lunes, 22 de septiembre de 2014

EL DIOS Y EL ALMA NATURALES DE ECKHART, Joan Torelló

El dios y el alma naturales de Eckhart

Dios opera de dos maneras maravillosas, en apariencia muy diferentes una de otra. Opera 'fisicamente' con el cielo, con las estrellas, la luna y el sol. Y, al mismo tiempo, opera 'cosas muy grandes' con el alma, 'espiritualmente'.
Dios, según Eckhart, es el 'poder del cielo', una especie de fuerza que fluye de lo aéreo. Dios tiene este poder del cielo, que es físico y opera con los astros, pero que a la vez, sorprendentemente, actúa sobre el alma y es 'espiritual'. Dios actúa sobre nuestra alma del mismo modo que lo hace sobre los astros y las cosas 'materiales', como una fuerza física. Así, nuestra alma sería algo 'espiritual', en efecto, pero más en el sentido de ser de una materia espirituosa o etérea (celeste) y no tanto en un sentido metafísico.
Dios no debe ser buscado más allá del mundo natural o material, puesto que en realidad se trata de una fuerza física que actúa por pura naturaleza sobre el hombre y las demás criaturas. Y lo que llamamos el 'alma' humana, aquello del hombre sobre lo que actúa esta fuerza, debe ser consecuentemente de la misma naturaleza o de una muy similar.
Todo lo que existe pertenecería al dominio de lo natural. También el alma humana y Dios mismo. Tanto sería así que el hombre no tendría ningún tipo de preferencia sobre las demás criaturas en la acción 'divina', por mucho que invoque, venere o rece a Dios. Dios, los ángeles, el espíritu... actúan sobre todo lo que es corpóreo sin diferencia, tanto si es una persona o una mosca o cualquier otra cosa.
Nosotros y las moscas únicamente podemos sufrir o disfrutar la realidad de la naturaleza, el orden natural de las cosas, el 'logos', la 'verdad' así como nos viene dada, 'Dios' tal como nos viene dado. Nuestro pensamiento, nuestros deseos, etc. no aportan ni quitan nada a la realidad ni a la verdad en sí mismas. Por lo tanto, no debemos alterar lo que viene dado sino solamente buscarlo y descubrirlo, sostiene Eckhart. Nuestro deseo no debe crear ninguna razón ajena a la naturaleza, como no debe crear ningún Dios ajeno a la naturaleza. Ambas cosas (cuidado!) no serían más que pura fantasía.
El orden de la naturaleza, que es lo que llamamos Dios, es eterno. Ha existido siempre. Es el principio creador y rector del mundo. Crea a la vez que rige. Rige a la vez que crea. Ahora mismo crea, y ha creado siempre. Es inmutable, nada le afecta. Es impecable e implacable. Si nada le afecta, menos lo hacen las intenciones y las acciones de los hombres y de las demás criaturas. Él es la naturaleza: eterna, inmutable, implacable. Es el devenir de la naturaleza. En nada le pueden afectar los deseos y los ruegos de los hombres.
La única forma válida de 'oración' es el acercamiento a la naturaleza misma, mirar de captarla y de hacernos semejantes a ella, mediante el dejación de las ocupaciones artificiales, creadas por la fantasía de los hombres, mantiene Eckhart.
Deberíamos asimilar de una vez que Dios actúa por pura naturaleza, aunque sólo nos demos cuenta de algún 'resplandor' de su acción material oculta. Dios actúa como una pequeña 'chispa' que pasa desapercibida. Dios es el 'logos' de la naturaleza que produce el 'logos' de nuestra mente, pero que no lo captamos porque no somos capaces de diferenciarlo y aislarlo de nuestro pensamiento.

Dios, a la vez que está en nuestra alma, paradójicamente es algo que está en el cielo o es el cielo mismo. El cielo es el lugar de todas las cosas porque da lugar a todas las cosas que podamos entender y conocer, las ordena y las ubica en el mundo físico y en nuestro entendimiento. El universo entero está ordenado por una jerarquía que va de la más etéreo a lo más sólido.
Toda la naturaleza y todo lo que pueda concebir nuestra mente está en el cielo o debajo del cielo, siguiendo un orden, en diferentes niveles. Unas cosas son más bajas y corpóreas y otras más elevadas y espirituales. Cada nivel del orden del mundo está subordinado a los niveles más elevados, pero sólo es 'tocado' o 'iluminado' por el nivel inmediatamente superior, como en una cadena.
Dios no actúa directamente sobre las cosas más bajas, sobre las cosas corpóreas y temporales, en las que no brilla la luz natural del alma. Dios sólo actúa, desde la eternidad, sobre la parte más elevada del alma, que es 'espíritu', por medio del cielo. Las cosas corpóreas y temporales reciben su ser del alma humana, así como el alma humana, a la vez, recibe su ser verdadero de Dios mediante los ángeles del cielo, como en una cadena.
El alma, en su parte más elevada, se une fuertemente a Dios a través del cielo y de las entidades celestes que son los ángeles. El alma entra en Dios, y Dios actúa en ella, la transforma. El cielo, en su parte más elevada, y Dios son lo mismo. El cielo, en su parte más elevada, no tiene lugar, porque es el Todo, lo abarca todo, pero en su 'decadencia', en las partes más bajas, es lugar y ubicación de las cosas corpóreas.
Cuanto más tosca, sólida, 'corpórea', es una cosa, más abajo está y es más terrenal y alejada de Dios. Es más sensorial e individual.
Cuanto más sutil y 'etérea', es más parecida a Dios, más vigorosa e intelectual, porque abarca y contiene literalmente las cosas que son más toscas y sólidas que están por debajo, y de este modo las engloba y las relaciona.

