CULTURA PARA LA DEMOCRACIA
Y LA TOLERANCIA
Autor: Antonio
Acevedo Linares
La tolerancia como presupuesto fundamental para la
construcción de una cultura de la democracia no debe interpretarse como la
fundación de una sociedad permisiva donde no haya límites a sus libertades
porque la tolerancia también tiene sus límites.
La
sociedad no debe tolerar los actos terroristas, la corrupción administrativa y
las políticas antidemocráticas, porque ello sería negarse como sociedad que
pretende fundar una cultura de la democracia en sus prácticas sociales o
políticas.
La
sociedad debe tolerar todas las manifestaciones culturales que profundicen en
el reconocimiento y respeto por el otro, en las prácticas sociales que fomente
el pluralismo, el multiculturalismo y la ética y, debe tolerar todas las
manifestaciones culturales y políticas donde la sociedad se reconozca a sí
misma al reconocer a los demás.
Ahora
bien, el modelo de la democracia representativa y pluralista consideran muchos
analistas que en la realidad no existe porque en este continente han imperado
las dictaduras y los regímenes militares, y la democracia ha sido una excepción
que la mayoría de los casos son democracias restringidas.
Sus sociedades fundadas en el
modelo de Estado de Derecho no distribuye la justicia social y la
libertad individual se ve coartada, no hay una distribución de la riqueza ni
del poder y las desigualdades sociales son muy profundas. Una democracia
sólida se fundará siempre sobre los principios de la tolerancia, el
reconocimiento del otro y el respeto por las minorías y por la manifestación de
las diversas expresiones de la cultura.
En
los pensadores del período de la ilustración hubo una separación de la
actividad política y la ética, donde la teoría política era la ciencia del
ejercicio del poder,[1] esto es, la política no tenia una fundamentación ética
para su ejercicio si no que lo que importaba era la obtención del poder.
Se
hace necesario, en consecuencia, articular el ejercicio de la política, la
democracia y la cultura con un fundamento desde la ética. La tolerancia debe
fundarse sobre un componente ético que garantice el ejercicio de una ética
pública y de una ética privada.
Humberto Maturana en su obra “La democracia es una obra de arte” (1995)
ha señalado que para saber cómo surgió la democracia hay que reflexionar sobre
la cultura porque la democracia en América Latina hace parte de una cultura patriarcal
(cultura greco-judeo-cristiana) que genera conflictos por la continua presión
patriarcal para su supervivencia y por la restitución de la apropiación de los
temas de la comunidad por una o por un grupo pequeño de personas y esta es la
primera fuente de conflictos de la historia occidental, en la historia del
intento del vivir democrático.
La segunda fuente de
conflicto es el intento de expandir la ciudadanía. Las guerras griegas fueron
guerras internas por el intento de expandir la ciudadanía, para que fueran
ciudadanos no solamente algunos si no también los extranjeros, denominados
"bárbaros".
Señala Maturana además que la democracia no está en la
elección de representantes ni en los sistemas electorales sino en una
convivencia en el cual todos los ciudadanos tienen acceso a la cosa pública que
son los temas que interesan a los ciudadanos en una convivencia en comunidad.
Maturana
se pregunta ¿cómo es posible una convivencia en el mutuo respeto, en la
igualdad, en la colaboración bajo una cultura centrada en la guerra y la
negación? La convivencia democrática es posible solamente si uno aprende
el emocionar que hace posible la convivencia democrática y este emocionar se da
desde la infancia, se aprende en la infancia porque hemos tenido una infancia
matrística y en ese ámbito aprendimos a participar, a conversar, a no resolver
las discrepancias en la mutua negación y se aprendió el emocionar que es propio
de la democracia.
Se aprendió a vivir en el
mutuo respeto. El vivir democrático es una obra de arte, es el deseo de
convivencia en la fraternidad. La democracia es un proyecto de
convivencia, afirma Maturana, que para vivirla tiene que dar lugar a la
emocionalidad.[2] Para
construir una convivencia democrática se tiene que asumir que la democracia se
funda en el respeto por el otro y que el respeto se aprende en la relación
materna infantil y en la cultura. (el
subrayado es mío).
