sábado, 1 de junio de 2013

ENTRE EL AZAR Y LA PALABRA: KIANNY ANTIGUA, Joel Regalado

Entre el azar y la palabra: Heterotopías, misterio de lo innombrable en «Cuando el resto se apaga» de Kianny Antigua

Entre el azar y la palabra: Heterotopías, misterio de lo innombrable en «Cuando el resto se apaga» de Kianny Antigua
JOEL REGALADO [mediaislaKianny renuncia a ese mundo sacarino y hace lidia con lo subversivo, lo tiránico del ser, decide rejugarse el todo por el todo en la apostasía del lenguaje.
En Tótem y tabú, Freud afirma que el hombre primitivo pertenece a la infancia del mundo, denotando que la civilización actual representa su etapa de madurez y crecimiento. Si durante la infancia primitiva el hombre estaba marcado por el lenguaje de las cavernas y sobrevivía apoyado en el instinto, el hombre presente, o al menos el constatado por Freud, dirige su destino al elegir entre cientos de alternativas que su propia inteligencia genera. Pero si nos atenemos al axioma logístico que establece la aparición de conflictos mayores cuando se tiene la posibilidad de elegir entre numerosas opciones, y el hecho de que el libre albedrío se convierte en un atajo de doble vía, por un lado nos da la libertad de elegir, por el otro la posibilidad de elegir equivocadamente. Y si como escribió Marx, todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se repiten dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa… ¿Nos corresponderá a nosotros, seres de la era digital y manejadores del quantum, el vivir toda la farsa que se conjuga en la promoción del yo, sus quejas y penitencias, el egoísmo torpe que puede anteceder y preceder todas las actitudes y acciones?
De un lado unos dirán sí, otros que no, pues para algunos vivir simboliza ignorar, ocultar sus instintos oscuros, pretender que no existen sus demonios interiores, y para éstos, el arte es mirada feliz, es batir en un sólo envase todas las trivialidades del sentimiento y elevarlas al cubo. Empero para los otros, los más clarividentes, la vida es un riesgo continuo, una lucha cerrada contra nuestros propios instintos, y el arte, espejo en donde nada humano debe ser ajeno, fiel reflejo de sus laberintos y atajos, de esa parte existencial que no debe ser sublimada o retocada.
A su manera y a su modo, la poesía de Kianny Antigua en su  Cuando el resto se apaga (Zampopos, 2013), se inscribe a estos últimos, bucea en las oscuridades del ser, retrata sus abismos, sus sombras, sus miasmas. Su  poesía desecha el preciosismo, descarta las frases terciopelo-azules, los mitos ligeros y la banalización del lenguaje. Puede que a muchos esta poesía parezca ilegible y hasta desechable, pero allá cada quien y cada cual con sus burbujas de cristal, sus ensueños de hadas y la obsesiva negación de la realidad. Puede que otros no encuentren belleza en ciertos vocablos, ciertas frases, ciertas imágenes suyas, tan acostumbrados a poemas-postalitas para engrandecer el sentimentalismo o la enajenación lírica. Kianny renuncia a ese mundo sacarino y hace lidia con lo subversivo, lo tiránico del ser, decide rejugarse el todo por el todo en la apostasía del lenguaje. Como el Jacob del Génesis que lucha con el ángel para obligarlo a prodigarle cierta bendición y del forcejeo le queda desgarrado un muslo, así pelea Kianny con el lenguaje, hunde su bisturí de poeta, allí donde infecta, donde la esperanza fue mordida por la desesperación,  la alegría quedó anegada por la burla, la paz por el tedio y el desamor, y lo hace a sabiendas de que arriesga ser desechada por el lector casual.
Les invito a entrar al mundo poético de Kianny y les sugiero descubrir allí, entre otras tantas, las siguientes señales:
A) Lo innombrable: El misterio viene desde dentro y hacia afuera y no desde afuera hacia dentro.