El cielo lo abarca todo y, por este motivo, tiene la capacidad de influir sobre todo. Es único, universal, infinito. Por lo tanto tiene el máximo poder. Dios necesariamente debe de ser el cielo o algo que está en el cielo.
Otras entidades etéreas del cielo, además de Dios, como vemos, son los ángeles, los cuales actúan de puente entre lo más elevado del cielo (Dios) y nuestra alma, entrelazada a su vez con nuestro cuerpo terrenal, y es en este sentido que se afirma que los ángeles actúan en nuestra mente como los 'mensajeros de Dios'.
Lo que captan nuestros sentidos terrenales (la materia más o menos sólida) de modo simultáneo es asimilado a lo que se nos infunde 'espiritualmente' por lo más etéreo (Dios, los ángeles, nuestra alma). Si no, queda en pura sensibilidad corporal desatendida, aislada del conocimiento, no constituye un fenómeno mental.
En nuestro conocimiento y entendimiento sólo entra una reducción (una 'estampación') de lo que captan los sentidos. Todo lo demás (la interpretación, el significado) lo aporta el alma y el espíritu, Dios, no los sentidos.
El entendimiento y la voluntad, que son la parte más elevada del alma, tocan la naturaleza de los ángeles y se convierte en una imagen de Dios. Nuestra voluntad y nuestro entendimiento 'recogen la luz de los ángeles, y junto con ella la luz divina', conforman la luz de nuestra mente.
Dice Eckhart, incluso, que la voluntad es tan libre que no se ve nada afectada por lo que captan nuestros sentidos, puesto que 'opera su obra por su propia libertad'. Es decir, nuestra voluntad en realidad está fuera de nuestro control y nos resulta imprevisible a nosotros mismos desde nuestra individualidad. Nos equivocamos cuando intentamos entender y prever qué queremos y qué es lo que guía nuestras acciones a partir de nuestros referentes sensoriales individuales. La voluntad vuela libre, no depende, de nosotros como individuos. Depende de algo diferente mucho más elevado, abierto y compartido que lo sensorial concreto, como el 'espíritu' del cielo.
El entendimiento, al contrario, sí tiene afectación de las cosas corpóreas, reconoce Eckhart. Esto es, nuestra capacidad de entender y conocer cosas se ve afectada, como nos resulta evidente, por nuestra experiencia sensorial. Pero esta afectación sucede sólo en una cierta parte del entendimiento, en un 'mirar hacia abajo' en el que el conocimiento recibe la imagen de las cosas corpóreas. No sucede así en la parte más 'elevada' del entendimiento (el 'fondo' o 'chispa' del alma), a la que no le llega casi lo que llevan los sentidos.
La actividad de los sentidos no le da al alma la 'luz' o conocimiento, sino que únicamente la prepara para recoger la 'luz' o conocimiento del 'ángel del cielo' y de Dios, que es de donde emana el entendimiento puro (la capacidad o acción de entender). El mundo sensorial es el contexto sobre el que se manifiesta el entendimiento, pero no es el entendimiento en sí. El mundo sensorial aporta el motivo, el objeto, pero en realidad interviene de una manera muy superficial en la actividad en sí de razonar y de entender.
Eckhart se esfuerza en aclarar al máximo la naturaleza de esta potencia del alma que es el entendimiento y viene a concluir, sorprendentemente, que se trataría de una especie de sentido u órgano sensorial, diferente los cinco sentidos clásicos (vista, oído, tacto, gusto y olfato) pero un sentido en definitiva. La parte más elevada del alma no es nada individual, ni elaborado ni complejo, ni misterioso (ni metafísico) que emane del hombre, manifiesta. No emana, para nada, del individuo, al contrario, el entendimiento se reduciría a la captación sensible de la emanación natural (física) que proviene de fuera, del cielo. El entendimiento, el sentido que ordena y da significado a las cosas del mundo y a la vida es, ni más ni menos, el sentido sensible a 'Dios'. (Y 'Dios' no es nada sobrenatural sino que consiste en esta emanación de alguna forma de energía o estímulo del cielo que excita, sencillamente, a este sentido del entendimiento.)

El alma tiene dos miradas, veíamos: una hacia el mundo sensorial y el cuerpo, la otra directamente hacia Dios. Este mirar a Dios y recibir la acción de la 'fuerza' divina puede perfectamente no ser consciente, sostiene Eckhart, porque el alma no se encuentra en 'su casa' sino que está en territorio de Dios. Emana de Dios y el hombre no tiene ningún poder en ese nacimiento. Es el nacimiento eterno y contínuo de lo que Eckhart llama el 'hijo', el espíritu. Es el entendimiento puro, que es tan sublime que nada puede entrar ni estar allí si no es Dios en su naturaleza desnuda. Es la actividad de entender en sí, no su objeto. En él no hay lugar para ninguna forma de pensamiento ni de juicio, que son añadidos nuestros, proyecciones hacia nuestro mundo sensorial. El entendimiento puro emana de Dios y sólo de Dios depende, no está contaminado por los contenidos de las experiencias personales.
El entendimiento existe antes que el pensamiento. La verdad existe antes de que yo la descubra. Mi pensamiento concreto no crea la verdad, sólo la descubre. La verdad y el entendimiento existen fuera de nosotros (y los portan los 'ángeles' del cielo). El pensamiento es lo que me afecta a mí del entendimiento.
Por otra parte, como opina San Juan (según cita Eckhart) las palabras no pueden nombrar el alma porque es precisamente el alma la que genera las palabras. El alma no puede convertir en objeto de su pensamiento lo que ella es en sí misma, al menos en su parte más elevada. Cuando lo hace, la nombra en referencia a cosas bajas, terrenales, en función de los sentidos del cuerpo, y el verdadero significado del alma se desvanece.
Nada se sale tanto de sí mismo como el alma en 'su parte superior', expresa nuestro filósofo. En una muy gran medida 'la parte superior' del alma está fuera del cuerpo y de las potencias terrenales, aunque está asentada en ellos. Dios está en todas partes. Pero está por todas partes estando dentro de nuestra alma. Dios crea el mundo dentro de nuestra alma. Así, curiosamente, cuanto más adentro está, tanto más afuera está. Y cuanto más afuera, más adentro. El espíritu emana y, sin embargo, se mantiene dentro de nuestra alma. Porque la parte más elevada de nuestra alma, el espíritu y Dios son la misma 'fuerza'. Esto es lo que pasa con la palabra, con la razón y con todo lo que podamos percibir y entender. Dios es eterno. Dios toda la eternidad ha hecho lo mismo. Dios ahora mismo crea la voluntad y la razón en el alma de los hombres, así como ha creado siempre en el pasado y creará en el futuro mientras exista el mundo.
E insiste el filósofo en que estar vacío mentalmente de las fantasías y de las ideas extraviadas en lo sensorial transforma la naturaleza, tal como la transforma el vacío físico, que obra milagros como que el agua suba hacia arriba. Habla de los espíritus como de elementos materiales, etéreos, que ocupan necesariamente un espacio, y de la necesidad del vacío físico para poder albergarlos. Y así concluye que ser 'pobre en espíritu', que es lo mismo que 'estar vacío' de ideas preconcebidas, implica ser susceptible empíricamente de aprehender o de dar cabida a toda clase de espíritu, siendo Dios el espíritu supremo. 'Bienaventurados los pobres en espíritu.'