La
tolerancia debe entenderse hoy como un principio ético más que como una norma
jurídica, como una actitud del espíritu humano que se manifiesta en la voluntad
política de los individuos, como una expresión solidaria y humana que habita el
mundo, la sociedad y la vida, como un fundamento de la convivencia pacífica y
como un ejercicio de la comprensión, la benevolencia y la
condescendencia.
Ahora bien, Voltaire señalaba que el derecho natural es el
que la naturaleza indica a todos los hombres y en esa dirección el derecho
humano no puede estar basado en ningún caso más que sobre el derecho natural y
que por lo tanto, el derecho de la intolerancia es absurdo y bárbaro, es el
derecho de los tigres y que es mucho más horrible porque los hombres sólo matan
para comer.
La
intolerancia se caracteriza por la negativa a soportar la diferencia y la
consecuente voluntad de eliminarla, afirmaba Voltairé. Una sociedad o un
individuo intolerante es quien rechaza con hostilidad a quienes por razones
culturales que pueden ser el comportamiento, la religión o la ideología, no
comparte sus actitudes, creencias u opiniones.
Rechaza el diálogo y el
pluralismo. Ser tolerante es apartarse de toda intransigencia sin
renunciar por ello a los principios. La intolerancia es la raíz de la
persecución y el exterminio.[3]
La Organización de la
Naciones Unidas consagró en 1995 como el Año Internacional de la Tolerancia que hizo posible que ese concepto
político, cultural, ético - jurídico recorriera el mundo.
La
tolerancia en la sociedad contemporánea tiene que llevarse hasta la
esfera racial, étnica, religiosa, lingüística, cultural, social, política y
sexual, esto es, a todos los componentes de la cultura porque el etnocentrismo,
el racismo, la xenofobia, el sexismo, la sexofobia son manifestaciones de la
intolerancia que fractura el respeto por la diferencia y sus libertades. Los
perjuicios son las consideraciones que fomentan la intolerancia en tanto que
impiden reconocer al otro en su diversidad.
La diversigética como una
nueva disciplina del conocimiento estudia la diversidad como condición
inherente del hombre para vivir pacíficamente, reconociendo el valor del
pluralismo, la diferencia y el valor de ser único e irrepetible. Leopoldo
Zeaafirma, citando a Descartes, que todos los hombres pueden
poner a su servicio la razón y pueden por ello comprender el mundo, los otros y
hacerse comprender. Por esta capacidad que tiene el hombre de usar bien o mal
la razón es que los hombres se van a dividir, estableciéndose discriminaciones
y con ellas expresiones de intolerancia.
La
intolerancia del que sabe usar bien la razón contra el no sabe usarla. No todos
los hombres saben usar bien la razón. Y allí radica que unos hombres sean
distintos a otros. Todos los hombres son hombres que poseen la razón, pero se
distinguen entre sí por el uso que hacen de ella.
La
razón es por tanto, la fuente de la tolerancia pero puede surgir otra forma de
intolerancia y es la del hombre que cree y posee la verdad por la fe y la del
hombre que se sabe poseedor de la verdad por su capacidad de hacer buen uso de
la razón.
La fe
también levanta hogueras como el racionalismo autoritario decide lo que
conviene a los hombres y pueblos, esto es, la inquisición, los imperialismos y
el fundamentalismo. La tolerancia es fundamentalmente el reconocimiento del
otro en sus diferencias y el reconocimiento del derecho a ser diferentes, y no
indiferencia hacia los demás.
La
tolerancia es una construcción social, cultural, política que se construye a
través de un proceso de socialización, de reconocimiento de la alteridad. La
tolerancia no es neutralidad, y se aplica ese concepto a la aceptación de
credos religiosos o posiciones políticas, filosóficas o culturales diferentes
de la propia.
Por
tolerancia política debemos entender la capacidad que tiene la sociedad y el
sistema en general para poder asimilar todas las manifestaciones culturales sin
que se desestabilice su organización social y su identidad.
La tolerancia política es una
capacidad del sistema para asimilar las diferentes expresiones de la cultura. Norberto
Bobbio sostiene
que el principio de la tolerancia prepara y en parte anticipa, el de la
libertad política y transfiere de la política económica a la actividad general
la teoría del laisser-faire 4.
