lunes, 3 de junio de 2013

LOS INCAS Y LOS ECLIPSES DE LUNA, Maigualida Pérez González

Algo para Aprender
Columna Educativa
Maigualida Pérez González
RCE: 3935132787GVCR

LOS INCAS Y LOS ECLIPSES DE LUNA

Garcilaso de la Vega es el gran Cronista de la Historia antigua del Perú. Un mestizo que nació el 12 de abril de 1539, muy pocos años después de la muerte de Atahualpa, el último soberano Inca. Fue hijo del capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega Vargas y de Palla Chimpu Ocllo nieta del Inca Túpac Yupanqui, sobrina del Inca Huayna Cápac y prima de los medios hermanos Huáscar y Atahualpa. Lo bautizaron como Gómez Suárez de Figueroa en memoria de uno de sus abuelos, pero más tarde él decidió llamarse Inca Garcilaso de la Vega y expresó: A los hijos de español y de india, o de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en Indias; y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a boca llena y me honro con él. Aunque en Indias si a uno de ellos le dicen sois un mestizo, lo toman por menosprecio. Hablo la lengua que mamé en la leche.
Los Comentarios Reales constituyen la obra maestra de Garcilaso. Con ella nace “la literatura peruana” si se la entiende como una continuidad de las creaciones orales aborígenes. El Libro Segundo de los Comentarios Reales de los Incas contiene veintiocho capítulos. En el Capítulo XXIII Garcilaso nos cuenta lo que hacían los Incas con los eclipses de Luna…
Los Incas contaron los meses por lunas, de una luna nueva a otra y así llaman al mes quilla, también como a la luna. Dieron su nombre a cada mes, contaron las semanas por los cuartos, aunque no tuvieron nombres para los días de la semana.
Al ver ennegreciéndose la Luna con un eclipse pensaban que estaba enferma y que si se oscurecía del todo moriría, se caería del cielo, todos morirían y se acabaría el mundo. De este modo, cuando empezaba el eclipse tocaban trompetas, cornetas, caracoles, atabales, tambores y cuántos instrumentos tenían que hiciesen ruido. A los perros, grandes y chicos, los ataban y les daban palos para que aullaran y llamaran a la luna, que era aficionada a ellos, y que oyéndolos llorar tendría lástima y mejoraría de su enfermedad. Igualmente mandaban a los jóvenes y a los niños que lloraran y diesen grandes gritos llamándola Mama Quilla rogándole que no muriese. Los hombres y mujeres hacían lo mismo. Había gran ruido y confusión. Conforme había sido el eclipse, grande o pequeño, juzgaban que así había sido la enfermedad de la Luna. Pero si llegaba a ser total, ya no había que pensar sino que estaba muerta, entonces lloraban temiendo que cayera sobre ellos.
Al ver que la Luna iba poco a poco volviendo a cobrar su luz decían que convalecía de su enfermedad porque el Pachacamac, que era el sustentador del Universo, le había dado salud y le había mandado que no muriese para que no se acabara el mundo. Y cuando acababa de estar del todo clara, le daban las gracias por su salud y por no haberse caído. Y finaliza el Inca Garcilaso diciendo: Todo esto de la Luna vi. por mis ojos.
Saba yareta kara: Gracias por tu lectura y recuerda: No se trata de ti, ni de mí, ni de tu pueblo, ni de mi pueblo. La historia de un pueblo de América es la historia de todos los hombres de América.



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