El cielo actúa sobre el alma y sobre todas las cosas creadas, de la manera como lo hace sobre el agua, por ejemplo, en el caso de las mareas. Todo tiende naturalmente hacia el cielo, que es desde donde actúa el orden natural-divino: Es 'el poder del cielo'. El alma fluye hacia el cielo, que es de donde proviene, de modo análogo a como lo hace el fuego.
El cielo se derrama totalmente en la tierra de manera fecundante. El cielo, en toda su extensión, engendra vida en todo lo terrenal y corporal.
La tierra es la cosa más alejada del cielo, pero inevitablemente está rodeada por él y es 'empujada' por él. El cielo 'imprime su fuerza' en la tierra (y en todo lo que es terrenal) y, así, 'la hace fecunda'.
La tierra ni nada creado, ni el hombre, pueden huir de la influencia del cielo. El cielo siempre fluye e imprime su fuerza, y este hecho no depende del deseo ni de la voluntad de nadie, señala Eckhart. A pesar de que te engañes a ti mismo y pienses que puedes huir de Dios, hagas lo que hagas, Él actúa en ti. Te guste o no, estés dormido o despierto, Dios hace, eternamente, lo que le es propio. Dios es la fuerza que fluye del cielo, es 'el poder del cielo'.

Eckhart. Obras alemanas. Tratados y sermones. Edhasa, Barcelona, 1983.

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'Ahora diremos que Dios cuando es 'Dios', no es la meta perfecta de la criatura. Porque tan elevado rango de ser lo ocupa (también) la criatura más humilde en Dios. Y si sucediera que una mosca tuviera entendimiento y buscase racionalmente el abismo eterno del ser divino, del que ha provenido, diríamos que Dios, por más que fuera 'Dios', no podría satisfacer ni contentar esta mosca. Por eso le pedimos a Dios que nos desposeamos de 'Dios' y aprehendamos la Verdad, disfrutándola eternamente allí donde los ángeles supremos y la mosca y el alma son iguales, allí donde yo estaba y quería (ser) lo que era y era lo que quería (ser). Por lo tanto decimos: Si el hombre debe ser pobre en voluntad, tiene que querer y desear tan poco como quería y deseaba cuando no era. Y de esta manera es pobre el hombre que no desea.'
(Sermón LII.)

'Por encima de la luz se encuentra la gracia; esta no entra nunca en el entendimiento ni en la voluntad. Si la gracia tuviera que entrar en el entendimiento, entonces el entendimiento y la voluntad deberían llegar más allá de sí mismos. Tal cosa no puede ser, porque la voluntad es tan noble en sí misma que no se la puede llenar sino con el amor divino. El amor divino opera obras muy grandes. Mas, por encima hay todavía una parte que es el entendimiento: éste es tan noble en sí mismo que no puede ser perfeccionado sino por la verdad divina. Por eso dice un maestro [Augustinus, De trin., XIV c. 8 n. 11.]: hay una cosa muy secreta que se encuentra por encima, eso es la cabeza del alma. Allí se realiza la verdadera unión entre Dios y el alma. La gracia no ha operado nunca ninguna obra, pero sí emana en el ejercicio de una virtud. La gracia no conduce nunca a la unión en una obra. La gracia es un in-habitar y un co-habitar del alma con Dios. Para ello es demasiado bajo todo lo que alguna vez se haya podido decir obra, ya sea exterior, ya sea interior.'
(Sermón XLIII.)

'Cuando predico suelo hablar del desprendimiento y de que el hombre se libre de sí mismo y de todas las cosas. En segundo término (suelo decir) que uno debe ser informado de nuevo en el bien simple que es Dios. En tercer término, que uno recuerde la gran nobleza que Dios ha puesto en el alma porque el hombre, gracias a ella, llegue hasta Dios de manera milagrosa. En cuarto término (me refiero) a la pureza de la naturaleza divina... el resplandor que hay en la naturaleza divina, es cosa inefable. Dios es un Verbo, un Verbo no enunciado.'
(Sermón LIII.)

'Lo que debe existir (junto) con muchas cosas, necesariamente debe encontrarse arriba. Lo que produce el fuego, debe estar, necesariamente, por encima de lo que enciende, como el cielo y el sol. Nuestros maestros más insignes opinan que el cielo es el lugar de todas las cosas y, sin embargo, (él mismo) no tiene lugar, ningún lugar natural, y da lugar a todas las cosas. Mi alma es indivisa y, sin embargo, se encuentra del todo en cada uno de los miembros. Donde ve mi ojo, no siente mi oído; donde siente mi oído, no ve mi ojo. Lo que yo veo o siento físicamente, se me infunde espiritualmente. Mi ojo recibe el color con la luz, pero éste no entra en el alma porque lo que entra en el alma es una reducción (del color). Todo lo que reciben los sentidos exteriores, para que sea introducido espiritualmente, viene de arriba, de parte del ángel: éste la estampa en la parte superior del alma. Ahora bien, nuestros maestros afirman [Thomas, S. theol. II II q. 185 a. 3 ad 3.]: Lo que se encuentra arriba, ordena y ubica lo inferior.'
(Sermón XXXV.)