Ahora bien, Adela
Cortina afirma
que "pluralismo"
significa que en una sociedad distintos grupos proponen distintos modelos de
felicidad (ética de máximos) y comparte unos mínimos de justicia. Sin los
mínimos compartidos es imposible construir la vida conjuntamente y en ese
sentido el pluralismo es uno de los de los valores fundamentales de la sociedad
civil. 5
En la
sociedad hay una pluralidad de culturas que hace necesario construir una ética
de la diferencia que se traduzca en un cambio de hábitos y convicciones en una
sociedad multicultural que atenúe los conflictos. El pluralismo debe garantizar
la convivencia pacífica.
El
reconocimiento del otro como diferente y como interlocutor válido, es ya el
primer principio ético que se articula en la comunicación cuando ésta es
auténtica conversación y no una simple imposición de la opinión propia. La
segunda etapa de la comunicación en la ética discursiva se dirige a encontrar
los mínimos sin los cuales no es posible la convivencia humana.
Los mínimos como los derechos
humanos. En el reino de la diferencia se llega a un pluralismo gracias al
reconocimiento del otro que en igualdad de derechos y de perspectivas distintas
confluyen en la reciprocidad, la solidaridad y la cooperación social.
Esta ética de mínimos debe garantizar la convivencia social. 6
La
tolerancia debe trascender ese nivel del respeto por la diferencia y acentuarse
hacia un reconocimiento del otro para confluir en un pluralismo que garantice
el diálogo y la concertación política. El pluralismo abre espacios en la
sociedad para el reconocimiento político y la reconstrucción social de un país
en sus diferencias multiculturales.
Este es un proceso ético y
político bajo los presupuestos de la sensibilidad social que descubre el
sentido genérico de la solidaridad y la reciprocidad.7 La concepción del respeto no es
la de la aceptación, sin lugar a ser susceptible de duda, en donde se anula la
crítica ni la del acatamiento por la imposición vertical de una autoridad en
donde se expresan comportamientos como la obediencia, cumplimiento del deber y
temor.
La
concepción de respeto no debe estar mediada por relaciones de poder, en
términos de Foucault, sino de debate y crítica y la mayor expresión de la
tolerancia hoy debe ser el respeto a la vida, el derecho de existir.
En Colombia,
el espíritu de intolerancia se viene originando desde las guerras civiles del
siglo XIX donde se ha dado un proceso de negación sistemática de las minorías,
del dominio político de las hegemonías, el monopolio de la tierra, la
discriminación religiosa, de raza, origen social.
La
intolerancia ha diseñado nuevas estrategias y ha formado nuevos dispositivos en
la sociedad contemporánea donde la descomposición ética ha generado
enriquecimiento ilícito y corrupción. Darío Botero Uribe ha señalado que la
violencia es causa y consecuencia de una perturbación de la expresión de la
cultura.
La
paz sólo es posible reconstruyendo el tejido roto de la cultura. No
existe la cultura que permita el aparecimiento de la democracia por eso nunca
ha habido democracia en Colombia. La democracia es una forma de interactuar en
la vida cotidiana un espíritu de tolerancia, de solidaridad y una confianza en
el poder da la palabra.
Desde la antigua Grecia la
democracia es una confianza en el poder de la palabra. La cultura no se
configura en el juego de categorías abstractas sino en el actuar cotidiano y en
la forma como prima un espíritu de tolerancia, de respeto, de
negociar las diferencias.8
En la Constitución
Política de Colombia, Artículo 67, está consagrado la formación
en el respeto a la vida y los derechos humanos, en los principios
democráticos de convivencia, pluralismo, justicia y solidaridad y equidad como
en el ejercicio de la tolerancia y de la libertad, pero para que esto no sea
letra muerta debe imperar en la sociedad la justicia social que es la que hace
posible los demás principios éticos y humanos.
El profesor Rubén
Jaramillo Vélez ha
escrito que la experiencia de la tolerancia corresponde a un período de la
secularización de la cultura y de afirmación universal de los valores humanos a
través del humanismo del Renacimiento.
