Las razones por las que un hombre o una mujer escriben y que lo convierten en un escritor o poeta, son múltiples e insólitas, extravagantes o irreverentes, contestatarias o tiernas.
Allen Ginsberg decía que escribía porque le gustaba cantar cuando estaba solo y porque no tenía ninguna razón, porque no tenía un por qué, y porque era la mejor manera de expresar todo lo que le viene a la mente en el espacio de un cuarto de hora o de toda una vida. Umberto Eco dijo que sus hijos habían crecido y ya no sabía a quién contarle sus historias.
Juan Marse escribió que escribía novelas por puro placer estético, esto es, para sentirse vivo, para crear criaturas imaginarias, y con la vida que no pudo vivir, conjurar así la nada y el olvido, como una forma de la felicidad, y que escribía para sobrevivir a su infancia y salvar de la nada algunas imágenes, algunos sentimientos y emociones de la infancia. Miguel Otero Silva dijo que escribía porque no pudo ser ni concertista, ni pintor, ni abogado, ni ingeniero, ni deportista, ni guerrillero, ni militante del partido comunista, ni orador parlamentario, ni senador.
La naturaleza no lo había dotado para el ejercicio de las anteriores profesiones y como político sus brillantes discursos solo se le ocurrían cuando ya se había clausurado el debate. Rubén Fonseca dijo que en el principio el amor por la imaginación (soñar, inventar ideas, fabular) lo llevó al amor por la lectura y que el amor por la lectura lo llevó al amor por la escritura y tuvo deseos de crear todo aquello que admiraba pero pronto descubrió que escribir era a veces aburrido, desesperante y fatigoso y que perseveró porque es difícil abandonar un trabajo cuyo aprendizaje ha exigido mucho tiempo y esfuerzo. Graham Greene dijo que escribía por necesidad, que si tenía un forúnculo y estaba maduro, lo apretaba. Wole Soyinka dijo que suponía que era su lado masoquista.
Rafael Alberti dijo que escribía para comunicarse lo más claramente posible con aquellos que lo leían y le escuchaban. Cioran ha escrito que para él escribir es vengarse. Vengarse contra el mundo, contra sí mismo. Casi todo lo que escribió fue el producto de una venganza. Gesualdo Bufalino escribió que se escribe para vencer dentro de uno mismo la amnesia, pero ¿no se escribe también para ser feliz? se pregunta. Se escribe para jugar, ¿por qué no? La palabra es un juguete, el más serio, el más fatuo, el más caritativo de los juguetes del adulto.
Como hacer el amor
Tomás Borge dijo que escribir es como hacer el amor, y escribir un primer libro es como hacer el amor por primera vez. Nadie soportaría la tentación de seguir haciéndolo hasta la consumación de los siglos. Germán Espinosa ha elegido responder que escribe para justificarse o bien que si llegase a descubrir por qué escribe, dejaría de escribir pero que en honor a la verdad escribe porque en él la fantasía prima sobre la razón.
Gabriel García Márquez dijo que escribía para que sus amigos lo quisieran más. Alexandre Kouchener dijo que escribía porque en ello encontraba placer y alegría y que pensaba que el don poético habita al poeta como un instinto biológico, como la abeja que no se pregunta porque recoge “la ofrenda de las flores” y al hacerlo fecunda las plantas. Osvaldo Soriano no ha sabido con precisión por qué escribe, sin embargo arriesga una respuesta al decir que primero está el placer, la sensualidad de las palabras que elige para abrir el espacio de libertad en el Universo que va a construir el texto que él escribe, esto es, responde a la necesidad de escribir por el placer de escribir, lo que no deja de producir angustia y sabe el precio que tiene que pagar pero también escribe para compartir la soledad.
Henry Miller dijo que escribir es como la vida misma, es un viaje de descubrimiento y todo lo que hace lo hace por la mera alegría de hacerlo. No le preocupa que lo entiendan el lector corriente ni el crítico y tan pronto como oyó su propia voz quedó encantado, y el hecho de que fuera una voz diferente, distinta, única, le sostuvo.
Una actividad que nos ayuda a vivir
José Agustín Goytisolo dijo que escribir le ha ayudado a vivir, a estar alegre entre tanto desastre y tanta miseria moral, entre tanta mediocridad y cobardía y que uno siempre escribe por carencias profundas, por desequilibrio. Comenzó a escribir, dijo Manuel Vásquez Montalbán, porque quería ser grande, rico y bello. Leonardo Sciascia dijo escribo porque le gusta escribir, porque el hacerlo se ve escribir y se siente vivir además de existir.
