Eloísa y su Príncipe: un premio para los libros de cartón
Esther Andradi
La Boca es uno de los barrios más emblemáticos de Buenos Aires. Cuna de la inmigración, del tango y meca del futbol, el turismo peina sus calles, sus cantinas y conventillos en busca de emociones. Pero más allá del trajín turístico, en la Boca profunda, se encuentra la esquina de Eloísa Cartonera, la editorial y cooperativa que acaba de ser distinguida con el Gran Premio Príncipe Claus de Holanda 2012 por su compromiso con el arte y la sociedad donde vive. El Gran Premio, que se otorga anualmente en Amsterdam, dotado de cien mil euros, reconoce a Eloísa “la excelente calidad estética y literaria de sus libros hechos a mano, por crear belleza, democratizar la literatura y ser pionera en un modelo de producción cultural a pequeña escala y de base artesanal que contrarresta el paradigma neoliberal“, según el jurado. Además, continúa la fundamentación, “Eloísa Cartonera ha transformado el libro de un objeto inalcanzable en una fuente accesible de placer, conocimiento y desarrollo personal.“
Un pequeño local con dos ventanales abiertos de par en par, pintados en todos los colores del filete porteño, son los vitrales de este santuario profano. Aquí trabajan diariamente los miembros de la Cooperativa No hay Cuchillo sin Rosas, que se convirtió en paradigma de la creatividad en plena crisis. A fines de 2001, cuando los bancos quebraron, la gente perdió sus ahorros y más del 50 por ciento de la población argentina descendió al umbral de la pobreza. Los desocupados invadieron las calles y familias enteras se lanzaron a reciclar basura para sobrevivir. Así nacieron los cartoneros, recogiendo con sus carretillas el cartón desechable en negocios y casas.
Si no había dinero para comprar alimentos, menos se podía hablar de libros. El papel, importado de Brasil, era muy caro. Fue entonces que el escritor Santiago Vega (Washington Cucurto) y el artista plástico Javier Barilaro convocaron a otros artistas para inventar una nueva forma de hacer libros, reciclando los desechos de cartón y generando mano de obra en esa comunidad devastada. ¿Cómo? El colectivo compraba el cartón a los cartoneros, que recibían un pago diario por el cartón, bajo la concepción del precio justo. "Así se rompía la cadena de compradores que obtienen el cartón a bajo precio y lo venden a un comprador más grande. La idea siempre fue sumar a un sector postergado, que le terminó dando más repercusión mediática al proyecto“, cuenta Miranda, miembro de la Cooperativa. Un buen número de escritores reconocidos, como Tomás Eloy Martínez, César Aira o Ricardo Piglia, donaron inéditos. El contenido de los libros se copiaba en esténcil y las tapas se pintaban a mano. Con témperas de diferentes colores y diseños, cada ejemplar era único. Pronto se sumaron al proyecto las personas que recogían el cartón, y comenzaron a confeccionar y pintar los libros. A ellos se les pagaba por hora; el resto, escritores y editores, trabajaban ad honorem.
Así surgió la editorial Eloísa Cartonera. Y según dicen, la denominaron Eloísa porque era el nombre de una muchacha que en aquel momento había deslumbrado a Javier Barilaro. Aunque éste lo niega.
Ha pasado una década de todo aquello. Hoy Eloísa Cartonera es una Cooperativa con una decena de miembros que se autosustenta con la venta de libros. El libro cartonero fue conquistando a sus lectores desde la calle, en ferias populares, festivales, conciertos. Llegar a las librerías fue más difícil. Al principio no les gustaba el precio tan bajo, algunas ni siquiera consideraban que se trataba de libros. Todavía hoy, no faltan escritores y editores que se espantan frente al libro objeto de cartón. "Pero Eloísa logró crear un público deseoso de libros breves, fáciles de adquirir, baratos y con autores de vanguardia, desconocidos en Argentina, como Dani Umpi, Enrique Lihn o José Emilio Pacheco“, aclara Miranda. Entretanto, la cartonera fue sumando obras de Horacio Quiroga, Rodolfo Walsh, Julio Cortázar, Copi, Néstor Perlongher, Ricardo Zelarrayán o Salvadora Medina Onrubia. En 2005 ya había conseguido una imprenta, una Offset Multilith, y pasaron de tiradas de doscientos ejemplares a quinientos e inclusive a mil. Poco después los libros cartoneros se exhibieron en arteba, la más grande exposición y mercado de arte de la capital argentina.
Actualmente, Eloísa tiene un catálogo de casi doscientas obras, muchas de ellas hasta antes inéditas, de escritores consagrados y noveles de Argentina y América, además de un gran número de antologías de poesía contemporánea de diferentes países latinoamericanos. Recientemente acaba de incorporar el microrrelato a su colección, con la edición de Cartón lleno, una selección que reúne a veintiocho autores argentinos contemporáneos.
"Es una gran alegría que gente tan lejana a nosotros reconozca el trabajo que venimos desarrollando desde hace ya diez años", dice Washington Cucurto al comentar el Premio Príncipe Claus. ¿Qué cambió en esta década para la Editorial? "La carto ha crecido", confirma María, "hemos editado muchísimos libros nuevos, hemos recorrido las ferias de las provincias, hicimos talleres, conocimos un montón de lectores. Compramos una hectárea de tierra en Florencio Varela en donde pensamos construir un espacio alternativo de producción y creación popular. Esto es sólo el comienzo."
El modelo Eloísa se ha multiplicado. Han nacido casi cien editoriales cartoneras en todo el mundo, "todas experiencias inspiradas en la nuestra, en América Latina, Europa, en Mozambique y hasta en China“, dice María. "Y nos da mucha alegría que este sistema de los libros de cartón pueda aprovecharse en otros países. Además tiene la ventaja de que cada proyecto es independiente y se desarrolla según las necesidades e intereses de cada colectivo."
Pero Washington Cucurto y María ya sueñan con la próxima década: "Nos gustaría fundar una escuela de poesía, libre y gratuita. Hacer más libros, nuevas colecciones, recuperar algunas técnicas de impresión olvidadas, incorporar nuevos compañeros, trabajar cada día más, siempre con alegría".
No hay comentarios:
Publicar un comentario