'Dice un maestro que el cielo recibe inmediatamente de Dios. Otro maestro dice que no es así: porque Dios es un espíritu y una luz pura, por lo que lo que debe recibir inmediatamente de Dios, debe ser, por necesidad, un espíritu y una luz pura. Dice un maestro: Es imposible que algo corpóreo sea susceptible del primer efluvio violento allí donde emana Dios, si no es una luz o un espíritu puro. El cielo se encuentra por encima del tiempo y es la causa del tiempo. Un maestro dice que el cielo, en su naturaleza, es tan noble que no puede degradarse a ser la causa del tiempo. En su naturaleza no puede ser causa del tiempo; (pero), en su trayectoria es la causa del tiempo, es decir, en la deserción (de la naturaleza) del cielo, (más) él mismo es atemporal. Mi color no es mi naturaleza, sino que es una deserción de mi naturaleza, y nuestra alma se encuentra muy por encima y «está oculta en Dios». Entonces no digo sólo: por encima del tiempo, sino «oculta en Dios». Es esto lo que significa el cielo? Todo lo que es corpóreo es una deserción y un azar y un rebajamiento. El rey David dice: «Ante la vista de Dios, mil años son como un día que ha pasado» (Salmo 89, 4); porque todo lo que es futuro y todo lo que ha pasado se encuentra todo allí en un solo «ahora».'
(Sermón XXXV.)

«El patriarca Jacob llegó a un lugar y al atardecer, cuando el sol se había puesto, quiso descansar (Cfr. Gén. 28, 10 s.). Se dice: en un lugar, sin nombrarlo. El lugar es Dios. Dios no tiene nombre propio y es un lugar y una ubicación de todas las cosas y es el lugar natural de todas las criaturas. El cielo en su (parte) más elevada y pura, no tiene lugar, sino que, en su decadencia, en su efecto, es lugar y ubicación de todas las cosas corpóreas que se encuentran por debajo de él. Y el fuego es (el) lugar del aire y el aire es (el) lugar del agua y de la tierra. Lugar es lo que me rodea, en el medio de lo que estoy. Así el aire rodea la tierra y el agua. Cuanto más sutil es una cosa, tanto más vigorosa es, por lo que es capaz de obrar dentro de las cosas que son más toscas y se encuentran por debajo de ella. La tierra (= el elemento) no es capaz de ser lugar en el sentido propio, porque es demasiado tosca y es también el más bajo de los elementos. El agua, en parte, es lugar, por ser más sutil es más vigorosa. Cuanto más vigoroso y sutil es el elemento, tanto más se presta para ser ubicación y lugar de otro. Así el cielo es (el) lugar de todas las cosas corpóreas y él mismo no tiene lugar que sea físico, más aún: su lugar y su orden y su ubicación lo constituye el ángel más bajo, y así siempre hacia arriba; cada ángel, que es más noble, se constituye en lugar y ubicación y medida de otro, y el ángel supremo se constituye en lugar y ubicación y medida de todos los otros ángeles que se encuentran por debajo de él, y él mismo no tiene lugar ni medida. Pero Dios tiene su medida (la del ángel) y es su lugar y el ángel es espíritu puro. Pero Dios no es espíritu, según las palabras de San Gregorio quien dice que todas las palabras que enunciamos acerca de Dios, son un balbuceo sobre Dios. Por eso dice (la Escritura): «Llegó a un lugar». El lugar es Dios que da su ubicación y orden a todas las cosas. He dicho algunas veces: Lo mínimo de Dios llena todas las criaturas y en eso viven y crecen y reverdecen, y lo máximo de Él no se encuentra en ninguna parte. Mientras el alma se encuentra en alguna parte, no está en lo máximo de Dios, que no se encuentra en ninguna parte.
(Sermón XXXVI b.)

'Ahora bien, él dice: «quiso descansar en el lugar». Toda la riqueza y pobreza y bienaventuranza radican en la voluntad. La voluntad es tan libre y tan noble que no recibe (ningún impulso) de las cosas corpóreas, sino que opera su obra por su propia libertad. El entendimiento, ciertamente, recibe (la influencia) de las cosas corpóreas, en este aspecto la voluntad es más noble, pero sucede en cierta parte del entendimiento, en un mirar hacia abajo y en una bajada, que este conocimiento recibe la imagen de las cosas corpóreas. Mas, en la (parte) suprema, el entendimiento obra sin agregado de las cosas corpóreas. Dice un gran maestro: Todo lo que es llevado a los sentidos, no llega al alma ni a la potencia suprema del alma. Dice San Agustín, y también lo dice Platón, un maestro pagano, que el alma tiene en sí misma, por naturaleza, todo el saber, por lo que no hace falta que arrastre el saber hacia dentro, sino que mediante el estudio del saber externo, se revela el saber que, por naturaleza, se encuentra escondido en el alma. Es como (sucede con) un médico que, si bien me limpia el ojo y quita el obstáculo que me impide ver, no otorga la vista. La potencia del alma que obra en el ojo por naturaleza, sólo ella presta la vista en el ojo, una vez sacado el impedimento. Del mismo modo, no le da luz al alma todo lo que como imágenes y formas es ofrecido a los sentidos, sino que únicamente prepara y purifica el alma para que, en su parte más elevada, pueda recoger puramente la luz del ángel, y junto con ella la luz divina.'
(Sermón XXXVI b.)

'...Ciertas potencias del alma perciben desde fuera, como hace el ojo: por más finamente que perciba y elimine lo más basto, toma, sin embargo, alguna cosa desde fuera que ha puesto sus miras en el aquí y en el ahora. El conocimiento y el entendimiento, sin embargo, lo tocan todo y recogen lo que no hay ni aquí ni ahora; en esta dimensión (el entendimiento) toca la naturaleza angelical. Pero sin embargo, recibe de los sentidos; de lo que los sentidos aportan desde fuera, recibe el entendimiento. La voluntad no hace tal cosa. En este punto la voluntad es más noble que el entendimiento. (La) voluntad no quita nada de ninguna parte que no sea el puro conocimiento donde no existe ni el aquí ni el ahora. Dios quiere decir: Por más elevada y pura que sea la voluntad, ella debe ascender más.'
(Sermón XXI.)

'¿Por qué dijo Nuestro Señor: "Tienes razón "? Él quiere decir: Los cinco maridos son los cinco sentidos; te poseyeron en tu juventud a su completa voluntad. Ahora, a tu edad madura, tienes uno que no es tuyo: es el entendimiento al que no obedeces». Cuando este «marido» está muerto, las cosas andan mal. El hecho de que el alma se separe del cuerpo causa gran dolor, pero que Dios se separe del alma, causa mucho más. Así como el alma le da vida al cuerpo, así Dios le da vida al alma. De la misma manera que el alma se derrama por todos los miembros, Dios introduce fluyendo en todas las potencias del alma y las atraviesa en forma tal que ellas continúan derramándolo (a Dios) con bondad y amor sobre todo lo que se encuentra cerca de ellas, para que todo esto lo perciba.'
(Sermón XXXVII.)

