Hugo Gutiérrez Vega
Una novia de Juan Ramón Jiménez
Siendo Juan Ramón muy joven y habiendo publicado solamente dos libros, un grupo de amigos decidió hacerle una broma que, a la postre, se convirtió en uno de los mejores poemas del escritor andaluz. Inventaron una lectora de poesía radicada en Lima y, ayudados por una secretaria de la Legación Española que tenía una hermosa letra palmer, iniciaron su broma diciéndole que tenía una lectora fiel y llena de admiración por su poesía, en la capital del virreinato del Perú.
Recibió Juan Ramón la primera carta y se entusiasmó con lo comentarios tan agudos y acertados de su admiradora limeña. La correspondencia se hizo constante y empezó a enamorarse del fantasma. Un buen día el autor de Platero y yo les dijo que pensaba ir a Lima para conocer a Georgina Humler. Hubo una reunión urgente de los conspiradores y, después de largas elucubraciones, decidieron matar a la enamorada limeña. Armaron su plan y pidieron ayuda al cónsul del Perú que estaba bien enterado de la ya peligrosa broma.
Una tarde, Juan Ramón paseaba por la calle Arenal en el viejo Madrid cuando se encontró con el cónsul del Perú. Éste le propuso entrar a una de las fondas del rum-bo para tomar un vino. Aceptó y el cónsul cumplió su misión. El poeta quedo desolado y ni siquiera pudo levantarse de la silla. Ahí comenzó a pensar en su poema de duelo:
Y el Cónsul del Perú me lo dice
Georgina Humler ha muerto.
Has muerto, estás sin alma en Lima
tupiendo rosa encima
debajo de la tierra.
Juan Ramón trabajó días y días en el poema. La noticia le dio pie para pensar en las cosas fundamentales de la vida y la muerte:
Y ya le habrás leído a Dios algunos versos
Refiriéndose a los dos libros, que ella le comentaba.
El poema muestra un total desaliento ante la elocuencia brutal de la muerte temprana:
Y si en ninguna parte
nuestros brazos se encuentran
que niño loco
hijo del odio y del rencor
hizo el mundo
jugando con pompas de jabón
Se unía Juan Ramón a Shakespeare en la idea de que el mundo es un cuento creado por un loco “lleno de sonido y de furia, que nada significa”.
Juan Ramón termina su poema con un rasgo de esperanza. Era tan joven que podía darse los lujos de la virtud verde:
Desde ahí tu sabrás
que esto no vale nada
que quitado el amor
lo demás son palabras.
Georgina Humler existió a su manera; se volvió real en la mente y en la vida del joven poeta de Moguer. Ese poema brotó de una mentira, pero fue profundizando sus preocupaciones, y acabó tratando los temas esenciales de la vida y de la muerte. Por eso afirmo que Georgina es uno de los fantasmas más vivos de la poesía española moderna y contemporánea.
Muchos años más tarde, ya en el exilio de Puerto Rico, época en que escribía poemas construidos con largos versículos, Juan Ramón recordó en una carta dirigida a un amigo limeño a Georgina Humler. Le pregunto que si la había conocido y le pidió que le describiera a la indudablemente hermosa mujer. El amigo le contestó que no la había conocido y Juan Ramón, por primera vez dudó de su existencia, pero borró la duda y mantuvo en vida y en muerte a su lectora y enamorada limeña. Ya había recibido el premio de los suecos, Platero y yo le había dado fama internacional, y Puerto Rico, les había otorgado paz y sosiego al poeta y a su esposa, la excelente traductora Zenobia Camprubí.
Me contaron que dedicó una clase de su curso de poética a Georgina Humler, y que la describió física y espiritualmente con lujo de detalles, convirtiéndola en una mujer ideal en todos los sentidos. Su recuerdo embellecido permaneció en su memoria y no envejeció jamás. Siempre fue la Georgina joven, entusiasta, iluminada, enamorada por los primeros libros del memorioso Juan Ramón.
Siempre me he preguntado de qué fuentes brota el poema. La historia de Georgina me hace pensar que de cualquier manantial y que viene, en buena medida, del inconsciente. Sea como sea le dio existencia a la joven limeña que leyó a Dios los poemas juveniles del poeta andaluz: “que quitado el amor lo demás son palabras”.
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