CON
MÚSICA DE HAYDN
Volver hasta el origen de las tempestades,
las primigenias tempestades de los amaneceres,
el alba de todos los tiempos, para saber
con prisa y con contento, las suavidades
que nos fueron heredadas por las memorias.
Regresar, cada vez que queramos y añoremos
a conocer las pequeñas cosas fundacionales,
las que vale reproducir con la mirada y los hechos
para entregar a los demás, como un amanecer
henchido de eternidad y de esperanzas.
Ir al frente, al futuro, adelantar momentos
con la memoria de lo insospechado
que vive en cada piedra de nuestras lozas
de nuestros monumentos, de lo repetible,
para hacer de la tradición una presea.
Caer en el presente, con el tiempo en ascenso,
sin importar que los tropiezos dicten
yerros y reiteraciones, sacudimientos
de nuestros fantasmas: como un azogue
de nuestras crónicas calamidades.
Imitar a la naturaleza, sin olvidar que es
puerto nativo, volver a leer la teología en los
pájaros
que Owen encontró en el Xinantécatl.
Ir a la placenta de nuestras inmersiones
iniciales, para encontrar nuestro personal
mar materno, sin olvidar el ancestral destino.
Un panteón de obscenos recuerdos es la memoria
que fluye a nuestro paso para hacernos recuerdo.
Este poema es mío; de próxima aparición en el libro "Liturgia, Amaneceres y otros poemas", que me publicará el Consejo Editorial de la Administración Pública del Gobierno del Estado de México.
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