Y QUE NUNCA NOS DIMOS
La noche cuando florece en sombras
la rosa más cerca le implora a la espina,
por piedad, le lloré un verso en silencio
porque ya nadie la nombra sin castigo.
Tal vez hundiéndose en los vientos, se pregunta,
qué buscaba ¿por Dios que buscaba?
Si ese poeta a mí me amaba, sin mezquindades,
por qué ¡mi Dios! ¡mi Dios! No lo amé yo.
Siento vértigo y angustia en el alma
me aprieto el tallo de mi corazón,
como un loquito y sin que lo sepa ella,
salto ese charco herrumbroso y brumoso,
que se llama recuerdo, y la traigo conmigo,
tiernísimamente recojo los besos que nunca nos dimos.
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