Ya lo dijo el Cristo, el Nazareno tantas veces citado: “lo que del hombre sale, eso contamina al hombre”. Mientras algunos prefieren regodearse en el misterio de la vida al buscar explicaciones a sus interrogantes en la naturaleza, mitos, leyendas, en la ciencia, en la explicación de los fenómenos naturales. Kianny busca por dentro, saca de adentro, abre el sarcófago y muestra lo que hay, lo que es: Esto soy yo, esto eres tú, esto es todo lo que tenemos, eso es lo que somos.  Podrás cerrar los ojos para no ver, podrás intentar la negación de todo esto que late dentro, pero es inútil, tarde o temprano la realidad te alcanza,  te destrona y vuelves a darte bruces contra ella.
En el poema “Lo innombrable”,  Kianny exclama:
“Allí, en el quicio del  humano que no debemos nombrar, /hay un pantano./De cuando en vez el olor a putrefacción inunda la linde./Huevos sin fermentar que atraviesan el hueco buscando el flagelo,/o más , y en mi caso, la hecatombe del destierro”.
Fijémonos en los vocablos flagelo y destierro. Flagelo alude a la penitencia y al dolor, destierro a la peregrinación existencial. Huevos sin fermentar puede referirse al proceso de parir, o a la posibilidad de dar a luz criaturas que proceden de un pantano, lo cual perpetúa en generaciones posteriores al dolor, la esperanza, el caos, la alienación. Nada sano nace de lo putrefacto, es cierto, pero esa putrefacción es simbólica, tiene que ver con el sentido de derrota y errancia con que se nace y se crece, y ese mismo embrión malsano se reproduce a su vez ‘ad infinitum’.
B) Faltan las palabras: “Entre el azar y la palabra nace un nombre sin nombre”.
La frase no es mía  pertenece a Juan Gelman. No nos referimos a lo innombrable ‘per se’, sino a la dificultad de expresarse con propiedad, de cómo las palabras no dicen con exactitud lo que desea nombrarse. Entonces el poeta dice y no dice, niega y afirma, contrapone y reafirma, pero siempre permea el objetivo de abrir la caja de Pandora, independientemente de saberla llena por dentro de gusanos.
Cada poema de este libro pareciera obedecer, parafraseando a Juan Gelman, “a una obsesión particular que busca agotarse”, y/o rebasar los límites de la individualidad frente a la colectividad, superponer antítesis y corolarios para finiquitar cualquier filtro que obstaculiza el logro de ese cometido. En palabras de Daniel Freidember, Kianny ha decidido “poner a hablar al dolor mismo, que es a la vez hacer hablar al amor, a la incertidumbre sin remedio, a la imposibilidad de entender y de pensar”. La poesía, ya no como arte de la sublimación, ni de la recuperación, ni de la remembranza, sino una radiografía , envuelta en símbolos, alegorías, metáforas que conjugan un todo unitario, terrible, pero siempre verosímil, para estremecer, redargüir,  desenmascarar. Y vuelvo a citar a Juan Gelman: “Cuando las palabras logran decir lo que dicen y además decir lo que no dicen, y de esa manera logran callar lo que dicen. [...] para mí sería un  llegar ahí”.
Revisemos estos versos:
“Se me han muerto las palabras/ con ellas, se ha ido el deseo de hablar./ Ante mí, el reflejo sostiene/ una cara más seca/ y la oquedad en mis mejillas/ indica la presencia del páramo.
Los ojos, parecen haberlo visto todo./Cuelgan, como manzana, como el hijo de Belcebú /lo haría de los ombligos.”
La poeta lidia con palabras muertas y el deseo de callar, la soledad del páramo de la vida sigue ahí, la visión apocalíptica ya ha sido evidenciada, la poeta fue testigo presencial y ocular de lo vivido, luego viene la asociación por analogía, la vuelta a la historia de la maldición primitiva, la manzana fatal de Eva, la serpiente engañadora (Belcebú) que la sedujo, el pecado original que permanece en el cordón umbilical de cada ser naciente.
