viernes, 6 de febrero de 2015

MIRABEL, René Avilés Fabila

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MIRABEL – CUENTO DE RENÉ AVILÉS FABILA

Mirabel, mi esposa, era bruja, casi estaba seguro y sólo me faltaban algunas pruebas para proceder a matarla, porque los seres malignos son obra de la mano infernal y no producto de Dios. Desde el principio me sentí atraído por la belleza de Mirabel, por su fino cuerpo, su piel aduraznada y sus rasgos perfectos; pero -y he aquí lo sobrenatural- también me atraía algo que no alcancé a definir y que luego descubrí en medio del pánico: un embrujo disuelto en las primeras tazas de café que me obsequió después de conocerla en un baile de disfraces, donde justamente ella vestía como vieja hechicera medieval. Mis sospechas aumentaron cuando noté que no iba con la frecuencia necesaria a la iglesia y que no llevaba consigo ninguna imagen religiosa y sí, a cambio, como collar, un amuleto indígena: un ojo de venado. Nos casamos y yo comencé a perder el apetito y consecuentemente a debilitarme. Todos los guisos de Mirabel me parecían horrendos y los rechazaba pensando que estarían elaborados con huesos humanos, carne de serpiente y de sapos, plantas extrañas y polvos secretos. Ella, al percatarse, intentaba obligarme a comerlos. Pero yo estaba preparado: había leído todo respecto a brujas y espíritus, vi películas de terror y supe de actos tortuosos. Además, sabía cómo debe reaccionar un buen cristiano ante un embrujamiento: con la cruz y la espada.
En las mañanas, al afeitarme, me revisaba la yugular por si Mirabel era vampiro y aprovechando mi pesado dormir bebía mi sangre. No, las cosas iban por otro rumbo. Una noche descubrí que el sueño agobiante y lleno de tremendas pesadillas se debía a que mi esposa arrojaba en la leche una pastilla blanca. En ese instante decidí poner en juego todo mi valor y mi astucia para eliminar el maleficio que me rodeaba y amenazaba con matarme o con algo peor, vender mi alma al diablo. Fingí beber el asqueroso líquido y utilizando un descuido lo tiré en el baño, luego bostecé, y fui al lecho nupcial donde tantas veces malignos deseos me acometieron y poseí salvajemente a la perversa mujer, sin duda impulsada por hierbas afrodisíacas y pecaminosas. Era el momento indicado: llovía, y fuera del ruido del agua había un silencio sepulcral. Cerca de las doce simulé dormir y, como lo esperaba, mi esposa entró, me movió, dijo tres veces mi nombre; al no obtener respuesta, de un pequeño sobre sacó un libro negro: malvados rezos e invocaciones a Satanás y dejó el cuarto. Al poco rato escuché sus pasos en la cocina y percibí aromas muy extraños. Tratando de ser cauto fui a vigilarla de cerca y desde la puerta espié: un dantesco espectáculo se mostraba impúdicamente: Mirabel, con los ojos enrojecidos, trabajaba sobre un caldero. Maldecía, consultaba el libro negro y con un cucharón agitaba el espeso y oscuro líquido. Ahí la prueba definitiva, más no podía exigirse. Ahora sólo tenía que actuar rápido. A estas alturas del siglo imposible enjuiciarla y quemarla viva en leña verde en la plaza principal: yo tendría que ser el juez y verdugo que salvara a la sociedad de un peligro semejante. Hice acopio de valor, pues confieso que el miedo me petrificaba y mis movimientos parecían darse en cámara lenta, desandé el camino, tomé el revólver y volví a la cocina. Grité, ¡muere en nombre de Dios, monstruo malvado!, y disparé toda la carga del cilindro. Un horrible chillido fue todo lo que pude escuchar. Luego permanecí inmóvil ante el cadáver de la bruja tal vez esperando algo insólito, pero nada sucedió. Entraron la policía y los vecinos y yo permanecía en la misma posición: ahora rezaba y daba gracias al cielo por permitirme llevar adelante mi obra.
Fue después, durante el proceso, que supe la verdad. Mirabel no era bruja. Simplemente quería darme una sorpresa al notar que sus guisos no eran de mi agrado: por las noches practicaba la cocina y las pastillas que disolvía en la leche eran polivitaminas con las que deseaba anular mi debilidad. La vez de su muerte tenía los ojos enrojecidos porque en el caldero había demasiados condimentos y el libro negro resultó ser un modesto recetario.
Mi castigo no es la prisión, sino el obsesionante recuerdo de la belleza de Mirabel. Por eso en las noches me oyen gritarle, llamarla, exigir un hechizo que me la regrese. Y luego febrilmente me enfrasco en las posibilidades de encontrarla en el otro mundo si es que ella perdonó mi estupidez y si es que hay otro mundo, porque ahora que mis lecturas son libros científicos, lo dudo.
(Tomado del libro “TODO EL AMOR”, de René Avilés)