'Al principio, cuando la palabra es recibida por mi entendimiento, ella es tan pura y sutil que es una palabra verdadera antes de ser configurada en mi pensamiento. En tercera (instancia) es pronunciada exteriormente por la boca y luego no es sinó una manifestación de la palabra interior. Así también, la palabra eterna es pronunciada interiormente en el corazón del alma, en lo más íntimo, en lo más acendrado, en la cabeza del alma, de la que hablé el otro día, (es decir) en el entendimiento: allí dentro se realiza el nacimiento. Quien no tuviera nada fuera de una idea plena y una esperanza de que así fuera, tendría ganas de saber cómo se realiza este nacimiento y qué es lo que ayuda para que tenga lugar.'
(Sermón XXXVIII.)

'Los maestros escriben que sería inverosímil si se afirmara cuál es la extensión del cielo (pero) la menor potencia que se encuentra en mi alma es más extensa que el extenso cielo, por ni siquiera hablar del entendimiento que es extenso sin extensión. En la cabeza del alma, (es decir) en el entendimiento, me encuentro tan cerca del lugar (que se encuentra) a más de mil millas más allá del mar, como del lugar que ocupo ahora. En esta extensión y en esa riqueza de Dios conoce el alma, allí nada se le escapa y allí ya no espera nada. «El ángel fue enviado.» Dicen los maestros (Thomas, S. theol. Y q. 50 a. 3 ad 1.) que la cantidad de ángeles constituye un número más allá de todo número. Su cantidad es tan grande que ningún número no los puede incluir, tampoco es posible imaginar su número. Para quien fuera capaz de concebir (la) diferenciación sin número y sin cantidad, cien sería lo mismo que uno. Aunque hubiera cien personas en la divinidad: aquel que supiera distinguir sin número ni cantidad, no conocería más que un solo Dios. La gente incrédula y algunas personas cristianas iletradas se sorprenden de esto, incluso algunos frailes saben sobre eso tan poco como una piedra: entienden por tres, tres vacas o tres piedras. Pero quién sabe concebir la diferenciación en Dios sin número ni cantidad, éste conoce que tres personas son un solo Dios.'
(Sermón XXXVIII.)

'Al cuerpo humano le corresponde el elemento más bajo, el elemento sólido, la tierra. Sobre este elemento actúan todos los demás elementos, más elevados (el líquido, el aéreo, el ígneo, los ángeles y Dios, por este orden). El cuerpo está completamente rodeado por el cielo y recibe todo el influjo del cielo. Todo lo que obra y derrama el cielo es recibido por el cuerpo.«Homo», «el hombre», tiene el sentido de «el que está hecho de tierra», y significa «humildad». La tierra es el elemento más bajo y yace en medio y está rodeada completamente por el cielo y recibe en todo el influjo del cielo. Todo lo que obra y vierte el cielo, es recibido en medio del fondo de la tierra.'
(Sermón XLIV.)

'Dice un maestro: Todas las cosas iguales se estiman recíprocamente y se unen unas con otras, y todas las cosas desiguales se repelen y se odian unas a otras. Y ahora dice un maestro que no hay nada tan desigual entre sí como el cielo y la tierra. La tierra ha experimentado en su naturaleza que está alejada del cielo y (que le es) desigual. Por eso huyó de él hasta el lugar más bajo y por eso la tierra es inmóvil para no aproximarse al cielo. Éste, en su naturaleza, notó que la tierra huyera de él ocupando el puesto más bajo. Por lo tanto se vierte totalmente, de manera fecundante, sobre la tierra, y los maestros opinan que el cielo ancho y extenso no se reserva ni la anchura de la punta de una aguja, sino que engendra a sí mismo sin restricciones, y de manera fecundante, en la tierra. Debido a esto se dice que la tierra es la criatura más fértil entre todas las cosas sujetas al tiempo.'
(Sermón XLVIII.)

'El ángel tiene nivel también muy alto: los más distinguidos de los maestros dicen (Thomas, S. theol I q. 11 a. 3; y Albertus Magnus, De Caelestis Hierarchi c. 5 § 7.) que cada ángel posee una naturaleza entera . Es como si hubiera un hombre que tuviera todo lo que todos los hombres juntos han poseído alguna vez, lo que poseen ahora y lo que deberán poseer en cualquier momento, en lo que a poder y sabiduría en todas las cosas se refiere, esto sería un milagro y, sin embargo, él no sería más que un hombre, porque este hombre tendría todo lo que tienen todos los hombres y, sin embargo, se encontraría lejos de los ángeles. Así pues, cualquier ángel tiene una naturaleza entera y se encuentra separado de otro, como un animal de otro que es de diferente especie. Dios es rico en esta cantidad de ángeles, y quien llega a conocer este hecho, conoce el reino de Dios. Ella (= la cantidad de ángeles) representa el reino de Dios, así como un señor es representado por la cantidad de sus caballeros. Por eso se dice: «Un señor-Dios de los ejércitos» (Isaías 1, 24 et passim). Toda esta cantidad de ángeles, por sublimes que sean, colaboran y ayudan para que Dios nazca en el alma, es decir: sienten placer y alegría y deleite por el nacimiento; (mas) no obran nada. Allí no hay ninguna obra de las criaturas, ya que Dios opera, Él solo, el nacimiento: en este aspecto les corresponde (sólo) una obra servil a los ángeles. Todo lo que coopera, constituye una obra servil.'
(Sermón XXXVIII.)

'La obra que el ángel opera en Dios (= la obra servil) es tan sublime que nunca maestro o intelecto algunos podrían llegar a comprenderla. Pero, de esta obra cae una astilla-como cae una astilla de una viga que se desbasta (es decir) un resplandor, lo que sucede allí donde el ángel con su parte más baja toca el cielo, por eso reverdece y florece y vive todo lo que hay en este mundo.'
(Sermón XXXVIII.)

