lunes, 24 de febrero de 2014

CAVANNA, EL IRREVERENTE, Vilma Fuentes


Cavanna,
el irreverente
Vilma Fuentes

El fallecimiento de François Cavanna el pasado 29 de enero no representa el final de una época libertaria. Al contrario, al contribuir a su reflexión dándole una nueva iluminación de los proyectores históricos, abre sus horizontes. Libertario no es libertino. Cavanna fue toda su vida un anticonformista. La insolencia, la sátira, la burla, eran contra el poder establecido, la solemnidad, el autoritarismo, los pontífices de una manera de vivir almidonada como sus cuellos. Cavanna, de orígenes italianos, ¿no escribió su novela Les ritals, la cual lo hizo tan conocido en las capas populares?, defendió la lengua francesa, e incluso el esperanto cuando la Academia lo rechazó: “¿No quieren el esperanto? Hablarán inglés.” Tomó también posición contra la droga –su nieta murió de overdose a los dieciocho años. No tomaba alcohol, ni siquiera vino, pero toleraba a los bebedores, tales sus amigos como su socio el Profesor Choron, pseudónimo de Georges Bernier, con quien fundó las publicaciones Hara-Kiri(1960) y Charlie Hebdo (1969).

Durante treinta años me crucé con Cavanna casi todas las mañanas en el patio y jardín del edificio donde vivimos. Platicábamos cinco, diez minutos. A veces, nos vimos en un café. Su rostro sonriente irradiaba bondad, excepto cuando tocábamos temas que le eran dolorosos: la corrupción, las guerras, la droga, la politiquería. De éstos hablaba con Bellefroid más que conmigo, con quien prefería escucharme responder a sus preguntas sobre México. A sus casi noventa años, su capacidad de asombro y su curiosidad eran inalterables y seguían siendo las del niño que descubre el mundo.

A su muerte, todos los medios de comunicación, prensa nacional y de provincia, estaciones de radio, canales de televisión, le dieron prioridad. Cabezas de primeras planas anunciaron su fallecimiento: el del anarquista, el escritor original y popular, el insolente, el “rital” (término utilizado en Francia para denominar a los inmigrados italianos que llegaron buscando trabajo antes de la segunda guerra mundial) y que él hizo célebre con su novela. Las fotografías de su rostro aparecieron en gran plano. Reflejaban bondad en una sonrisa que no carecía de un dejo burlón, escéptico, casi irónico.

François Cavanna, de padre albañil italiano y madre sirvienta rusa, nació en 1923 en París. Buen alumno, apasionado de lectura, abandonó la escuela a sus quince años para trabajar como ayudante de marchante de legumbres. Siguen diversos pequeños empleos antes de ser requisicionado por el Servicio de trabajo obligatorio para laborar en las fábricas nazis que necesitaban sustituir a los obreros alemanes enviados a matarse al frente.

Terminada la guerra, de nuevo los pequeños empleos para sobrevivir. Comienza a dibujar y colabora en diversas revistas antes de ingresar a una nueva publicación,Zéro, de la cual llega a ser el jefe de redacción. Insatisfecho del conformismo de Jean Novalis, el director, Cavanna sueña con un periódico más atrevido, provocador e insolente. A la muerte de Novalis, se une con Choron, el patrón de voceadores que vendían Zéro y fundan Hara-Kiri. Antes de su aparición, una carta iracunda llega al correo de lectores: “Ustedes son unas bestias. Pero no sólo bestias, también malvados.” ¿Quién más estúpido y malvado que alguien que se hace hara-kiri? El nombre del mensual será ése: Hara-Kiri, “periódico bestia y malvado”, la divisa.
Cavanna se ocupa de la redacción, Choron de la parte comercial aunque se inmiscuya en el contenido del mensual con fotonovelas, historietas ilustradas y textos. Las cabezas de primera plana son tan provocadoras que su edición es destruida, antes de distribución, por orden judicial. Un ejemplo: en alusión a un incendio durante un baile donde perecieron 149 personas, suceso ampliamente difundido por la prensa, a la muerte de Charles de Gaulle, Hara-Kiri titula “Baile en Colombey: un muerto”, noticia ilustrada con una caricatura del general bailando un flamenco y ataviado con el vestido correspondiente. El 9 de noviembre de 1970, De Gaulle había muerto en Colombey-de-deux-Eglises. Respuesta inmediata: se crea Charlie Hebdo, cuyo primer número aparece con esa primera plana en 1970. Otro ejemplo: el presidente de Francia en la época, Giscard d’Estaing, emprende un viaje a Arabia Saudita para obtener mejores condiciones en la compra de petróleo; Charlie Hebdopublica una caricatura de Anne-Aymone, la esposa del presidente, desnuda sobre las piernas del rey saudita. Los consejos a los lectores tampoco obedecen a la moral de la política correcta: “Si no puede comprarlo, róbelo.”

François Cavanna, sin descuidar la redacción de las publicaciones, prosigue la elaboración de sus novelas y otros libros. Irreverente siempre, de Les Ritals, historia de su padre inmigrado de Italia, escribió en una ficha biográfica para un diccionario, después de aludir a las publicaciones, desaparecidas todas, donde ha colaborado: “las cuales contribuyó honestamente a liquidar. Posee, sin embargo, un agudo sentido de los negocios: quiso mucho a su papá, por eso, en lugar de dejar perderse este cariño sin provecho para nadie, lo despachó en rodajas contra monedas sonantes en una serie de obras. Estimulado por el éxito de la empresa, despachó en la misma forma a su mamá, sus amigos, sus gatos, sus perros, sus mujeres…”

“Despachó” también, y no en rodajas, su enfermedad de Parkinson en Luna de miel, historia de su noviazgo con la muerte. En este terrible y hermoso libro, Cavanna habla de Virginie Vernay, un amor platónico que duró treinta años con una joven que tenía la veintena cuando él era un sexagenario.

Dos o tres días antes de su muerte, los doctores le dijeron que se hallaba en fase terminal. Había dos posibilidades: mantenerlo en vida vegetativa o dejarlo morir. Cavanna rechazó el encarnizamiento médico y escogió irse.

Virginie, antes de despedirlo, le dijo:

–Va usted a hacer un largo sueño (“long dodo”, en lenguaje infantil).

–Usted también va a dormir.

Cerró los ojos para siempre. No despertó. Murió dos horas después de haber visto por última vez a Virginie.

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