Lewis Allen, no podía ser más apropiado, pues la poesía que escribió para ser cantada y puesta en música por The Velvet Underground habla de la sexualidad distinta, diversa, diferente, como en la canción Venus in Furs, a partir precisamente de La Venus de las Pieles, de Leopold von Sacher-Masoch.
The Velvet Underground duró hasta que Lou Reed insultó, maltrató, discutió tanto con John Cale que lo corrió del grupo y él mismo se fue dos años después.
El carácter difícil de Lewis Allen fue intentado domar por su padre, quien lo llevó al Rockland State Hospital para que le aplicaran series de electroshocks con el propósito de “curar sus sentimientos homosexuales”.
Esa experiencia marcó de por vida a Lewis Allen, quien en su juventud ejerció la parte homosexual de su naturaleza bisexual, con el travesti y transexual de madre mexicana Rachel, de quien se enamoró locamente y fue su musa para un disco entero: Coney Island Baby, y también con sus colegas David Bowie, Iggy Pop, Mick Jagger, entre otros bisexuales como él, quien en la parte adulta de su vida se casaría dos veces, la primera con la diseñadora mexico-británica Sylvia Morales, con quien vivió catorce años y le inspiró las mejores obras del álbum legendario Blue Mask,  y las segundas nupcias con el amor de su vida: Laurie Anderson.
Pero en la primera etapa de su vida y después de que su padre lo sometió a electroshocks, Lewis Allen escribió un poema, convertido en canción: Mata a tus hijos, donde narra lo que le sucedió: “Te dan electroshocks y te prometen que te dejarán vivir en casa con tus padres, en vez de vivir en clínicas de enfermos mentales. Mamá me explicó por teléfono que no sabía qué hacer con papá, quien rompió de un hachazo la mesa, qué alegría el matrimonio, ¿no? Y además mi hermana se casó y su marido es grande y gordo y no tiene cerebro. Oye —dice desde la foto Lewis Allen—, ¿ya te avisaron que van a matar a tus hijos? Es mejor que salgan corriendo, corriendo, corriendo”.
Según testimonios recogidos en el libro Por favor, mátame: La historia oral del movimiento punk, Lewis Allen lo contaba de esta manera a sus amigos: “te colocan la chingadera esa en la garganta, para que no te tragues la lengua y te ponen electrodos en la cabeza. El efecto es que pierdes la memoria y te conviertes en vegetal. No puedes leer un libro porque vas en la página 17 y no te acuerdas de nada y tienes que regresarte a la página uno”.
En el poema “Dirty Boulevard”, Lewis Allen habla de un padre tirano que obliga a Peter, un niño de ocho años, a mendigar en el Sucio Boulevard porque el cuarto de hotel donde viven hacinados cuesta dos mil dólares la noche. Entre proxenetas, travestis, sexo en la calle, suciedad, una noche el niño se encuentra un libro de magia en un basurero y encuentra el camino de salvación: en su habitación se concentra frente al libro, se acuesta en el piso y mira hacia el techo y se dice: cuando cuente tres, desapareceré; saldré volando, volando, volando.
Al niño Lewis Allen, al adolescente, al joven y al hombre maduro siempre le fascinó la magia. En muchos poemas, canciones y reflexiones, el acto de desaparecer es el máximo acto de magia al que aspirar.
De hecho se puso a escribir un poemario con el tema de la magia, que se convertiría en un disco y se llamaríaMagic y entonces los grandes magos del mundo, como aquellos que le han dicho que viven en México y tienen poderes sobrenaturales, lo buscarían, le llamarían por teléfono o irían a verlo para contarle sus secretos porque, “como yo soy un  poeta experto en que me cuente la gente sus historias y yo las convierto en poemas y en canciones —dice Lewis Allen— como si fueran cosas que me han pasado a mí”.
Escribió en la canción Desaparecer: hola día, adiós noche. La luz de las estrellas es tan apacible que me parece desapareceré lentamente. Si tengo que vivir con miedos, mis ideas desaparecerán lentamente y mi vida desaparecerá lentamente. Si tengo que cerrar la puerta, dejará de existir otra vida. Desaparecerá. Dicen que The Factory debería cambiar. Pero yo no.
El disco Magic no desapareció. Se convirtió en Magic and Loss. A la magia se sumó la pérdida de dos de sus mejores amigos, a consecuencia de cáncer, en el transcurso de un año, de manera que el disco finalmente se llamó: De Magia y Pérdida (Magic and Loss), conformado por poemas donde Lewis Allen buscaba “una forma mágica de superar la pena y la desaparición. Quería crear una música que ayudara a soportar la pérdida”.
Y entonces Magic and Loss se convirtió en el disco más profundo, más poético, más potente y decidor de Lewis Allen. Ahí escribió los versos que mayor satisfacción artística le dieron. Sus líneas favoritas fueron las siguientes:
Cuando atraviesas el fuego
Lamiéndote los labios…
En lo alto no hay un muro: hay una puerta
La unidad estilística de Lewis Allen, que algunos apresuradamente tachan de “pobreza de estilo”, su manera de decir sus versos, en recitativo, en el arte del “Spoken Word” que inventó él y continuaron su esposa Laurie Anderson y su discípula Patti Smith, además de “los únicos tres acordes que se necesitan para tocar rock”, que también reciben calificativos insensatos, están en medio siglo de ejercicio poético llevado a la música de manera ejemplar.
Hay un antes y un después de ese ejercicio poético de Lewis Allen.
Los versos favoritos de este poeta, este aeda moderno, pertenecen a la pieza culminante de Magic and Loss, titulada The Summation, donde el poeta del dolor del mundo y la belleza narra la experiencia —vivida a través de la muerte de sus amigos más cercanos— de la cremación de sus restos: cuando te atraviesa el fuego / se trata de una prueba de humildad / un laberinto de dudas / y las luces pueden cegarte.  / Hay quienes nunca lo entendieron / porque cuando pasas por la arrogancia pasas por el dolor / por un pasado siempre presente… / Pasas por el fuego hacia la luz.
El pasado siempre estuvo presente en Lewis Allen. Sus versos póstumos, que canta-dice, dice-canta en el trackfinal de otro disco incomprendido por la “crítica especializada” y titulado Lulu, con el grupo de heavy metal Metallica, resultan reveladores:
Escarmentado, mi padre muerto
Enfila su navegación hacia 
Una isla de almas perdidas
Asoleado, un mono le dice a otro mono:
Yo te voy a enseñar a que te portes bien
Y a que cultives miedos y ceguera
Y que no seas un amable redentor social
Ni vivas, oh no, en estado de gracia
Hipo, el sueño ha terminado
Sirve café a los dolientes en el funeral
Enciende las luces
Saluda al hijo de papi
La mayor decepción de papi
La edad lo ajó y lo convirtió
En el hijo de papi
Con sus tratamientos sicológicos salvajes
Porque fue la mayor decepción de papi
Y lo convirtió
En el hijo de papi

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