'Hay una potencia en el alma (el entendimiento supremo) y no sólo una potencia sino: (una) esencia y no sólo (una) esencia, sino algo que desliga de la esencia... eso es tan puro y tan elevado y tan noble en sí mismo que ninguna criatura no puede entrar sino sólo Dios que vive allí. Ah sí, (lo digo) con plena verdad: Dios mismo no puede entrar tampoco en tanto tiene forma de ser, ni en tanto es sabio, ni en tanto es bueno, ni en tanto es rico. Ah sí, Dios no puede entrar allí con ninguna forma (de ser). Dios puede entrar allí sólo con su desnuda naturaleza divina.'
(Sermón XLII.)

'El entendimiento es el 'marido' de los ángeles dentro del alma, es de la misma naturaleza que los ángeles. Es la parte de los ángeles que está dentro del alma. Coexiste y está comprendido en la naturaleza de los ángeles.... El Espíritu Santo; Este se brinda sólo allí donde se vive con el entendimiento. El entendimiento es la parte suprema del alma donde, junto con los ángeles, tiene una coexistencia y un estar-comprendido en la naturaleza angelical. A la naturaleza angelical no la toca ningún tiempo, lo mismo sucede con el entendimiento que es el «marido» dentro del alma, no lo toca ningún tiempo.'
(Sermón XLIII)

'Dicen los maestros que ninguna criatura no tiene tanto «asentamiento» en sí misma como lo tienen el cuerpo y el alma, y eso que nada sale tanto de sí mismo como el alma en su parte superior.'
(Sermón XIII a.)
'Si nos mantenemos libres de las cosas que se encuentran fuera de nosotros, Dios nos quiere dar, en cambio, todo lo que hay en el cielo y el cielo mismo con todo su poder, ah sí, y todo lo que de él alguna vez ha emanado y lo que tienen todos los ángeles y santos para que sea tan nuestro como es de ellos, e incluso más de lo que me pertenece cualquier cosa.'
(Pláticas instructivas. 23. De las obras interiores y exteriores.)

Dicen los maestros (Cfr. Aristóteles, Physica c. 1, 208 a.) Que inmediatamente por debajo del cielo hay un fuego muy extenso el calor del cual es muy fuerte y, sin embargo, no toca para nada el cielo. Ahora bien, se dice en un escrito (Augustinus, De quantitate animae c. 5 n. 9.) que lo más bajo del alma es más noble que lo más alto del cielo. Pero entonces, ¿cómo puede atreverse un hombre a decir que es un hombre celestial y tiene su corazón en el cielo, cuando cosas tan ínfimas aun pueden afligirle y causarle pena?
(El libro de la consolación divina. Consolación 2.)


'Ningún recipiente puede llevar por sí mismo dos clases de bebida. Si debe contener vino, hay que verter necesariamente el agua, el recipiente debe estar vacío y limpio. Por eso: si tienes que recibir divina alegría y a Dios mismo, debes verter necesariamente las criaturas. Dice San Agustín (Augustinus, En. 2 en Ps. 30 Sermo 3 n. 11.): «Vierte para que seas llenado. Aprende a no amar para que aprendas a amar. Apártate para que seas acercado». En resumen: Todo lo que debe tomar y ser capaz de recibir, debe estar vacío. Dicen los maestros (Aristóteles, De anima II, t. 71.): Si el ojo cuando ve contuviera algún color, no percibiría ni el color que contenía ni otro que no contenía, pero al carecer de todos los colores, conoce todos los colores. La pared tiene color y por eso no conoce ni su propio color ni ningún otro, y el color no le da placer, y el oro o el esmalte no le atraen más que el color del carbón. El ojo no contiene (color) y, sin embargo, lo tiene en el sentido más verdadero, ya que lo conoce con placer y deleite y alegría. Y cuanto más perfectas y puras son las potencias del alma, tanto más perfecta y completamente recogen lo que aprehenden y tanto más reciben y sienten mayor deleite, y se unen tanto más con lo que recogen (y) esto hasta el punto que la potencia suprema del alma, que está desembarazada de todas las cosas y no tiene nada en común con ninguna cosa, recibe nada menos que a Dios mismo en la extensión y plenitud de su ser. Y los maestros [Cfr.. Thomas, S. theol. III q. 3 a. 2 ad4, q. 3 a. 4 y 5.] demuestran que, en cuanto a placer y deleite, nada se puede comparar a esta unión y este traspaso (de lo divino) y este deleite. Por eso dice Nuestro Señor (y es) muy notable: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5,3). Es pobre quien no tiene nada. «Pobre en espíritu» quiere decir: así como el ojo es pobre y falto de color, siendo susceptible de (ver) todos los colores, así el pobre en espíritu es susceptible de aprehender toda clase de espíritu, y el espíritu de todos los espíritus es Dios. El amor, la alegría y la paz son fruto del espíritu. Estar desnudo, ser pobre, no tener nada, encontrarse vacío, (todo ello) transforma la naturaleza: (el) vacío hace que el agua suba por la montaña y (opera) otros muchos milagros de los que ahora no es momento de hablar.'

(El libro de la consolación divina. Consolación 2.)


'Si el hombre fuera capaz y estuviera en condiciones de vaciar una copa por completo y de mantenerla vacía de todo lo que puede llenarla, incluso el aire, la copa, sin lugar a dudas, renegaría de su entera naturaleza, olvidándola, y (el) vacío la llevaría hacia arriba en el cielo. Del mismo modo, el estado de desnudez, pobreza y vacío respecto a todas las criaturas, eleva el alma hacia Dios. Resulta también que la igualdad y el calor levantan hacia arriba. La igualdad se atribuye, en la divinidad, al Hijo, el calor y el amor al Espíritu Santo. Ahora bien, dice Salomón que todas las aguas, es decir, todas las criaturas vuelven a fluir y a correr hacia su origen (Ecl. 1,7). Por eso es necesariamente verdad lo que acabo de decir: La igualdad y el amor ardiente elevan hacia arriba y guían y llevan el alma hasta el primer origen del Uno que es «Padre» de «todos», en el cielo y la tierra (Cfr. Efesios 4,6). Así digo, pues, que (la) igualdad nacida del Uno tira del alma hasta Dios tal como Él es el Uno en su unión escondida, pues eso es lo que significa Uno. Para ello disponemos de un símbolo evidente (offenbâr angesiht): cuando el fuego material enciende la leña, una chispa obtiene naturaleza ígnea y se iguala al fuego puro que está aferrado inmediatamente al lado inferior del cielo. Enseguida se olvida y se deshace del padre y la madre, del hermano y la hermana en esta tierra y sube corriendo hacia el padre celestial. El padre de la chispa en esta tierra es el fuego, su madre es la leña, su hermano y su hermana son las otras chispas, a esas no las espera la primera chispa. Sube apurada hacia su padre legítimo que es el cielo; pues, quien conoce la verdad, sabe muy bien que el fuego, como fuego, no es el padre verdadero, legítimo de la chispa. El padre verdadero, legítimo de la chispa y de todo el ígneo es el cielo. Además hay que notar muy bien que esta chispa no sólo abandona y olvida a su padre y a su madre, a su hermano y a su hermana en esta tierra, sino que se abandona y se olvida y se deshace también de sí misma (movida) por el amor para llegar a su padre legítimo, el cielo, ya que necesariamente ha de apagarse en el aire frío; sin embargo, quiere dar testimonio del amor natural que tiene a su legítimo padre celestial.'

