Un placer que se convierte en vicio y da momentos de felicidad: Juan Domingo Argüelles
“Leer, experiencia de una minoría a la que todos podemos pertenecer”
El propósito de la existencia es tratar de ser felices y tener alegría, pero entre todas las cosas que podemos disfrutar están los libros
Desconfío de la idea de que la gente no lee porque es caro
Los títulos que no me interesan se vuelven como parásitos en los libreros
Ampliar la imagenA veces, el destino de las bibliotecas personales es el remateFoto: Luis Humberto González
Los 10 mil libros que atesora el poeta y crítico literario Juan Domingo Argüelles están ordenados alfabéticamente en un laberinto que antes era el estudio; ahí se encuentran concentrados la mayor parte de los volúmenes, pero los diccionarios de política, música, autores mexicanos, americanismos, así como revistas y periódicos, se fueron acumulando hasta que invadieron las recámaras de sus hijos.
El autor de títulos como Canciones de la luz y la tiniebla, Cruz y ficciones, Agua bajo los puentes y A la salud de los enfermos, señaló que su biblioteca es de uso y todos los libros tienen una utilidad porque constantemente escribe sobre lo que más le apasiona: la lectura.
“Tengo una sección importante de títulos sobre lectura y he escrito varios, así que busco alimentarme de esos otros muchos libros que se han publicado sobre el tema. Esa parte la tengo muy presente en mi biblioteca.”
El poeta compró sus primeros ejemplares en 1973, cuando estudiaba la preparatoria. Eran títulos de literatura, sociología, historia y filosofía, que eran muy baratos por ser de colecciones cubanas y de Porrúa. También adquirió los Breviarios y la Colección Popular del Fondo de Cultura Económica.
“Comencé mi afición a la literatura con libros del boom latinoamericano y de poesía española. Una buena parte, 70 por ciento de los volúmenes, son de narrativa, de autores como Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, después se fue ampliando con escritores de otras geografías.
“Nunca pensé en hacer una biblioteca, en realidad se fueron acumulando y con cada mudanza, en esa etapa de estudiante, veía que iba creciendo la cantidad de libros, a grado tal que siempre trasladaba cajas de libros de una casa a otra.”
Los libros que han acompañado a Juan Domingo Argüelles y que todavía conserva en su biblioteca son en su mayoría de poesía, así como diccionarios de todo tipo. Sin embargo, en los libreros se pueden observar obras como Carmen, Tristán e Isolda,La Valquiria, Don Giovanni, no podría faltar el texto de Don Quijote, y hasta una colección de biografías temáticas de la editorial Prensa Española, que compró en una librería de viejo.
“En los libreros hay de todo. Tengo libros de arte sobre pintura, escultura y mucha poesía. También están los textos que he comprado en librerías de viejo como la Poesía Completa de Rubén Darío editado por Aguilar. Pero no siempre buscó las primeras ediciones, si las llego a encontrar me alegra mucho, aunque ese no es mi propósito.”
Hay libros –prosiguió el escritor– que me han obsequiado autores y editoriales, pero si saco cuentas son más lo que he comprado por una razón muy sencilla: hay libros que se vuelven como parásitos en la biblioteca personal. Llegan títulos que no me interesan demasiado, pero los colocó en los libreros, entonces se van llenando de libros que uno no quería tener, así que cuando tengo dos ejemplares de un mismo libro y sé que le interesa a una persona ese texto se lo regalo.
Recordó que en una ocasión en una librería de viejo encontró de Emmanuel Carballo, Diecinueve protagonistas de la literatura mexicana del siglo XX, “que es un libro que no todo el mundo tiene y cuando Carballo vio esa primera edición me dijo: ni siquiera yo lo tengo tan bien conservado. El que tengo ya no tiene ni solapas, ni pasta”.
El poeta y crítico señaló que acude a las librerías de viejo porque es una excelente oportunidad para encontrar títulos que no tienen las librerías de novedades, que sólo venden bestsellers. “Es sorprendente buscar un libro de un escritor contemporáneo destacado, como Susan Sontag, en las páginas de Internet de Gandhi, el Fondo o el Sótano, y resulta que no hay títulos de una autora tan importante como ella porque los que están circulando son libros con una salida inmediata.”