Marguerite Duras, sarcástica, ha dicho que hostigada por esa pregunta no tenía nada que decir al respecto, que nunca ha sabido nada sobre esa extraña actividad. Jaroslav Seifert dice que quizás se escribe por ese deseo que existe en cada ser de dejar una huella. Peter Schneider más cauteloso terminó diciendo que no había escrito lo suficiente para reflexionar sobre esta pregunta. A mí me gustaría decir porqué escribo, para terminar con esta caza de citas, con un poema titulado Poema:
Amo las palabras/ con las que te amo/ y escribo porque estoy/ enamorado de la lluvia/ del viento de la tarde/ de los besos de las manos/ de tus caricias de tus ojos/ que me sueñan de tus noches/ junto a mí de tu voz que me susurra/ de tus silencios cuando callas/ de tu presencia cuando/ te tengo de tus pasos/ cuando caminamos juntos/ de tu pelo cuando lo estremece/ el viento de tus palabras/ que son como brazas ardientes/ escribo para conjurarte/ contra la muerte y no dejes/ de existir y te quedes para/ siempre en éste poema/ y en éste corazón/ y en ésta mano/ que te escribe siempre.
Una vocación muy pura
Con o sin vergüenza el escritor o el poeta escribe porque es su vocación más pura y encuentra la forma a través del lenguaje de embellecer el mundo envilecido en el que vivimos, porque es su destino más inexorable escribir como un explorador de nuevos mundos por construir o conquistar, el lenguaje es un continente que se ha propuesto descubrir y el instrumento más maravilloso que le permite seducir, imaginar, delirar las historias más increíbles y bellas que su mente y la realidad y la historia construyen y que pasan por su corazón y su mano que las escriben. Escribir es el ejercicio de la imaginación que le hace decir a Einstein que la imaginación es superior al conocimiento.
Escribir no es oficio para decir cosas bonitas ni enamorar doncellas ni un esnobismo para llenarse los bolsillos de dinero porque ya sabemos que en una sociedad que no respeta la condición de escritor es lo que menos logrará si pretende hacer de la palabra una mercancía del mercado para congraciarse con el poder o las academias o el establecimiento.
El deber revolucionario de un escritor es escribir bien, dijo alguna vez García Márquez, y en ese deber están incluidas su ética y su estética literaria. No es tampoco un ejercicio de individuos privilegiados pero si de una sensibilidad distinta al común de todos los hombres, porque no todos tienen la sensibilidad del lenguaje y su enamoramiento para escribir. Acaso se escribe porque se ama el lenguaje como a una mujer o la vida, y nos alucina y maravilla como la creación más fervorosa del ser humano. El día que el hombre sienta alucinarse por el poder del lenguaje o las palabras será poeta y estará condenado a vivirlo en todos los instantes de su vida y aprenderá a amar y a vivir la vida con poesía.
Por Antonio Acevedo Linares
Poeta, ensayista y sociólogo
Juan Marse escribió que escribía novelas por puro placer estético, esto es, para sentirse vivo, para crear criaturas imaginarias, y con la vida que no pudo vivir, conjurar así la nada y el olvido, como una forma de la felicidad, y que escribía para sobrevivir a su infancia y salvar de la nada algunas imágenes, algunos sentimientos y emociones de la infancia. Miguel Otero Silva dijo que escribía porque no pudo ser ni concertista, ni pintor, ni abogado, ni ingeniero, ni deportista, ni guerrillero, ni militante del partido comunista, ni orador parlamentario, ni senador.
La naturaleza no lo había dotado para el ejercicio de las anteriores profesiones y como político sus brillantes discursos solo se le ocurrían cuando ya se había clausurado el debate. Rubén Fonseca dijo que en el principio el amor por la imaginación (soñar, inventar ideas, fabular) lo llevó al amor por la lectura y que el amor por la lectura lo llevó al amor por la escritura y tuvo deseos de crear todo aquello que admiraba pero pronto descubrió que escribir era a veces aburrido, desesperante y fatigoso y que perseveró porque es difícil abandonar un trabajo cuyo aprendizaje ha exigido mucho tiempo y esfuerzo. Graham Greene dijo que escribía por necesidad, que si tenía un forúnculo y estaba maduro, lo apretaba. Wole Soyinka dijo que suponía que era su lado masoquista.
Rafael Alberti dijo que escribía para comunicarse lo más claramente posible con aquellos que lo leían y le escuchaban. Cioran ha escrito que para él escribir es vengarse. Vengarse contra el mundo, contra sí mismo. Casi todo lo que escribió fue el producto de una venganza. Gesualdo Bufalino escribió que se escribe para vencer dentro de uno mismo la amnesia, pero ¿no se escribe también para ser feliz? se pregunta. Se escribe para jugar, ¿por qué no? La palabra es un juguete, el más serio, el más fatuo, el más caritativo de los juguetes del adulto.
