miércoles, 19 de junio de 2013

NOVENTA AÑOS Y SIGUE TAN CAMPANTE..., Lucía Rivadeneyra




Noventa años y sigue tan campante 


  


Por Lucía Rivadeneyra
Comunicóloga por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Cursó la maestría en Literatura Mexicana, en la Facultad de Filosofía y Letras. Sus libros "Rescoldos", "En cada cicatriz cabe la vida" y "Robo Calificado" fueron merecedores de los Premios Nacionales de Poesía "Elías Nandino" (1987), "Enriqueta Ochoa" (1998) y "Efraín Huerta" (2003), respectivamente. En 2007, publicó la antología personal 'Rumor de tiempos'. Su material poético está incluido en numerosas antologías. La han traducido a diversos idiomas. Catedrática de la UNAM desde 1980, ejerce el periodismo en medios de circulación nacional.

La columnista narra los hechos memorables profesionales y personales que ha pasado junto a Dolores Castro Varela, escritora mexicana que a sus 90 años sigue 'tan campante'. 

Para Pablo Andrés, mi hijo, en sus primeras dos décadas de vida. 
"La poesía es un milagro", dijo Dolores Castro, al final de un homenaje por sus 90 años, organizado por Mosaiko Sonoro (estudio+radio+foro), en la libreríaOctavio Paz, del Fondo de Cultura Económica (FCE). En el cual se le demostró el cariño, el amor, la admiración que se le tiene. No se puede querer a quien no se admira. El video con el que dio inicio el festejo mostró diversas fotografías de la poeta. A veces es extraño ver imágenes de ella porque nos tiene acostumbrados a las palabras. Aunque su presencia llena cualquier cámara.
La noche de mayo en que se celebró a Dolores, se pudo advertir que la palabra es una de las mejores inyecciones de vida que ha recibido Dolores Castro. Todos los días se regodea con ella, con ellas, con las palabras. La palabra es su compañera, la poesía es su vida, su milagro. En pos de ella hizo amigos, libros, hijos, viajes, libros, clases... A lo mejor en sus momentos más difíciles, una palabra sanó su alma. Participaron en dicho homenaje, el cual brilló por la óptima organización, Anel Ávila, Alicia Lozano, Athena Ramírez, María del Carmen Férez y quien esto escribe.
Dolores Castro Varela nació el 12 de abril de 1923, en Aguascalientes. Aunque creció en Zacatecas, y vive en la Ciudad de México hace más de setenta años. "Creció" es un decir porque Lolita no deja de crecer. Cientos de personas, por no decir que miles pueden testificar su inquietud y su intensidad en diversos espacios. Viaja en avión, en camión, en coche, en taxi, en lancha. Ha sido capaz de dormir en condiciones inhóspitas porque al día siguiente se inaugura un Encuentro de poetas.
Alguna vez, justamente en un Encuentro de poetas, Dolores observaba a muchas que íbamos con los hijos; comentó: "Cómo me gustan estos encuentros, en los que las mujeres viajamos con nuestros niños y no pasa nada porque todas nos solidarizamos. No me imagino un encuentro de empresarios donde más de alguno llegara con hijos. Creo que no serían capaces de hacerlo".
Han de disculpar la primera persona, pero Lolita y yo tuvimos un amigo en común: el escritor Fedro Guillén. Él nos presentó hace más de treinta años. Y coincidimos muchas veces, o Fedro nos hacía coincidir en diversas actividades. Tuve el placer inenarrable de que Lolita y Fedro presentaran mi primer libro, junto con el poeta Carlos Illescas y, el erotómano y muy querido amigo, Andrés de Luna, hace muchos ayeres. Unas semanas después de la muerte de Fedro, fuimos a un Encuentro de poetas. Ahí, ella me dijo: "Lucía, me ha dolido mucho la partida de Fedro, era un amigo de toda la vida. Ese domingo, por la mañana, me llamó por teléfono. Al anochecer estaba muerto. Qué bueno vernos, teníamos que darnos el pésame una a la otra". Nos abrazamos de una manera irrepetible, con el dolor a cuestas. Recuerdo haberle comentado que Fedro era uno de mis maestros, para toda la vida.
Disfrutar la casa de Dolores. Ver a sus hijos siete hijos inmensos, en más de un sentido; conocer a algunos de sus nietos; encontrarme a su hija Dolores en una marcha por la paz, hace unos tres años, y que me dijera. "Mi mamá me pidió que le comentara a quien hallara que de corazón está aquí, pero que ya le cuesta un poco de trabajo caminar"; saber algunas de sus anécdotas con amigas de sus mocedades, como Enriqueta Ochoa y Rosario Castellanos; descubrir su gusto por la bailada; tener sus libros dedicados y una dedicatoria -en especial- que heredaré a mi hijo: "Para Lucía, Luz de veras con mi más firme amistad. Dolores Castro"; escuchar en vivo la lectura de sus poemas, son algunos de los grandes regalos que la vida me ha dado.
Gozar a Dolores Castro en su palabra, es leer y repetir en voz alta versos como:
"Te daré lo que tengo: 
este poco de viento 
que escapa entre mis dedos, 
que es el dulce dolor de estar viviendo". 
  

"Es el mar que regresa 
después de huir mil veces". 
  

"Casa habitada por la luz 
aun en medio de la sombra, 
casa tan habitada 
que hoy su soledad 
es compañía". 
  

"Como batracio 
Declaro que mi voz es tan bella 
Que los rayos 
de luna 
bajan a beberla 
en mi charco". 
  

"Porque el amor es el dolor del viento". 
 
En 2010, el FCE editó la poesía reunida de Dolores, bajo el nombre Viento quebrado. En este tomo puede advertirse el común denominador de sus versos: la naturaleza. Sí, la naturaleza en cualquiera de sus manifestaciones, la piedra, las lágrimas, los pájaros, el fuego, el agua, aire, la fruta, la lluvia, la tierra, el bosque, el mar... Autora mística, serena, lúbrica, natural a fin de cuentas.
"Cuando me enteré que le iban a hacer un homenaje a Griselda Álvarez por sus 95 años, me sentí muy humillada porque yo sólo tenía 84", dijo Dolores Castro y, de inmediato, sonrió como sólo ella sabe hacerlo.
Ahora Lolita acaba de cumplir 90 "y sigue tan campante". 

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