EL DESTINO Y EL AZAR

"Todo azar es una cita", dicen que dijo Borges aunque la referencia textual es: "todo casual encuentro es una cita", frase de su relato "Deutsches Requiem"

Ana Clavel. La autora es narradora. Las ninfas a veces sonríen, publicado por Alfaguara, es su libro más reciente (FOTO: )

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ANA CLAVEL

| DOMINGO, 16 DE JUNIO DE 2013 | 00:10

"De todas las ciudades del mundo, de todas las patrias íntimas a las que un hombre aspira a hacerse merecedor en el transcurso de sus viajes, Ginebra me parece la más propicia a la felicidad. A ella le debo el haber descubierto, desde 1914, el francés, el latín, el alemán, el expresionismo, Schopenhauer, la doctrina de Buda, el Taoísmo, Conrad, Lafcadio Hearn y la nostalgia de Buenos Aires", escribió Borges al final de su vida. Su hermosa tumba de caracteres gaélicos en el cementerio de Los Reyes es paso obligado para los devotos de su literatura y da fe del idilio que el escritor argentino sostuvo con la ciudad de sonrisa tenue que eligió para pasar sus últimos días.

"Todo azar es una cita", dicen que dijo Borges aunque la referencia textual es: "todo casual encuentro es una cita", frase de su relato "Deutsches Requiem". A espaldas de su lápida, a escaso par de metros, descansan los restos de Grisélidis Réal (1929-2005), con una placa que no deja de sorprender al caminante: "Escritora, pintora, prostituta". Es poco probable que el autor de "El Aleph" y la también activista social se conocieran en vida pues, aunque Borges vivió una parte de su adolescencia en Ginebra, cuando Grisélidis nació en la vecina ciudad de Laussane, él ya tenía 30 años y había regresado a su Buenos Aires natal.

Nacida en el seno de una familia puritana, Grisélidis vivió una temporada en Alejandría y en Atenas, donde su padre fue maestro de escuela. Más tarde estudió arte en Zurich, se casó y tuvo cuatro hijos. En los 60, tras divorciarse y de paso por Alemania, comenzó su trayectoria como meretriz, actividad que practicó primero como medio de supervivencia y luego como militancia. Su último cliente lo tuvo a los 66 años. Pero para entonces ya había escrito poemas, memorias escandalosas, artículos en defensa de la prostitución libremente elegida. Y se había hecho famosa como activista a partir de 1973, por la toma de la capilla de Saint-Bernard al lado de sexo-servidoras parisinas. Más tarde, en 1982, participó en la creación de Aspasie, asociación de apoyo a las mujeres que ejercen el oficio más antiguo del mundo con especial respeto a su dignidad.

Alegando que la prostitución, rescatada de la violencia y dominación de proxenetas y explotadores, puede ser una opción libremente elegida, formuló su famosa frase: "La prostitución es un acto revolucionario". En su primer libro, "El negro es un color" de 1974, repasa en un tono lírico y crudo, sus propias experiencias en el marco de una sociedad que por un lado alienta la explotación sexual y por el otro la condena. En su pequeña casa de Ginebra creó un centro de documentación internacional sobre la materia.

En 2009, pocos años después de su muerte, sus restos fueron trasladados al cementerio de Los Reyes en medio de un ambiente controversial. Por ejemplo, la abogada Odile Roulet declaró al Times: "Es una ofensa para todas las mujeres, un pésimo gusto enterrar a una que ha glorificado la prostitución al lado de la tumba de Calvino". Y es que en efecto, en el mismo cementerio, también reposan los restos del reformista Juan Calvino. Una actitud más cristiana fue la del 2° pastor de la Iglesia ginebrina: "Jesús lavó los pies de una prostituta. Recordemos una de sus máximas sentencias: 'Quien esté libre de culpa, que arroje la primera piedra".

En el cementerio de Los Reyes, donde sólo se aceptan hombres y mujeres sometidos a votación por un consejo de notables, también se encuentran las tumbas de Jean Piaget, Robert Musil, Frank Martin. Y a unos pasos de Grisélidis Réal, nuestro reverenciado Jorge Luis Borges, quien escribió en su poema "Elegía": “Oh destino de Borges, / tal vez no más extraño que el tuyo”.

lunes, 17 de junio de 2013