Como hacer el amor
Tomás Borge dijo que escribir es como hacer el amor, y escribir un primer libro es como hacer el amor por primera vez. Nadie soportaría la tentación de seguir haciéndolo hasta la consumación de los siglos. Germán Espinosa ha elegido responder que escribe para justificarse o bien que si llegase a descubrir por qué escribe, dejaría de escribir pero que en honor a la verdad escribe porque en él la fantasía prima sobre la razón.
Gabriel García Márquez dijo que escribía para que sus amigos lo quisieran más. Alexandre Kouchener dijo que escribía porque en ello encontraba placer y alegría y que pensaba que el don poético habita al poeta como un instinto biológico, como la abeja que no se pregunta porque recoge “la ofrenda de las flores” y al hacerlo fecunda las plantas. Osvaldo Soriano no ha sabido con precisión por qué escribe, sin embargo arriesga una respuesta al decir que primero está el placer, la sensualidad de las palabras que elige para abrir el espacio de libertad en el Universo que va a construir el texto que él escribe, esto es, responde a la necesidad de escribir por el placer de escribir, lo que no deja de producir angustia y sabe el precio que tiene que pagar pero también escribe para compartir la soledad.
Henry Miller dijo que escribir es como la vida misma, es un viaje de descubrimiento y todo lo que hace lo hace por la mera alegría de hacerlo. No le preocupa que lo entiendan el lector corriente ni el crítico y tan pronto como oyó su propia voz quedó encantado, y el hecho de que fuera una voz diferente, distinta, única, le sostuvo.
Una actividad que nos ayuda a vivir
José Agustín Goytisolo dijo que escribir le ha ayudado a vivir, a estar alegre entre tanto desastre y tanta miseria moral, entre tanta mediocridad y cobardía y que uno siempre escribe por carencias profundas, por desequilibrio. Comenzó a escribir, dijo Manuel Vásquez Montalbán, porque quería ser grande, rico y bello. Leonardo Sciascia dijo escribo porque le gusta escribir, porque el hacerlo se ve escribir y se siente vivir además de existir.
Marguerite Duras, sarcástica, ha dicho que hostigada por esa pregunta no tenía nada que decir al respecto, que nunca ha sabido nada sobre esa extraña actividad. Jaroslav Seifert dice que quizás se escribe por ese deseo que existe en cada ser de dejar una huella. Peter Schneider más cauteloso terminó diciendo que no había escrito lo suficiente para reflexionar sobre esta pregunta. A mí me gustaría decir porqué escribo, para terminar con esta caza de citas, con un poema titulado Poema:
Amo las palabras/ con las que te amo/ y escribo porque estoy/ enamorado de la lluvia/ del viento de la tarde/ de los besos de las manos/ de tus caricias de tus ojos/ que me sueñan de tus noches/ junto a mí de tu voz que me susurra/ de tus silencios cuando callas/ de tu presencia cuando/ te tengo de tus pasos/ cuando caminamos juntos/ de tu pelo cuando lo estremece/ el viento de tus palabras/ que son como brazas ardientes/ escribo para conjurarte/ contra la muerte y no dejes/ de existir y te quedes para/ siempre en éste poema/ y en éste corazón/ y en ésta mano/ que te escribe siempre.
Una vocación muy pura
Con o sin vergüenza el escritor o el poeta escribe porque es su vocación más pura y encuentra la forma a través del lenguaje de embellecer el mundo envilecido en el que vivimos, porque es su destino más inexorable escribir como un explorador de nuevos mundos por construir o conquistar, el lenguaje es un continente que se ha propuesto descubrir y el instrumento más maravilloso que le permite seducir, imaginar, delirar las historias más increíbles y bellas que su mente y la realidad y la historia construyen y que pasan por su corazón y su mano que las escriben. Escribir es el ejercicio de la imaginación que le hace decir a Einstein que la imaginación es superior al conocimiento.
Escribir no es oficio para decir cosas bonitas ni enamorar doncellas ni un esnobismo para llenarse los bolsillos de dinero porque ya sabemos que en una sociedad que no respeta la condición de escritor es lo que menos logrará si pretende hacer de la palabra una mercancía del mercado para congraciarse con el poder o las academias o el establecimiento.
El deber revolucionario de un escritor es escribir bien, dijo alguna vez García Márquez, y en ese deber están incluidas su ética y su estética literaria. No es tampoco un ejercicio de individuos privilegiados pero si de una sensibilidad distinta al común de todos los hombres, porque no todos tienen la sensibilidad del lenguaje y su enamoramiento para escribir. Acaso se escribe porque se ama el lenguaje como a una mujer o la vida, y nos alucina y maravilla como la creación más fervorosa del ser humano. El día que el hombre sienta alucinarse por el poder del lenguaje o las palabras será poeta y estará condenado a vivirlo en todos los instantes de su vida y aprenderá a amar y a vivir la vida con poesía.
Por Antonio Acevedo Linares
Poeta, ensayista y sociólogo
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