martes, 17 de junio de 2014

BAJO UNA LLUVIA MANSA, Norma Segades-Manias



No puedo recordar cuando empezó la lluvia, pero fue después de aquella puntada que te atravesó el pecho y mucho antes de que Doña Luisa pasara a verte.
Visita corta la de la vecina.
Entrar y salir.
Casi sin mirar tu mano en la mía.
Casi sin mirarme.
Como si hubiera visto algún mal modo o la ahuyentara el tufo de las flores cariadas por la lluvia. Aumentando esa frialdad que crece a pesar de as mantas.
Y el día sollozando encima de las matas de azaleas, sobre los breves pasos de las hierbas, sobre el olmo del patio.
El olmo que plantamos enel cuarenta y cinco.
El mismo año en que nació Juancito y entré al ferrocarril como catango.
Si habré inclinado la espalda afirmando rieles, pedregullo,tuercas, bulones.
Y el sol cayendo a plomo sobre la soledad de las vías.
Mis manos se pusieron anchas y ásperas como aquellos durmientes de quebracho.
A pulso lo hacíamos.
A pulso.
Fue el año en que rendí aquellos exámenes.
En las noches de invierno estudiaba.
Mientras el viento golpeaba los postigos, silbaba entre los malvones, agitaba las ramas del olmo.
Vos con el mate y yo con loslibros. Hasta la madrugada. El título de mecánico. ¡La gran puta!
Si habrás luchado con los mamelucos. Sólo con agua hirviendo se quitaba la grasa.
Tu espalda doblada sobre el fregadero.
Reina de los cepillos y la espuma y el humo que subía del agua en movimiento.
Catango vos también.
Y la nena que apenas caminaba.
Y el traslado llegando de improviso.
Árbol Tronchado. Un pueblo en el desierto. Ninguna diversión exceptuando las bochas. En la mitad del campo. Ni luz había.
Pero... estaban los hijos. Y tenían que ser más que nosotros. Más que catangos.
No nos equivocamos ni un poquito. Los mejores alumnos de su clase. Con esfuerzo. A pulmón. Como nosotros.
¡Qué fuerte era por aquél entonces! ¿Y vos? tan frágil, tan menuda, tan mínima... Pero, cuánta energía.
Más que yo, con mis manos de quebracho.
Todo a través tuyo. La casa amanecía con el aroma al pan del desayuno que vos cortabas en rodajas finas, para que nos rindiera. Época dura. Hasta que Juancito cobró su primer sueldo.
Qué muchacho tan loco. Nos compró ropa nueva. Yo estrené una camisa de flores chiquititas. De maricón –ledije- me compraste una camisa de maricón.
Nos reímos todo el día. Porque sí. Porque estábamos juntos. Y sanos. Y vivos.
Después llegó la graduación de Nora con su vestido blanco. Los muchachos habían comenzado a mirar con deseo su caminar de trigo. Tenía que pasar. A mí no me gustó el Ernesto. No me gustó. Pero me equivoqué, ¿viste? Buen muchacho. Buen matrimonio. Lindos nietos. Lástima la vida, las responsabilidades, los horarios. No hay tiempo. Ya no queda tiempo.
Juan también: el Banco, los negocios, el tenis... Como yo con las bochas.
Y vos, mirá que rezongabas cuando quedabas sola.
Tirabas la bronca. Pero después se te pasaba. Yo te cebaba mates mientras vos renegabas con la plancha. Y siempre conversábamos.
Éramos pobres pero tiempo había.
En cambio, ahora, siempre, siempre corriendo.Y eso que Carmencita...
Te cayó mal la "gallega" ¿te acordás? Pero eran celos tuyos solamente porque se llevan bien. Juan está conforme. Una pena los hijos que no llegan. Un hombre se realiza definitivamente a través suyo. Se adivina en sus gestos. Se prolonga en sus sueños. Se detiene en sus rasgos.
Poreso la nena de Norita tiene tus mismos ojos. Tan claros. Tan mansos. Y vos empecinada en no dejarme verlos.
Doña Luisa dijo algo de hablarles a los chicos por teléfono.
Ya no van a tardar.
¡Nunca te vi dormir de esta manera!
¿Qué les digo a tus hijos cuando lleguen?
Julia... Julia...

NORMA SEGADES-MANIAS

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