C) Heterotopías: Detener las palabras en sí mismas.
Escribe Foucault ”Las Heterotopías (como las que con tanta frecuencia se encuentran en Borges) secan el propósito, detienen las palabras en sí mismas, desafían, desde su raíz, toda posibilidad de gramática; desatan los mitos y envuelven en esterilidad el lirismo de las frases”,  Foucault, Las palabras y las cosas, pág. 8.
Foucault establece formalmente a las Heterotopías como ramificaciones de la utopía o la habilidad para imaginar o recrear la utopía de una forma más concreta. Con ello, el pensador francés trata de provocar para pensar, de poner sobre el tapete los códigos establecidos de nuestras sociedades y probar los límites del pensamiento.
Borges, de acuerdo a Foucault, inscribe su lenguaje en Heterotopías que intentan esterilizar la lírica, pulverizar el sentimentalismo. Mientras Borges se pasea por las avenidas del mito, cancela la lírica pero huye de sí mismo, se esconde en los vericuetos de la metafísica, el panteísmo la , la teología. Kianny, detiene las palabras en sí mismas, pero las usa para adentrarse en las sombras del ser. Alfonsina Storni, intenta hacer lo mismo, pero su fanfarria, aunque con un dominio acertado del lenguaje, busca la conmiseración personal, el dramatismo, el hacerse un poco la víctima. Kianny, no transige con el lector, su grito es , sin apologías ni jugarretas, dolorosa, pero altiva que rehúsa la capitulación, no busca el entendimiento ni prebendas,  no suelta lagrimones, ni ruega por la complicidad del lector.
“Quiero gritar y la abulia me calla./ De todos modos/ ya escuchaste cuando el cielo mordió la noche/ y las estrellas desfilaron/ como tropas hacia la inercia”.
Se dan diferentes Heterotopías en este poemario:
Heterotopías de ritual o purificación: (“Hube de bañar mi vientre (transgredido por demonios) en las aguas purificadas del tiempo”).
Heterotopías de desviación: (“Deambular en la memoria me permite alumbrarme con soles malvados con lunas penetradas y con ogros que encontraron la satisfacción en la plenitud del amor que no les pertenecía, que era fábula de otro universo”).
Heterotopías  de tiempo: (“Este futuro sin huesos sacude mis simientes. El dios perverso del pasado ha ganado la guerra y aunque mis dedos hurguen en los botones de tus sienes no podrán jamás extenderse hasta las manos”). (“Un reloj que retroceda  y que me encuentre cerca del sueño, en alguna otra noche”).
D) La frustración ante lo irrecuperable. El grito por la pérdida.
Toda crisis implica una  de «ruptura», separación o arrancamiento (Kaes, 1979). Puedo citar numerosos ejemplos de versos en este libro que se enmarcan en esta vertiente. Sin embargo me limitaré a mencionar un ejemplo que es recurrente.
Somos producto de un árbol, la maldición del Edén proviene de aquella mancillación del árbol de la ciencia, del bien y del mal que la poeta llama ruptura de Eva. Somos hojas arrancadas de ese árbol-madre y deambulamos errantes por , otoño permanente, sin que veamos primavera alguna, hasta desaparecer por el invierno de la muerte hacia el polvo del olvido. Somos, en definitiva, producto de “todos los pecados que una manzana(árbol) parió”.
Esta idea, “árbol-hojas=hojas- árbol, aparece sugerida repetidamente en muchos poemas, veamos algunos versos de ejemplo:
  1. “El viento/ que finalmente te depositó/ como hoja en mi puerta”.
  2. “Vestida de hojas,/ Cubriré tu cara/ y entibiaré tu descanso”.
  3. “me aferro a mirar/ las hojas que bailan atroces/ del otro lado/ de la ventana”.
  4. “Para el resto de los ciegos, hojas que bautizan el alba/son el reflejo de la verdad…”.
  5. “Asceta al fin, me dejo romper por montes copiosos de paz/ y  un cielo limpio de fe,/ observo la hoja/ que camina frente al batallón…”.