La burguesía naciente del
siglo XI que se enfrentaba contra el feudalismo, formula una teoría universal
del hombre que se opone a la concepción de la nobleza feudal, ante la
pretensión particularista de la "nobilitas la universalidad de la
humanitas", esto es, la existencia de valores universalmente válidos, la
creación de una cultura del hombre en cuanto hombre que debería realizar su
proyecto.
La única posibilidad de
instaurar la tolerancia -escribe Jaramillo Vélez- es
una política de la verdad y una política de la verdad tiene que ser radical en
el reconocimiento de los síntomas. 9 Ahora bien, los presupuestos
teóricos que subyacen en el proyecto de construcción son
el reconocimiento y el respeto por el otro,
sin esos fundamentos no es posible entender ni practicar una cultura de la
democracia.
El reconocimiento como el
valor y la dignidad por la que el hombre arriesga su vida por alcanzar su
realización humana en la dimensión teórica analizada por Francis Fukuyama y el
respeto en tanto confrontación, critica y debate en la dimensión teórica
analizada por Estanislao Zuleta.
El
ejercicio de la tolerancia social tiene una dimensión política en tanto se
reconoce la pluralidad y el multiculturalismo en la esfera de lo social y
lo cultural y, se comprende con inteligencia el desarrollo del pensamiento y la
ciencia sin que la investigación científica deje de tener una fundamentación
ética.
La
compresión de este problema nos sitúa en la perspectiva de la
investigación genética, la investigación que se hace con seres humanos donde se
manipula los códigos genéticos. ¿Cómo ejercer la tolerancia frente a este
problema? Mientras la investigación científica sea éticamente desarrollada (en
un respeto por la vida y sin violar los derechos humanos) son legítimas sus aspiraciones
por descubrir los secretos de la naturaleza humana.
Las
implicaciones éticas que estos procesos de investigación generan es un problema
político como es un problema político la tolerancia social. Los limites que el
ejercicio de la tolerancia le impone a la sociedad y a los individuos radica en
las prácticas, o usos y costumbres que degradan la condición humana.
En
Occidente hay diferencias que causan horror pero en otras sociedades es un
ritual profundamente arraigado, como por ejemplo, la ablación del clítoris a
las mujeres en las culturas musulmanas. Allí el respeto por la diferencia se
encuentra en conflicto.
Es el
choque de civilizaciones culturalmente opuestas. La privación de la libertad
individual como es el secuestro, es otro de los limites que una sociedad que se
encauza en la construcción de una cultura en la democracia no debe tolerar, por
que la construcción de una cultura de la tolerancia como es la construcción de
una cultura de la democracia, debe respetar y dignificar la condición
humana.
Entretanto si la existencia
de los individuos estuviera articulada desde la ética, como en los griegos, en
tanto no hay ninguna diferencia entre el pensar y el actuar, entonces es
posible la construcción de una cultura de la democracia donde el ejercicio de la razón hace
posible el ejercicio de la tolerancia como su fuente originaria; ejercicio de
la tolerancia que se traduce en el respeto por las minorías como
presupuesto de la tolerancia política.
En el ejercicio de la
tolerancia social hay que ser político en tanto ello implica la facultad
de comprender y reflexionar, aunque no se comparta, pero se respeta y se
reconoce la dimensión cultural o política del otro. La cultura de la democracia
es una cultura de la responsabilidad, los deberes y la transparencia. 10.
Una
democracia es una sociedad política que garantiza la paz interna, asegura la
libertad individual, se rige por las reglas de la mayoría, posee una tabla de
mínimos de bien común y se funda en un conjunto de valores que significa con
las practicas y ritos adecuados.
La reunión de todas estas
características la transforma en una cultura, en el sentido antropológico del
término, en cuanto conjunto de prácticas y de representaciones.11. El fundamento de la democracia es
la creación de un nuevo ciudadano y de un nuevo concepto de ciudadanía con
contenido social y un sistema de valores (cultura) fundamentados en la ética.
Los griegos forjaron la
palabra “idiota”
como insulto para denominar al que sólo se ocupa de sus propios intereses y no
participa de las tareas de la democracia. El nuevo ciudadano debe inscribirse
dentro de esa dimensión filosófica, esto es, debe hacer de la participación
política su praxis social para la creación de una cultura de la democracia que
profundice más allá del respeto por los derechos individuales y políticos
y de la celebración de elecciones libres.