'(...) Además, hay que saber también que en la naturaleza la impresión y la influencia de la naturaleza suprema y más elevada, le resultan a cualquier persona más deliciosas y agradables que su propia naturaleza y ser. El agua corre, por su propia naturaleza, hacia abajo, hacia el valle y en eso radica también su idiosincrasia. Mas, bajo la impresión e influencia de la luna arriba en el cielo, reniega y se olvida de su propia naturaleza y fluye cuesta arriba hacia la altura y este flujo hacia arriba le resulta más fácil que el flujo hacia abajo.'
(El libro de la consolación divina. Consolación 2.)


'El cielo es más abarcador que todo lo que está por debajo de él, por eso es también más noble. Cuanto más nobles son las cosas, tanto más abarcadoras y universales son.'

(Sermón IV.)


'El alma no debe desistir nunca hasta que tenga el mismo poder de obrar que Dios. Así opera junto con el Padre todas sus obras; coopera simple y sabia y amorosamente.'

(Sermón XXXI.)

'El alma está insertada íntimamente en Dios. O mejor dicho: Dios y alma son lo mismo, no hay diferencia. Así, el alma está mucho más cercana a Dios que al propio cuerpo del hombre.
Ah sí, en el Cuerpo de Nuestro Señor el alma está insertada en Dios tan íntimamente que todos los ángeles, los querubines al igual que los serafines, ya no conocen ni saben encontrar ninguna diferencia entre ambos; ya que dondequiera que toquen a Dios, tocarán el alma, y donde toquen el alma, (tocarán) a Dios. Nunca hubo unión igualmente estrecha, porque el alma se encuentra unida a Dios mucho más estrechamente que el cuerpo al alma, los que constituyen un solo hombre.'
(Pláticas instructivas. 20. Del Cuerpo de Nuestro Señor. Como se le ha de recibir a menudo y de qué manera y con qué devoción.)

'El alma toca Dios con las potencias supremas; debido a esto está formada a (semejanza de) Dios.'
(Sermón XXXII.)

«Jerusalén» significa lo mismo que una altura, según dije en (el convento de) Mergarden. A lo que es en la altura se le dice: Desciende! A lo que está abajo, se le dice: Asciende! Si tú estuvieras abajo y yo estuviera por encima de ti, debería bajar hacia ti. Lo mismo hace Dios; cuando tú te humillas, Dios baja desde arriba y entra en ti. La tierra es la cosa más alejada del cielo y se ha acurrucado en un rincón y está avergonzada y le gustaría huir del hermoso cielo, de un rincón a otro. ¿Cuál sería entonces su casa? Si huye hacia abajo, llega al cielo, si huye hacia arriba, tampoco lo puede eludir, él la empuja hacia un rincón y le imprime su fuerza y la hace fecunda.
(Sermón XIV.)

'Dicen nuestros maestros [Aristóteles, De anima I t. 20.]: El alma se llama fuego por la fuerza y el calor y el brillo que posee. Otros dicen que es una chispa de naturaleza celestial. Los terceros dicen que es una luz. Los cuartos, que es un espíritu. Los quintos, que es un número. No encontramos nada que sea tan puro como el número. Por eso querían darle al alma un nombre que fuera puro. En los ángeles existe el número (se habla de un ángel, de dos ángeles) también en la luz existe el número. Por eso se la designa (al alma) de acuerdo con lo más desnudo y puro y, sin embargo, esto no llega a tocar el fondo del alma. Dios que es sin nombre (no tiene ningún nombre) es inefable y el alma, en su fondo, es igualmente inefable tal como Él es inefable. La palabra que denomina al alma, se refiere al alma cuando se encuentra en la prisión del cuerpo, por lo que opina (San Juan) que el alma, al ser capaz de convertir todavía (en objeto) de su pensamiento lo que ella es en sí misma, se encuentra todavía en su prisión. Allí donde presta aún atención a estas cosas bajas y donde recoge algo en su interior por intermedio de los sentidos, allí se estrecha en seguida; pues (las) palabras no son capaces de dar ningún nombre a ninguna naturaleza que se encuentre por encima de ellas.'
(Sermón XII.)

'Dice un maestro: Así como la vista nada tiene que ver con el canto, ni el oído con el color, así el alma en su naturaleza nada tiene que ver con todo lo que hay en este mundo. Por eso dicen nuestros maestros en ciencias naturales [Aristóteles, De an. Y t. 90] que el cuerpo se encuentra mucho más en el alma que el alma en el cuerpo. Así como la bota contiene el vino antes de que el vino la bota, así el alma contiene el cuerpo antes de que el cuerpo al alma.'
(Sermón XVII.)

'...También (las) palabras tienen gran poder; uno podría obrar milagros con palabras. Todas las palabras deben su poder al Verbo primigenio. También (las) piedras tienen gran poder debido a la igualdad que producen en ellas las estrellas y la fuerza del cielo. Si, pues, al igual es tan poderoso en el igual, el alma ha de despegar a su luz natural hacia lo más elevado y puro y entrar así en la luz angelical, llegando con la luz angelical en la luz divina, y así debe estar parada por entre los tres luces en el cruce de caminos, en las alturas donde se encuentran las luces. Allí habla el Verbo eterno infundiéndole la vida; allí el alma cobra vida y da su respuesta dentro del Verbo.'
(Sermón XVIII.)

