viernes, 19 de septiembre de 2014

HUELLAS DE LA JORNADA, José Cueli

Huellas de La Jornada
José Cueli

Dolor que cabalga en las espaldas la muerte que acecha a los mexicanos. Teatro fotográfico en Las Rejas de Chapultepec que congregan cotidianamente a miles de mexicanos. Teatro escritura interna ideológica del periódico que el día de hoy celebra su 30 aniversario. Teatro sueño en que la palabra en la parte inferior de las fotos sólo interviene en este caso como un elemento entre otros. Los pensamientos se transforman en imágenes visuales como si todo la exposición teatral estuviese dominada por única preocupación; la aptitud para la puesta en escena al estilo del teatro de Antonin Artaud.
Cuando Freud habla del sueño evoca la escultura, y la pintura, a lo que agregaría, y en parte la fotografía. Máxime si se presenta serialmente por el paso de los años hasta convertirse en palabra que no es más que un elemento, lugar concéntrico, espacio que se abre, espacio de representación (la idea de Jacques Derrida el filosofo francés llevada al teatro por Artaud).
Bajo la palabra lenguaje (Freud y Derrida) no debe entenderse sólo la expresión del pensamiento en palabras, sino también el lenguaje gestual o cualquier otro tipo de expresión de la actividad síquica como es la escritura fotográfica. La interpretación de una fotografía es de parte análoga al desciframiento de escritura figurativa de la antigüedad, tipo los jeroglíficos egipcios o las pinturas rupestres de las culturas prehispánicas (por ejemplo, las de Malinalco).
En la línea de Artaud, las fotografías de La Jornada van de lo cómico político a lo trágico. Teatro de ensueño, cruel. No crueldad inconsciente sino de la conciencia. No hay crueldad sin conciencia. En términos de la palabra La Jornada, una huella única de nuestros grandes y dramáticos momentos como país. En suma, historia para mirar y mirada para la historia. En concordancia con el pensamiento de Paul Ricoeur (Memoria, historia y olvido, FCE).
Fotografía con elocuencia propia y valor representativo. Escenografía que se resume en la palabra quietud; que no es inercia ni reposo ni sosiego sino marasmo. Culturas indígenas enterradas en busca de salida. Nueva filosofía que da lugar a la escritura interna abre paso en las fotografías que se presentan: San Juanico; motociclista muerto bajo la seguridad como lema; temblor que devastó a la ciudad; mineros desnudos de Real del Monte; miserias del campo y la ciudad expresadas en el semblante de una niña; los asaltabancos; El Chapo; las revueltas de Chiapas y Marcos y la de Chimalhuacan; agua, aguas, y las fotos divertidas de nuestros políticos en situaciones indiscretas. Contrastes de humor cafelechero en el México disociado en que vivimos.
Espléndida labor de esta nueva escritura de los fotógrafos del periódico que abren otra lectura de la vida mexicana. En una de las fotos nuestra directora Carmen Lira (en compañía del gran Gabriel García Márquez), quien ha tenido el talento de mantener la línea fundadora de Carlos Payán y el grupo de periodistas cuyas huellas han quedado en el diario.

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