LA
ESTIRPE DE ANTEO
Baal,
el enemigo de Eros, crece y se agranda,
ante
otras cruzadas que pretenden
hacer
del amor, un mercadeo
y
no permitir a las sibilas ver al horizonte.
Baal,
con cuna norteña y el alma en los bancos,
ha
creado otro arco a Constantino,
y
ni Virgilio desea darle crédito, ni visitarle.
La
libertad se encuentra en la mano,
en
la mirada, en el corazón y en el sexo,
a
condición de que haya amor y verdad.
La
mentira se viste de noches de verano sin luna,
dueña
de la oscuridad del valle, sólo prohíbe,
nada
alienta, porque sólo la nada la alimenta.
La
nidada del alma reclama a Tarquino
que
Lucrecia lo haya recibido sin voluntad;
y
que no la llevara al monte Himeto.
Es
la estirpe de Anteo que pide a su progenie,
a
Poseidón y Gea, acabe con Baal y sus perturbaciones.
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