René Avilés Fabila

René Avilés Fabila

René Avilés Fabila es un notable exponente iberoamericano de la prosa narrativa contemporánea, cuya obra ha sido incluida en multitud de antologías, traducida a diversos idiomas y analizada por múltiples estudiosos de distintos países. Licenciado en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Realizó estudios de posgrado en la Universidad de la Sorbona en París. Es catedrático universitario desde hace 50 años de la UNAM y, desde hace 36, de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).Inició su carrera literaria en 1960. Se formó principalmente con los escritores Juan José Arreola, Juan Rulfo, José Revueltas, Ermilo Abreu Gómez y Francisco Monterde. Su primera novela Los juegos, data de 1967. Y a ella han seguido otras más como El gran solitario de Palacio, Tantadel, La canción de Odette, Réquiem por un suicida, El reino vencido y El amor intangible. Dentro del periodismo ha desarrollado una vasta y valiente labor ampliamente reconocida, orientada hacia el análisis político y la divulgación cultural. Fue colaborador desde los años sesenta y setenta de diversos periódicos mexicanos de circulación nacional como El Día, El Universal, El Nacional, Diario de México y Unomásuno, del que fue fundador. Fue editorialista de Excélsior entre 1981 y 1998 en el que fue Director de su sección cultural (!984-1986) y posteriormente fundador y director del suplemento cultural El Búho (1985-1999). Ha sido colaborador de múltiples revistas nacionales como Siempre!, La Crisis, Diorama de la Cultura, Conservatorianos, Revista de la UNAM, Mester y Casa del Tiempo. Entre las internacionales destacan sus artículos para Casa de las Américas de La Habana. En 1965 obtuvo la beca del Centro Mexicano de Escritores, entonces dirigido por Juan Rulfo, Juan José Arreola y Francisco Monterde. Con esta beca escribió su primer libro de cuentos Hacia el fin del mundo, editado por el Fondo de Cultura Económica. De 1994 a 2000 fue becario del Sistema Nacional de Creadores y jurado en la rama literaria 2002-2004. Desde 1996 es miembro de la Sociedad Europea de Cultura (Venecia). En 2010 la Universidad Autónoma Metropolitana le nombró “Profesor Distinguido”. Al mismo tiempo se le rindió homenaje en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM).2 y en enero de 2011 el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a través del Instituto Nacional de Bellas Artes lo reconoció como Protagonista de la Literatura Mexicana.
Premios y distinciones: Mención del Premio Casa de las Américas (1972), Premio Nacional de Periodismo del Club de Periodistas de México por mejor suplemento cultural en El Búho en 1990, Premio Nacional de Periodismo de México por divulgación cultural (1991), Premio Nacional de Periodismo del Club de Periodistas de México por mejor artículo de fondo (1992), Premio Planeta de novela que declara finalista a su novela Réquiem por un suicida (1993), Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada por su libro Los animales prodigiosos (1997), Designación como Ombudsman defensor de los periodistas del diario regional Síntesis’, editado en Puebla, Tlaxcala e Hidalgo (2006), Recipiendario de la copia de la cédula Real de la Fundación de la ciudad de Puebla de los Ángeles (2010), Recipiendario del Premio “Alux a la Eminencia” por el diario regional Síntesis’ (2010), Recipiendario de la medalla Veracruz por sus méritos literarios por el Gobierno del Estado de Veracruz (2010), En 2010 la Universidad Autónoma Metropolitana le nombró Profesor Distinguido.Ha recibido múltiples homenajes por 25, 40, 25, 40, 45 y 50 años como escritor organizados por la UNAM, la UAM, el IPN, el CNCA, el INBA y el FCE, entre otras instituciones. La Universidad Juárez Autónoma de Tabasco le pone su nombre a la Feria del Libro de 2014, al mismo tiempo le entrega el Premio Mallinali. Es nombrado Presidente del Premio Nacional de Periodismo, edición ciudadana, 2014.Doctor Honoris Causa por la Universidad Popular Autónoma de Veracruz, UPAV. Medalla al Mérito Artístico de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, 2013. Medalla Bellas Artes 2014.En 2014, como parte de los homenajes realizados en su honor por la Benemérita Universidad de Puebla, BUAP, es creada la Colección Literaria para Jóvenes Escritores “René Avilés Fabila”.

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