miércoles, 5 de junio de 2013

PRÓLOGO, Raúl Cáceres Carenzo

Prólogo

Narrador, poeta, profesor de literatura y periodista de amplia trayectoria, Benjamín Araujo es reconocido en nuestro medio como acertado comentarista de sucesos culturales. Fue titular de la Subdirección de Publicaciones del Instituto Mexiquense de Cultura y director de la revista Castálida. Sus semblanzas críticas de escritores mexicanos son ejemplares y emotivas. Ha estudiado con justicia a José María Heredia y Heredia, Laura Méndez de Cuenca, Josué Mirlo, Enrique Carniado, Rodolfo García Gutiérrez, José Alfredo Mondragón, entre otros autores.
Mucho le debe el arte a la crítica. Hay que recordarlo: la verdadera crítica es un género literario. En esta materia los mejores jueces son los mismos artistas de la palabra. Así lo han demostrado Alfonso Reyes, Xavier Villaurrutia, Rosario Castellanos, Octavio Paz, Bonifaz Nuño, José Emilio Pacheco…
En la escritura literaria de Benjamín Araujo resaltan, antes que la creación lírica, sus páginas de crítica, el ensayo, la narrativa y el periodismo cultural.
Hace 32 años prologué el primer libro de poemas de Benjamín, A propósito, titulé aquellas notas de lectura De la fe política en la poesía. De esas páginas recobro hoy una declaración que me hizo Araujo respecto a su propia obra: si aceptamos que la poesía es un acto político, no obstante no podremos calificarla en la misma dimensión de los hechos políticos propiamente dichos, dado que antes de ser política es literatura. Y si el autor cree que debe tener una actitud política consciente y definida en su obra, ello de nada le servirá si, antes, no ha aclarado su compromiso con la palabra. Por nuestra parte, precisamos que ese compromiso se desarrolla en el diálogo del hombre con hombre, en las palabras que decimos todos los días.  
A la luz de esa Poética confirmamos hoy que en la voluntad literaria de Benjamín Araujo perdura la verdad de sus convicciones ideológicas y estéticas. El credo político coincide con la fe poética. Araujo como poeta se sitúa entre las formas establecidas y las tentaciones de la actualidad poética hispanoamericana; antes que la novedad de la tradición, la tradición de la novedad y el cambio. Es la suya una poesía personal y a la vez colectiva; una especie de autobiografía distanciada para alcanzar, beneditianamente, los poemas de otros.  Sus signos permanentes son el humor, la violencia y la ternura, el asedio crítico del amor, la fe política, la impugnación a la sociedad burguesa occidental, el sarcasmo, la ironía soterrada y la voz del testimonio.
Tres décadas después las mejores cualidades del poeta permanecen. Buen oído, ritmos verbales entrelazados. La pasión se muestra atemperada; la reflexión es más honda, las intenciones múltiples. La expresión, en cambio, tiene fracturas y tropiezos. Parece que el lenguaje poético, en ocasiones, es menos creativo; los vocablos se emiten con cierta prisa y por ello se alejan de aquellas palabras dichas a tiempo que caracterizaron a la generación española del 98.
Debemos justipreciar algunos de los aciertos del nuevo libro, Benjamín lo llamó emblemáticamente Liturgia, Amaneceres y otros poemas; ambas nombraciones declaran el ejercicio, la ocupación actual de su palabra. Destacan los poemas Liturgia, Nacer, Ando de paso, Mi poeta de cabecera, entre otros. Es un libro de horas y oraciones; se canta lo vivido y también la inspiración lírica recibida de Walth Whitman, César Vallejo, Miguel Hernández, Pablo Neruda, José Martí y de otras voces patriarcales.
La única razón de ser / es la palabra, se afirma en el primer texto citado. Y Cantar culmina con este armonioso terceto: Vamos por la vida con el sol en la cara, / con la luna en la espalda; / con el canto de un ruiseñor en los oídos.
Saber oír, mirar y pensar; sentir lo que se mira y lo que se piensa y decirlo con la palabra justa, es misión del poeta. Benjamín toca esos ideales con el siguiente breve poema:

ANDO DE PASO
Estoy aquí, parado en el sendero,
mirándote pasar vida mía…y de todos…
estoy aquí pendiendo de la nada
sólo dispuesto a todo,
sin saber bien a bien
por qué despierto,
día con día…

Sé muy bien que estoy de paso,
que nada es para siempre;
pero, ¿siempre, la nada?
Miro al cielo
y espero otro milagro;
pero ya estoy aquí,
y el milagro es ese…

Quiero reiterar lo que dije ayer: la obra poética de Benjamín Araujo está en marcha, crece al ritmo de su paso, hace camino al andar.

LÍNEAS GENERALES
Termino con algunas reflexiones. El arte de la poesía, tanto en el oficiante como en el lector, despierta interrogaciones: ¿cuál es su naturaleza particular, su acción y su función? Las respuestas son muchas y diversas; resaltan las opiniones de los poetas pero también son esclarecedoras las de los filósofos. La teoría literaria aclara procedimientos técnicos y estilísticos. El ensayo de evaluación es una de las facetas sobresalientes en la escritura de Benjamín Araujo. Le obsequiamos estas aproximaciones:
Una obra poética es el diálogo de un hombre con su tiempo, dijo Antonio Machado.
La poesía es la fundación del ser por la palabra, escribió Martin Heidegger.
Poesía en acto presente y convivido está en la siguiente línea de Pedro Garfías: Las cosas llegan, nos hacen daño…y se van.
Guardo con aprecio esta evocación, que también es invocación, de Marco Antonio Campos: La poesía es la memoria de la música que tocaron los dioses, y a veces logramos oír.
Gaston Bachelard, por su parte, hace un llamado a la atención de los poetas: No hay que dejar que duerma la luz; hay que apresurarse a despertarla.
En la vida literaria la poesía resulta ser el oficio mayor, como está escrito en el relámpago, declaró el poeta chileno Gonzalo Rojas.
¿De qué manera se puede conciliar la fe comunitaria con la expresión lírica? Simplemente en el poema genuino, que aúna sentimiento, pensamiento y expresión.
Javier Heraud, el joven peruano, muerto en combate a los 21 años por las causas del pueblo, nos dejó bellas estrofas de un incesante Canto de vida y esperanza americanas.
Escuchemos ésta: Por mi ventana nace / el sol casi todas / las mañanas / y en mi cara / en mis manos, / en el dulce / clamor de la luz pura / abro mis ojos entre la / noche muerta, / entre la tierna / esperanza de / quedar vivo un / día más / un nuevo día / para / abrir los / ojos ante la / luz eterna.


Toluca, México, mayo de 2013.


Raúl Cáceres Carenzo.

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