Fernando
Savater afirma que es necesario hacer una reformulación de la ciudadanía como
opción frente a la generación social de la violencia. Cree necesario reforzar
la ciudadanía por la vía de la educación y el convencimiento. La educación debe
formar a un ciudadano integral, completo, con sentido de sus obligaciones, con
respeto a lo que hay que respetar, y también con capacidad de critica y de
autonomía frente al poder como este no funciona cuando es debido.
Se
debe formar en valores, la capacidad de razonar y argumentar como la de aceptar
y ser movido por razones ajenas. Ambas necesitan una formación y son
imprescindibles para la democracia. Una educación para la democracia hace
fundamentalmente una educación que valore la reflexión sobre el conocimiento.
Es
necesario confiar en lo fundamental en el conocimiento y no en la superstición,
en hipótesis irracionales, en gurús o en magias. Se debe educar para
desconfiar en los absolutos. La educación debe desarrollar la capacidad de
deliberar con argumentos racionales. La educación tiene la misión de formar
ciudadanos en tanto que el concepto de “ciudadanos”, solo se da en la
democracia.
Hay
que preparar a los individuos para la ciudadanía que es también el ejercicio
del gobierno. Nadie puede ejercer la función de gobernar si no ha recibido una
formación adecuada. En la democracia todos somos políticos, somos a la vez
gobernantes y gobernados.
La formación de ciudadanos
son las personas capaces de “participar”
y no solamente de “pertenecer”.
La madurez ciudadana no implica el abandono de sus pertenencias pero si el
desarrollo de las formas de participación. En la democracia cada ciudadano debe
ser educado con total libertad.
No se debe educar a nadie
para ser súbdito. Se debe preparar a los individuos para ser dirigentes. De lo
contrario se educaría para obedecer.12 En conclusión, las
manifestaciones de la cultura se hacen posibles mediante un espíritu de
tolerancia y un espíritu de tolerancia se hace posible mediante la cultura;
esto es, el hombre adquiere un espíritu de tolerancia por el conocimiento y la
formación que proporciona la cultura, como la cultura se hace posible por el espíritu
de tolerancia que impera en la sociedad.
Allí
se da una simbiosis, que quiere decir que entre más alto sea el nivel de la
cultura de una sociedad, más alto será el nivel de espíritu tolerante, como
entre más alto sea el espíritu de tolerancia, más alto será el nivel de la
cultura porque estar inmersos en la cultura define una postura ética, una
visión de respeto por las diferencias, un reconocimiento del otro.
Referencias
[1]
Barragán H, Rey. América Latina. Alternativas para la
democracia. M.A. Caracas, 1992.
[2]
Maturana, Humberto. La Democracia es una obra de arte. Ed Magisterio. Bogotá,
1995.
[3]
Triviño Córdoba, Jaime. Cartas del Defensor No. 10. Defensoria. del. Pueblo.
Bogotá, 1995 Pág. 64
4.Bobbio,
Norberto. De derecha e izquierda. Taurus. Madrid, 1994.
5. Cortina,
Adela. La ética de la sociedad civil. En ética ciudadana y derechos humanos de
los niños. Ed Magisterio. Bogotá, 1998.
6. Hoyos,
Guillermo. Ética y educación para la paz. En Ética ciudadana y derechos humanos
los niños. Ed Magisterio. Bogotá, 1998. pág. 73.
7. Ibid,
pág 78
8. Botero
Uribe, Darío. Cultura de la violencia y cultura de la paz. Magazín Dominical
No. 789. El Espectador. Bogotá, 1998 pág. 4.
9. Jaramillo Vélez,
Rubén. Colombia: la modernidad postergada. Argumentos. Bogotá 1998
10. Varcárcel,
Amelia. Cultura y democracia. En la cultura de la democracia: el futuro. Ariel.
Barcelona, 2000. Pág. 132.
11. Ibid,
Pág. 118.
12. Lecturas
Dominicales. Entrevista. El Tiempo. Bogota, Dic 16, 2001
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