sábado, 16 de febrero de 2013

ALEJANDRA PIZARNIK: UN LUGAR POR LA POESÍA, Karina Castaño *

*Tomado del Periódico de Poesía de la UNAM.
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Alejandra Pizarnik: un lugar por la poesía 

 
Por Karina Castaño
 
raros-56-pizarnik.jpgLa poesía de Alejandra Pizarnik es sin duda una de las más poderosas. Su escritura se caracterizó una caótica unidad temática; en torno a la noche, la muerte, la soledad y la tristeza, giró buena parte de su escritura. Su vida sirvió en mucho como inspiración, ya que los temas que exploró están íntimamente relacionados con su forma de asumir el diario vivir. En este sentido, su obra apunta a dos direcciones. Por un lado, la que pregunta por el sentido de la vida, a partir de un sufrimiento constante y la segunda, la que sirve como escenario o como telón de fondo a esos sentimientos, es decir, la cotidianeidad. Ambos puntos otorgan a su obra una dimensión muy humana, alejada de las pretensiones retoricistas o grandilocuentes. Revisemos este poema de su primer libro, La tierra más ajena de 1955.

Humo

Marcos rozados en callado hueso
agitan un cocktail humeante
miles de calorías desaparecen
ante la repicante austeridad
de los humos vistos de atrás
dos manos de trébol roto
casi enredan los dientes separados
y castigan las oscuras encías
bajo ruidos recibidos al segundo
los pelos ríen moviendo
las huellas de varios marcianos
cognac boudeaux-amarillento
rasca retretes sanguíneos
tres voces fonean tres besos
para mí para ti para mí
pescar la calandria eufórica
en chapas latosas

ascendente faena!

Temáticamente el poema aborda de forma un tanto velada, los conflictos de la poeta respecto a su condición física. Recordemos que uno de sus conflictos permanentes fue el relacionado con su apariencia física. Lo que la llevó a consumir diversas medicamentos y drogas. En este poemas, la voz poética apela a un campo semántico relacionado con alcohol y pastillas, lo que más tarde desemboca atinadamente en una atmósfera enrarecida donde todo tiene lugar: “las huellas de varios marcianos/ cognac boudeaux-amarillento/ rasca retretes sanguíneos”. Buena parte de la crítica ha calificado a la poesía de Pizarnik como surrealista, esto porque se ha caracterizado por establecer relaciones inéditas e inconexas, creando con ellos, un tono críptico.

La importancia de esta poeta en la tradición lírica latinoamericana reside en la construcción de un yo que habita un mundo hecho a partir de recuerdos desgarrados de infancia. En este sentido, la infancia se vuelve un lugar que también merece la pena ser explorado, pues hay en él una serie de tropos que Pizarnik transformó en poéticos y que sin duda son sello de identidad:

No más las dulces metamorfosis de una niña de seda
sonámbula ahora en la cornisa de niebla
su despertar de mano respirando
da flor que se abre al viento

De lo anterior se desprende un tema que resulta ineludible al momento de hablar de la poeta argentina; me refiero a la enorme oleada de malas imitadoras, ésas que han llevado hasta el mediocre cansancio el tema de la infancia, las suicidas y las flores marchitas. Como sea, esto ya no es asunto de Pizarnik, pues tiene que ver con una desafortunada recepción. El hecho es que algún modo, deja en claro, la herencia o impronta que su poesía ha dejado.

Me ha interesado hacer estos brevísimos apuntes sobre la lírica de Alejandra Pizarnik y dejar del lado su obra narrativa y crítica. Básicamente porque quise reflexionar sobre la aportación de esta escritora a la tradición poética latinoamericana y creo que ésta se relaciona con la construcción de una voz poética auténtica cuyos matices van de la infancia como un lugar y la nostalgia o tristeza como estados que se imbrican con lo cotidiano:

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler,
mi vida, déjate enlazar de fuego, de silencio
ingenuo, de piedras verdes en la casa
de la noche, déjate caer y doler, mi vida.

De la obra poética de Alejandra Pizarnik hay mucho que decir, este texto sirve apenas como un apunte o esbozo de una reflexión personal sobre lo que considero, la aportación de Pizarnik a la lírica latinoamericana.

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