A veces, a menudo, con frecuencia,
un candor de pupilas me delata;
cola de pavo real y me arrebata
y me enamoro así de una apariencia.
Entonces, sin dudar, la real presencia
promete dicha eterna y desbarata
miedos, prejuicios; me desnuda y ata
al alocado amor y a la inconsciencia.
Pero después el tiempo muestra y mata
con su revés de sombra, antes latencia,
la simulada luz meliflua y grata,
y torna en decepción y en virulencia
esa guerra que el odio fiel desata
al defender su amor y su inocencia.
Amilcar Luis Blanco
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