Algo para Aprender
Columna Educativa
Maigualida Pérez González
RCE: 3935132787GVCR
Columna Educativa
Maigualida Pérez González
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LOS INCAS Y LOS ECLIPSES DE LUNA
Garcilaso de la Vega es el gran Cronista de la Historia antigua del
Perú. Un mestizo que nació el 12 de abril de 1539, muy pocos años después de la
muerte de Atahualpa, el último soberano Inca. Fue hijo del capitán español
Sebastián Garcilaso de la Vega Vargas
y de Palla Chimpu Ocllo nieta del Inca Túpac Yupanqui, sobrina del Inca Huayna Cápac y prima de los medios
hermanos Huáscar y Atahualpa. Lo bautizaron como Gómez
Suárez de Figueroa en memoria de uno de sus abuelos, pero más tarde él decidió
llamarse Inca Garcilaso de la Vega y expresó: A los hijos de español y de india, o
de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de
ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en
Indias; y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación,
me lo llamo yo a boca llena y me honro con él. Aunque en Indias si a uno de
ellos le dicen sois un mestizo, lo toman por menosprecio. Hablo la lengua que
mamé en la leche.
Los
Comentarios Reales constituyen la obra
maestra de Garcilaso. Con ella nace “la literatura peruana” si se la entiende
como una continuidad de las creaciones orales aborígenes. El Libro Segundo de los Comentarios Reales de los Incas contiene veintiocho capítulos. En el Capítulo XXIII
Garcilaso nos cuenta lo que hacían los Incas con los eclipses de Luna…
Los Incas contaron los meses por
lunas, de una luna nueva a otra y así llaman al mes quilla, también como a la luna. Dieron su nombre a cada mes,
contaron las semanas por los cuartos, aunque no tuvieron nombres para los días
de la semana.
Al ver ennegreciéndose la Luna con un eclipse pensaban
que estaba enferma y que si se oscurecía del todo moriría, se caería del cielo,
todos morirían y se acabaría el mundo. De este modo, cuando empezaba el eclipse
tocaban trompetas, cornetas, caracoles, atabales, tambores y cuántos
instrumentos tenían que hiciesen ruido. A los perros, grandes y chicos, los
ataban y les daban palos para que aullaran y llamaran a la luna, que era
aficionada a ellos, y que oyéndolos llorar tendría lástima y mejoraría de su
enfermedad. Igualmente mandaban a los jóvenes y a los niños que lloraran y
diesen grandes gritos llamándola Mama
Quilla rogándole que no muriese. Los hombres y mujeres hacían lo mismo.
Había gran ruido y confusión. Conforme había sido el eclipse, grande o pequeño,
juzgaban que así había sido la enfermedad de la Luna. Pero si llegaba a
ser total, ya no había que pensar sino que estaba muerta, entonces lloraban
temiendo que cayera sobre ellos.
Al ver que la Luna iba poco a poco
volviendo a cobrar su luz decían que convalecía de su enfermedad porque el Pachacamac, que era el sustentador del
Universo, le había dado salud y le había mandado que no muriese para que no se
acabara el mundo. Y cuando acababa de estar del todo clara, le daban las
gracias por su salud y por no haberse caído. Y finaliza el Inca Garcilaso
diciendo: Todo esto de la Luna vi. por mis ojos.
Saba yareta kara:
Gracias por tu lectura y recuerda: No se trata de ti, ni de mí, ni de tu pueblo,
ni de mi pueblo. La historia de un pueblo de América es la historia de todos
los hombres de América.
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