  6. “Te irás./ Entonces yo seré pasos/ y más allá, viento,/ y más allá el árbol que acogerá el pavor”.
Cuenta el relato bíblico que cuando Adán y Eva son echados del paraíso tras elegir como destino el camino de la sabiduría, el bien y el mal que los arroja de bruces al pecado y a la rebelión contra Dios, estos huyen desesperados sintiendo el  de la desnudez y la mortalidad y avergonzados de sus cuerpos, la divinidad, entonces, les hace un vestido hecho de hojas y los viste a ambos. En el verso:
“Vestida de hojas,/ Cubriré tu cara/ y entibiaré tu descanso”.
Kianny nos evoca, inconscientemente o no, ese misterio de la iniquidad simbolizado en hojas que cubren la desnudez. Y ella, al aprestarse a cubrir la cara de ese otro ser y entibiarle su descanso, da carácter de rito a ese acto, se viste de hojas como recordativo o conmemoración de donde hemos venido, lo que somos y seremos: cuerpos vestidos de hojas cuyo fin es morir, tarde o temprano, en el invierno de la muerte.
E)  La vida es la muerte, la muerte es la vida.
En uno de sus poemas, Kianny nos interpela mediante una pregunta retórica “¿Cómo puede salirse el hombre de su propia sombra?”
La pregunta esconde un deseo humano por encontrar respuesta a este dilema, filósofos, religiosos, médicos, psicoanalistas, sociólogos, educadores, todos, han querido presentar respuestas para este misterio del ser: saberse vivo y para qué.
La inquietud ha resonado por los siglos, desde todos los ángulos, y no hay respuesta posible, parece decirnos la poeta, la única actitud a mano, si puede existir alguna, es la de saber que el misterio nos elude. Podemos especular al respecto miles de  caminos, direcciones, respuestas, pero la vida nos devuelve el eco de nuestras dudas, la realidad se torna un boomerang que golpea nuestra cara y pulveriza cualquier utopía imaginaria, y la línea divisoria entre vida y muerte es más delgada que un hilo de coser.
Si no sabemos qué es la muerte, mucho menos atisbamos a explicarnos la vida, por consiguiente, vida y muerte son una, un misterio que no nos es dable conocer, el enigma pendiente que nunca se nos revela.
“El silencio que tragamos, la mirada esquiva que nos desarma,/ el sabor a piel prohibida, el hambre en los iris de un niño;/ la duda,/ el agotamiento que nos ha dejado la búsqueda de nuestra paz,/ no se huye, no muere con la muerte”.
Conclusión
El título de este poemario, Cuando el resto se apaga, representa bien la dirección temática del libro. Lo apagado indica presencia de oscuridad, de abismos y sombras. El resto es el residuo, lo que queda de un todo sustrayéndole una parte. Hay imprecaciones, hay alaridos, hay un dolor existencial proveniente del caos, de la anarquía. Ante la impotencia de la realidad, que no permite avistar mejor destino, la poeta se reconoce escondida “detrás del mundo, más allá del muro”.
“Los ojos, casi mudos, buscan un escape,/ una puerta clausurada, una ventana con barrotes/ invitando al encierro; un pasadizo recóndito, de los que se esconden/detrás del mundo, más allá del muro”.
No es una poética de lo fatal, lo que leemos, es una poética de la deconstrucción, de la quiebra,  del destape, donde  lo claro y evidente dista de serlo. Se sobrevive, pero sobreviven mejor quienes se saben residuo apagado, quienes asimilan con todas sus ramificaciones el hecho de que de la oscuridad puede emerger un atisbo de luz, que aunque genere Heterotopías, nos puede alejar del utopismo perturbador y falaz. Tal como dice la poeta en una especie de corolario a todos los versos de su libro:
“La espera persiste/ aun cuando la fe se ha confundido con el polvo”. | jr, los angeles, ca joremita@hotmail.com

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