miércoles, 26 de marzo de 2014

LA OCTAVA, Octavio "El Chayote" Schelotti


La Octava...

Octavio “El Chayote” Schellotti

Octavio contemplaba todas las noches de otoño la podredumbre desde el último piso del edificio en el que vivía. Su hogar, si es que a eso le llamaba hogar, era uno de esos mini departamentos, dizque de 2 recámaras, baño, cocina-comedor y un pequeño (como lo era todo ahí) corredor externo que conducía a las posibles salidas. 

El padre de Octavio Schelloti, Don Roberto Schelloti era un migrante italo-argentino que había tratado de borrar su pasado y llegó en el 69 a radicar al Estado de México, el parecido entre Don Roberto y Octavio era impresionante. Incluso tenían la misma estatura y el mismo timbre de voz… Esto realmente inverosímil.

Claro que Octavio era mucho más joven; él se había dedicado a trabajar como asesor en una compañía publicitaria, dada su profesión, diseñador gráfico.
En realidad, Octavio podía cambiar de piso, a uno mejor, cuando él mismo se decidiera, pero jamás lo iba a hacer, le resultaba muy conveniente reducir las expectativas de sus múltiples acompañantes nocturnas sobre su manera de vivir. Y como le gustaba consumir cocaína cada vez que llevaba a alguna de esas bacanas, ellas siempre pensaban que todos sus dineros se los esnifaba; cual aspiradora elimina el último reducto de polvo de sus impecables habitaciones.

La noche del 23 de octubre de 2009 convenció a una de sus imposibles, Lucía Cherro, una mina que, al igual que los Schelloti, era parte de la comunidad “argenmex”, lo cual dificultaba bastante las cosas, porque Lucía conocía mejor a Octavio, a diferencia del resto de bacanas.
Lucía era una mina elegante y muy concupiscible, muchas veces se habían visto en domingo para comer el asado entre las familias; pero ‘El Chayote’ jamás se había decidido realmente pinchar a esta presa rubia.

Lucía pudo ser el elemento que centrara al ‘Chayote’, pero no, Octavio hizo de su forma un modus vivendi que lo llevaría a encontrar el destino que finalmente correspondía a Don Roberto, y la vida es así, a veces.

Esa noche de viernes fue muy extraño, pero aproximadamente a las 23:45 cuando Lucía y Octavio yacían desnudos en la cama, revueltos entre sudor y sábanas; alguien tocó a la puerta insistentemente. 

Lucía tenía el presentimiento de hacer caso omiso a la imprudente presencia de detrás de la puerta, Octavio subió un poco más la intensidad de su minicomponente y de sus empellones en la espalda caucásica de Lucía, mientras golpeaba con las palmas de sus manos, con considerable rudeza las abultadas nalgas desnudas de Lucía.
Fue justo en medio de esos segundos gloriosos cuando se escuchó un ruido muy fuerte; como si la presencia amenazadora supiera el momento de mayor vulnerabilidad de esos 2 argenmex, que yacían hermosos, inermes y exhaustos, cual presas moribundas en medio de un gran desierto…

Lo demás, dejó de escucharse, los silenciadores y las almohadas enmudecían las vidas de estos 2 hermosos jóvenes argenmex, las blancas sábanas y almohadas se tiñeron de rojo lentamente, el resto fue una auténtica obra de sádicos profesionales.
Mientras el teléfono celular del Chayote vibraba, una voz ronca y grave contestaba y decía:

- Roberto, “che”, no te preocupés por la deuda ya me he cobrado con intereses -

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