María Luisa Arnaiz
Soledad Fernández
Hércules le arrancó un cuerno a Aqueloo, convertido en toro antes de morir, que las náyades llenaron de manzanas y fragantes flores, cuenta Ovidio para explicar el origen del “cuerno de la abundancia ocornucopia”, apartándose del mito griego que otorgaba al cuerno de Amaltea el cumplimiento de los deseos. Después de este homicidio tuvo que pasar un río, del que Neso era barquero; se tiró al agua pero su mujer embarcó y el lascivo centauro quiso forzarla. Hércules disparó una flecha envenenada al fugitivo y este decidió vengarse. Dio a la bella un paño empapado en su sangre (otros dicen que también en semen) y la convenció de que actuaría como filtro amoroso. Cuando, pasado el tiempo, Hércules pidió sus galas para hacer un sacrificio, Deyanira, enterada de su nueva conquista, le envió la túnica de Neso con la esperanza de recuperarlo pero el fuego inflamó su vestimenta y Hércules murió abrasado. Ella no pudo superar el remordimiento y se ahorcó. La barbaridad de 17 mujeres muertas a manos de sus queridos asesinos, en lo que va de 2014, nos tiene que alarmar; también el que matar a una prostituta no sea violencia machista como ha respondido el Gobierno a las preguntas de dos diputadas socialistas. Que las víctimas esperen del cuerno de la abundancia la felicidad es tan absurdo como no poder quitarse la túnica de Neso (dolor difícil de desechar).
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