martes, 3 de junio de 2014

TENGO LOS OJOS, Manuel Ramos

TENGO LOS OJOS en la boca—en la lengua tartajeada.
Voy a escribir
por el placer de afanarme
en labores inútiles
y porque soy extranjero, te nombro
Telubrio
con mi lengua de menesteroso;
porque el éxtasis y su venero
—cuerpo del humo y sombra del perro—
escupen flores ásperas
y las palabras son el zumo
de un cartílago en furia.
Te nombro
y no somos nadie
algo menos que piedra o yerba;
necesitamos un espejo
con la voz y la palabra
aunque solo sean una sangre
de leche enferma o herrumbre
de clavos olvidados en el hueso.
Vamos a escribir estas hojas
pues la fragilidad gusta de testimonios
en la piedra
—calendario inútil y redondo—
como el agua o la moneda de los días.
Vamos a escribirlas
aunque nos paguen
con la oreja de la indiferencia.

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