martes, 18 de junio de 2013

POEMAS INÉDITOS DE MAX ROJAS. Jocelyn Martínez Elizalde

Poemas inéditos de Max


 Rojas

poemasineditos
Poemas Inéditos
Max Rojas
Malpaís ediciones
México, 2013
4 pp.
por Jocelyn Martínez Elizalde
“Funerales del ahogado en la noche” y “Descubrimientos y naufragios”, son los dos poemas de Max Rojas que constituyen esta obra que lleva por título Poemas inéditos. Ambos fueron escritos a principios de la década de los años sesenta, la misma década en la que se gestaban los sombríos y feroces versos de El turno del aullante (1971). Si bien es posible notar el estilo profundo de Max Rojas en estos dos poemas, puede decirse que éstos tienen un fluir distinto. A diferencia de los poemas contenidos en Obra primera (1958-1986) también editado por Malpaís Ediciones, “Funerales del ahogado en la noche” y “Descubrimientos y naufragios” aluden desde el título a una atmósfera marítima y oscura. Si en El turno del aullante la voz poética parece provenir de una caverna, en los poemas inéditos vemos a un viejo marino abrirse paso en el mar de la noche.
Ambos poemas tienen algo de molusco en su textura, se sienten húmedos, arenosos y salados en el paladar y guardan una suerte de eco semejante al que se escucha en las caracolas, de hecho, cada poema es como portar una caracola propia, cada una de un eco recóndito que nos trae al oído el recuerdo de olas muy lejanas. Cito un fragmento del primer poema de “Descubrimientos y naufragios”:
Dolido en el jardín laúd se queja, quejón sobre la yerba sollozante.
Torna el hurón ceñudo a su guarida, gran señorón de tarde arrepentida.
Menesteroso el menestril se queja y queja llorón y quejumbroso al pie de la violeta.
Dolido en el jardín laúd se aquieta, a oscuras dormilón de la tristeza.
Si bien “Descubrimientos y naufragios” está presentado en prosa, una viñeta da la pauta para hacer cortes que nos proporcionan tiradas de versos largos, que a su vez pueden ser divididos en versos en los que predominan heptasílabos y los endecasílabos.
Como mencioné anteriormente, “Descubrimientos y naufragios” guarda la naturaleza del océano, por lo que se constituye en una antítesis que contrasta lo duro, seco, áspero y fragmentario de la arena y las rocas, con lo fresco y fluido del agua del mar. De tal forma que en el poema nos encontramos con palabras que ya aluden a lo acuático como “lluvial”, “lloroso”, “sollozante”, “llorón”, “musgo”, “pesceral”, “marina”, “acuoso” o ya se relacionan con lo pétreo: “tabacal”, “huesívoro”, “caparazón”, “salitroso”, “roto”, “rompiéndole”, “destazador”, “rascal el rascador”. Esta antítesis se complementa con un elemento más en las ilustraciones que acompañan al poema: el viento, puesto que conchas y  caracoles salen de su espacio oceánico y se tornan aéreas y gigantescas.
Por su parte, “Funerales del ahogado en la noche” es una suerte de elegía a un hombre que, como muchos, fue engullido por el mar nocturno. Al leer este poema inevitablemente pensé en otros dos grandes poetas; el español, Federico García Lorca cuando dice: “y que el mar recordó ¡de pronto! los nombres de todos sus ahogados” y en “Muerte por agua” de la “Tierra Baldía” de Eliot: “Flebas el fenicio, muerto ha una quincena,/ Olvidó el grito de las gaviotas, y el hondo/ mar de leva/ Y las ganancias y las pérdidas./ Una corriente submarina/ Recogió sus huesos en susurro. Pasó todas/ las etapas/ de su edad y juventud mientras flotaba y/ se hundía/ Entrando en el remolino.”
De forma semejante, en el poema de Rojas se describe la forma en que el cuerpo del ahogado es sacudido y destrozado por las olas y las rocas salinas del mar, en un acto de delicada barbarie que pasa del grito al silencio. El océano golpea el cuerpo, el agua salada obstruye su garganta, y al final, una vez que el mar se divirtió con este pequeño objeto, lo regresa a la orilla, rodea su cuerpo por última vez y lo deja expuesto al sol quemante, para que por fin descanse de tantas aguas, cito ahora un breve fragmento de “Los funerales del ahogado”:
Dicen que a golpes de ceniza, un caballo
marino le volteó el rostro hasta tocar
su espalda, que un muro de salitre
se interpuso entre su lengua y el grito
que le hervía en la garganta; dicen que
al fin, las manos se le fueron por el agua
con una soledad que daba rabia.
A diferencia de “Descubrimientos y naufragios”, éste otro poema lleva la fecha completa a modo de esquela que señala la noche del ahogado: “siete de noviembre de 1963”, de eso hace ya casi cincuenta años, pero probablemente si regresáramos a esa playa, descubriríamos que aún le sobrevive alguno de sus compadres de borrachera o alguna viuda octogenaria.
En cuanto a las imágenes que acompañan los “Funerales del ahogado en la noche” llama la atención un conjunto de tímidas olas que se encuentra al final del poema, son las olas de un mar en calma, yo habría esperado la imagen de un mar violento, quizás un caballo de agua como se le describe en el poema, pero estas olas contrastan con la fuerza y brutalidad del poema.
Tanto “Funerales del ahogado” como “Descubrimientos y naufragios” son una muestra más de la fuerza evocadora de Max Rojas, quien en tan sólo dos poemas logró traer toda la fuerza del mar: con sus sales y sus moluscos, con sus conchas y sus erizos, con sus naufragios y sus noches, con sus rocas, sus albas, sus olas, sus tesoros, sus muertos sus piratas.
5 de marzo de 2013
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JocelynMJocelyn Martínez Elizalde es Maestra en Letras Mexicanas por por la UNAM. Actualmente cursa el Doctorado en Letras. Ha participado en congresos, coloquios y jornadas académicas nacionales e internacionales. Es miembro fundador e integrante del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea. Es adjunta en el “Seminario de tesis en poesía hispanoamericana”, en el Colegio de Letras Hispánicas y en el seminario “Estéticas de la poesía mexicana contemporánea” en el Programa de Posgrado en Letras de la UNAM.

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