viernes, 28 de noviembre de 2014

EN LA CIMA DEL MÖNCHSBERG, Marco Antonio Campos

En la cima del Mönchsberg

Marco Antonio Campos

Tristes los mirlos no dejan de cantar
Hojarasca húmeda, rocas enlamadas,
murallas rotas. 

                                 Silba el aire. Sííílba.
Veinticinco años es un grito que
horada las murallas.
                                             Amigos dejaron la ciudad y
alumnas del ’89 no volvieron con los ojos azules.
Ah, si lo muy bello que perdí durara aún.
Cuatro o cinco hechos te quiebran en la vida
y cada cosa te despide una penúltima vez,
una última vez que creías paloma en alto,
rosa pálida, guitarra fugitiva.

A distancia se mira árida la cima del Untersberg.
Por allí viví. En el sur. En Birkensiedlung.
A un paso del bosque, bajo la lluvia.
Pero oigan lo que el mirlo me oye. Luché
contra todo, contra el Mal y el Bien, contra
el cretino y el sabio, contra mí mismo.
Los demonios furiosos me rompieron
las cervicales, pero oh Dios, seguí.
En poemas, con vidrios pulverizados, hice
labor de cristalería, y sí, al menos una vez,
en aquella vez al menos, ah qué lejana la adolescencia,
qué dura la juventud algunos años.

Es semana de martes con los meses que allego.
Siempre viajé a una parte que hacía mía y era mía,
pero al huir de ella sabía que no lo fue.
No han dejado de crecer los abedules, pero
aquellos que veía, de aquellos que veía a menudo,
sólo oigo la canción del mirlo y el tajo de la raíz.

Salzburgo, junio de 2014

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