Reconoció que no es un coleccionista de primeras ediciones, que sólo busca ese tipo de libros por su aspecto y calidad de papel, ya que esas personas acostumbran a vender e intercambiar las obras.
Para el también ensayista, hay distintos tipos de librerías de viejo, como libreros que saben lo que están vendiendo. “Si tienen la primera edición de Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez, saben que lo pueden vender en un precio alto, pero la librería de viejo también facilita mucho la lectura de los estudiantes, quienes pueden encontrar una edición de segunda mano de Juan Rulfo, Carlos Fuentes o Vargas Llosa, y en este caso, no son libros caros.
“Yo desconfió un poco del concepto de que la gente no lee porque los libros son caros. Desconfió porque las personas muchas veces no ponen reparos a ciertas cosas, a ciertos productos, a ciertos materiales, aunque parezcan caros. No se pregunta si es cara una comida, un regalo, un vestido, y aún si le parece caro y tiene el anhelo de comprarlo, ahorra y lo compra.
“Pero no es el caso de los libros. Gabriel Zaid dice que el problema de los libros es el valor que le damos porque una persona que cree que el libro es valioso no le parecerá caro pagar 150 pesos, pero la gente que no considera un libro como algo valioso, hasta un ejemplar de 70 pesos puede ser carísimo porque no le interesa.”
El poeta, que ha reflexionado sobre el tema de la lectura en algunos de sus libros, aseguró que leer es un placer que con el tiempo se hace vicio y proporciona momentos de felicidad.
“La lectura cuando prende realmente o como dice Gabriel Zaid –un poco regresando al símil de fumar– cuando uno le da el golpe al libro, envicia y difícilmente podrá apartarse de los libros. Un lector al igual que un fumador no se conforma con leer sólo un libro; tengo la impresión de que los discursos de la lectura son demasiado severos y ambiciosos en un sentido moral, y ponen poca importancia al placer, a la felicidad.
“Es claro que no podemos leer todos los libros que se editan en el país; es claro que nadie puede leer todo y aún dedicando toda nuestra vida a ello no tendremos posibilidades de abarcar aquello que nos interese.”
Juan Domingo Argüelles al igual que Alberto Manguel, considera que la lectura es una experiencia de minorías a la que todos podemos pertenecer.
“Aparentemente no a todo el mundo le gusta leer, pero mucha gente dice que no lo hace porque nunca ha tenido una experiencia de lectura y tampoco la oportunidad de acercarse a los libros y conocer mundos extraordinarios.
“No creo que el propósito de la vida sea la de leer libros, el propósito de la existencia es tratar de ser felices y tener alegría, pero entre todas las cosas que podemos disfrutar están los libros. Los escritores para escribir tienen que vivir, contar experiencias. Hay autores correctos con libros correctos y no encuentro nada apasionante en ellos porque no me dicen más de lo que han leído, no están las experiencias que han vivido. Los libros más profundos lo que reflejan son conflictos humanos.”
El poeta y crítico literario dedica mucho tiempo a la lectura, sin embargo en fechas recientes le estaba quitando tiempo al sueño y a otros aficiones porque leía en todo momento y donde sea.
“Por supuesto no he leído todos los libros de la biblioteca, pero siempre están ahí y me pueden servir. Con los libros que tengo pocas veces he necesitado ir a bibliotecas especialmente para buscar información.
“Me gusta releer frecuentemente poesía de Antonio Machado, Rubén Darío, Francisco de Quevedo, Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde, y otros más de ensayo y narrativa que los considero importantes. Leo aquello que me da la satisfacción, no de saber que necesariamente coincido con los autores, porque de alguna forma te enseñan a no estar tan seguro de las cosas en las que uno cree, son libros que te liberan de prejuicios”.
Al referirse al destino de su biblioteca, Juan Domingo Argüelles expresó que será una herencia para su hija, que también se dedica a la escritura. “Creo que sólo le puedes dejar libros a alguien que los aprecia, de otro modo no le veo sentido haberse esforzado por coleccionarlos porque al final de cuentas, muchas veces el destino de las bibliotecas personales es el remate en librerías de viejo”.
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