jueves, 6 de noviembre de 2014

CUATRO CARTAS SIN DESTINATARIO, Alfonso Sánchez Arteche

CUATRO CARTAS SIN DESTINATARIO

                        Alfonso Sánchez Arteche


                        I
Un costillar azul bajo la luna
donde fósil creció mi geografía;
el dinosaurio de la lejanía
es todas las ciudades y ninguna.

Pero está el esqueleto de otro día,
esta rueda mortal de la fortuna
que en columpio de soles nos acuna
y alas de infancia envuelve en agonía.

Está el ir y venir pisando el verso
con un pie que transita soledades,
está el silencio de las amistades,
un “te quiero decir” mudo y perverso;

hay en esta ciudad tantas ciudades
que no cabrían en todo el universo.

                                   II
Me besa ardiente, me acaricia fría,
deja en mis dedos su sonrisa ambigua,
dulce Toluca, tan ajena y mía,
ciudad amarga que mi fe atestigua.

Creyendo en nada, mi verdad confía
en estas calles de certeza exigua:
busco la noche de su incierto día
y amo lo nuevo de su piel antigua.

Rincón de tiempo donde el tiempo acaba,
eterno instante prolongado en mito,
mansa laguna de mi sangre brava.

Aquí el silencio se me alarga en grito.
Y un puñal de pasado se me clava
en la voz, que delira de infinito.
III
Cuando el día más azul del calendario
me cercene el cordón de la mirada,
llevaré tu silueta congelada
más pegada a la piel que mi sudario.

Ciudad a media luz, alucinada
mariposa de hielo que en tu diario
discurrir del panteón hasta el calvario
has conocido el alma de la nada.

No te pido calor, sigue nublando
con tu danza de sombras mi tristeza;
que este infinito invierno siga en marcha.

Dame un día más, azul, para que cuando
en tu imagen recline la cabeza
no me vuelva ceniza sino escarcha.

                                   IV
No sé si por escrúpulo o por fobia
a quererte mi sangre se rebela,
esta frase en mis labios se congela
y el impulso romántico me agobia.

Mas te pronuncio siempre con cautela,
con miedo de gritar – cosa tan obvia –
que me recuerdas la primera novia
y la última vez que fui a la escuela.

No voy a repetir que en tus portales
cultivé la más tímida indolencia,
que en ti llevo raíces de una herencia
cimentada en los muros ancestrales.

Entre tú y yo sólo hay de diferencia
que no aceptamos ser, Toluca, iguales.

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