'Todo como es ordenado, debe haberse subordinado a lo que está por encima. Todas las criaturas no le gustan a Dios cuando no las ilumina la luz natural del alma, de la que reciben su ser, y cuando la luz del ángel no ilumina la luz del alma y la prepara y dispone para que la luz divina pueda operar en ella, porque Dios no opera en las cosas corpóreas, opera (sólo) en (la) eternidad. Por eso el alma debe ser recogida y elevada y debe ser espíritu. Allí opera Dios, allí todas las obras le gustan a Dios. No hay ninguna obra que nunca le plazca a Dios a menos que se realice allí.'
(Sermón XIX.)

'Por la verdad pura del alma entra más en Dios de lo que (entra) cualquier comida en nosotros, más aún: el alma es transformada en Dios. Y en el alma hay una potencia que va segregando lo más basto y está unida con Dios: ésta es la chispa del alma. Más que la comida con mi cuerpo, mi alma se une con Dios.'
(Sermón XX a.)

'El dueño envió a sus criados (Lucas 14, 17). San Gregorio dice que estos «criados» son la Orden de los Predicadores. Yo hablo de otro criado, que es el ángel. Por lo demás, queremos hablar de un criado, al que ya me he referido varias veces, y que es el entendimiento en la periferia del alma donde toca la naturaleza angelical, siendo una imagen de Dios. Dentro de esta luz, el alma se encuentra unida con los ángeles y (incluso) con aquellos ángeles que han caído en el infierno y los que, sin embargo, han conservado la nobleza de su naturaleza. Allí se encuentra esta chispa, desnuda derecha sin ningún sufrimiento, dentro del ser divino.'
(Sermón XX b.)

'La tierra huye del cielo; si huye hacia abajo, llega desde abajo al cielo, si huye hacia arriba, llega a la parte más baja del cielo. La tierra no puede huir a un lugar tan bajo que el cielo no fluya en ella y le imprima su fuerza y la fecundidad, lo quiera ella o no. Así le sucede también al hombre que cree huir de Dios y, sin embargo, no puede huir de Él; todos los rincones lo revelan. Cree huir de Dios y corre a su seno. Dios engendra en ti a su Hijo unigénito, te guste o te disguste, duermas o estés despierto; Él hace lo propio.'
(Sermón XXII.)

'El profeta se maravilla de dos cosas. En primer lugar, de lo que opera Dios con las estrellas, con la luna y el sol. En segundo lugar, su sorpresa se refiere al alma: que Dios hiciera y siga haciendo cosas tan grandes con ella y por medio de ella, porque hace todo cuanto puede por amor de ella. Hace muchas cosas grandes a causa de ella y se dedica completamente a ella y esto se debe a la grandeza con que fue creada.'
(Sermón XXIV.)

'Nadie puede recibir al Espíritu Santo a no ser que viva por encima del tiempo en (la) eternidad. En las cosas temporales el Espíritu Santo no puede ser ni recibido ni dado. Cuando el hombre se aparta de las cosas temporales y se gira hacia su fuero íntimo, percibe allí una luz celestial que ha venido del cielo. Se encuentra por debajo del cielo y, sin embargo, es del cielo. En esta luz el hombre queda satisfecho, y, sin embargo, ella es (todavía) corpórea; dicen que es materia. Un (trozo de) hierro cuya naturaleza consiste en caer hacia abajo, se levanta hacia arriba en contra de su naturaleza y se aferra a la piedra imán debido a la noble influencia que la piedra ha recibido del cielo. Dondequiera que se dirija la piedra, hasta allí se dirige también el hierro. Lo mismo hace el espíritu: no se contenta así sin embargo con esta luz; va avanzando siempre por el firmamento y penetra a través del cielo hasta llegar al espíritu que hace girar al cielo, y que debido a la rotación del cielo reverdece y se cubre de hojas todo lo que hay en el mundo. Pero el espíritu no está satisfecho si no avanza hasta la cima y la fuente primigenia donde el espíritu tiene su origen.'
(Sermón XXIX.)

'Es muy extraño el hecho de que algo emane y, sin embargo, permanezca dentro. El hecho que la palabra emane y, sin embargo, permanezca dentro, es muy raro, el hecho que todas las criaturas emanen y, sin embargo, permanezcan dentro, es muy raro; lo que Dios ha dado y ha prometido dar, es muy extraño, y es incomprensible e increíble. Y está bien que así sea; pues, si fuera comprensible y creíble, no estaría bien. Dios se encuentra en todas las cosas. Cuanto más está dentro de las cosas, tanto más está fuera de las cosas: cuanto más dentro, tanto más fuera, y cuanto más fuera, tanto más dentro. Ya he dicho varias veces que en este instante Dios crea todo el mundo. Todo lo creado alguna vez por Dios, hace seis mil y más años, cuando hizo el mundo, Dios lo está creando ahora todo junto. Él se encuentra en todas las cosas pero, cuando Dios es divino y Dios es razonable, no se encuentra en ninguna parte con tanta propiedad como en el alma y en el ángel, si quieres, en lo más entrañable del alma y lo más elevado del alma. Y cuando digo: «lo más entrañable» me refiero a lo más elevado, y cuando digo «lo más elevado» me refiero a lo más entrañable del alma. En lo más entrañable y en lo más elevado del alma: allí los concibo a ambos juntos en uno solo. Allí donde nunca entró el tiempo, donde nunca cayó el brillo de una imagen, en lo más entrañable y lo más elevado del alma, crea Dios todo este mundo. Todo lo que creó Dios hace seis mil años, cuando hizo el mundo, y todo lo que Dios tendrá que crear después de mil años (con tal de que el mundo exista durante todo aquel tiempo) lo crea Dios en lo más entrañable y lo más elevado del alma. Todo el pasado y todo el presente y todo el futuro, lo crea Dios en lo más entrañable del alma.'
(Sermón XXX.)

'Dios se esconde en la luz angelical y se cubre con ella esperando continuamente el instante en que pueda arrastrarse hacia fuera para entregarse al alma. He dicho también en otras ocasiones: Si alguien me preguntara qué es lo que hace Dios en el cielo, diría: Engendra a su Hijo y lo engendra completamente nuevo y lozano, y al hacerlo siendo un deleite tal que no hace sino realizar esta obra.'
(Sermón XXXI.)

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