lunes, 9 de junio de 2014

ASÍ NACIÓ EL OFICIO PERIODÍSTICO DE EFRAÍN HUERTA, Juan Carlos Talavera

Así nació el oficio periodístico de Efraín Huerta

Reproducimos un texto publicado por el poeta en el diario El Popular en 1942, el cual hasta hoy no ha sido incluido en ninguna antología de su obra

Una exposición que prepara Raquel Huerta-Nava, hija menor del autor, develará aspectos inéditos de la vida y obra del gran poeta mexicano. La muestra será inaugurada en agosto próximo e incluirá objetos personales y correspondencia, entre la que destaca una carta enviada por Roberto Bolaño.
CIUDAD DE MÉXICO, 9 de junio.- Conocer aspectos desconocidos de Efraín Huerta. Esa será la idea de la exposición homenaje que su hija Raquel Huerta-Nava prepara en el Museo Universitario del Chopo. La muestra será inaugurada en agosto e incluirá: objetos personales y correspondencia, donde destaca el texto que el escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003) le envió de su puño y letra para convencerlo de que prologara el libroMuchachos desnudos bajo el arcoíris de fuego, compilación con los mejores (o más destacados) poetas jóvenes latinoamericanos, incluyendo al propio Bolaño.
Además, adelanta a Excélsior que como homenaje para celebrar el centenario de Efraín Huerta, su padre, incluirá la publicación de cuatro nuevos libros. El primero se presenta el 9 de julio y lleva por título La rosa blanca, donde se reúnen siete poemas inéditos; le seguirá Efraín Huerta en el Gallo Ilustrado, una selección de sus artículos más destacados; Palabra frente al cielo, con los ensayos que escribió entre 1936 y 1940, y un disco en la colección Voz Viva, de la UNAM.
Huerta-Nava detalló que la muestra incluirá aspectos desconocidos del llamado Gran Cocodrilo, como las caricaturas que le dedicaron sus amigos de la prensa, una colección de tipómetros, sus apuntes escolares de juventud y fragmentos de las libretas negras o Viudas Negras, donde compilaba anotaciones y citas textuales de sus poetas preferidos. También se incluirán algunas esculturas con forma de cocodrilo que él conservó y otros objetos raros que, dice Huerta-Nava, “serán una sorpresa”.
“Esto llamará la atención del público porque le permitirá abrir los ojos de lo que fue Efraín. Sólo te puedo decir que él se escribía con muchos amigos de España y América Latina, como Ida Vitale y Enrique Fierro, por decir algunos. Hay mucha gente que lo quería y él mantuvo amistad por décadas con ellos”, comenta.
Él también tuvo mucha relación con Cuba y de entonces hay correspondencia que sea una sorpresa; por ejemplo, con el escritor soviético Vladímir Vladímirovich Mayakovski. “Incluso estoy pensando que una vitrina podría dedicarse a ese material con Mayakovski, que le sirvió como material de estudio.
Sobre La rosa blanca, libro con siete inéditos, Raquel Huerta-Nava (1963) anunció que el próximo 9 de julio se presentará el volumen en la Casa del poeta Ramón López Velarde. El pequeño volumen será lanzado en la editorial Papeles Privados, bajo el cuidado del editor Mario del Valle.
¿La publicación es un homenaje?, se le pregunta. “Es un homenaje al estilo antiguo, al estilo que a mi papá le hubiera gustado: una edición hermosa de poesía, sin otro interés. Y la idea, por supuesto, es dar a conocer siete poemas que nadie había leído de Efraín Huerta. Son poemas que no están en su obra completa y que datan de los años 30, de la época de Los hombres del alba.
¿Son poemas sobre la ciudad? “No, más bien son poemas de amor”.
¿Podría comentar algunos detalles del libro Efraín Huerta en el Gallo Ilustrado? “Es un material que trabajé desde hace dos años. Es una antología con muchos artículos de entre cuatro y cinco cuartillas cada uno. Y aunque son cerca de 300 en total, se decidió que Grupo Editorial Planeta publicara una selección muy representativa”.
¿De qué época datan esas columnas? “La idea es dar a conocer esta vertiente de Efraín Huerta, la cual desarrolló hacia sus años finales de vida, donde logró un estilo muy propio. Incluso puedo decirte que fue una de las columnas que en su momento fue la más importante de México y de América Latina”.
¿De qué habla en estos artículos? “Es una ventana a lo que fue en ese momento la literatura de los años 70, década  muy complicada para el continente por las dictaduras de Sudamérica y la cantidad de movimientos revolucionarios radicales. Es un testimonio directo de esa circunstancia. Él nunca publicó, excepto en la página editorial y en las primeras planas de los periódicos. Lo cierto es que por esta columna le dieron el Premio Nacional de Periodismo en la rama de Divulgación Cultural”.
¿Cuáles son los temas que trata? “Algunos son exclusivamente musicales, pero lo sorprendente es que él escribía de memoria y eso me parece muy interesante porque tenía una gran cantidad de información en la cabeza. Él escribía con mucho gusto y sobre los temas más extraños; por ejemplo, de los bananos y la literatura, Agustín Lara, los tangos y la poesía de Nicolás Guillén o José Martí”.
¿Alguna sorpresa? “Sí, hay algo que causará sorpresa: que en esos años cuando (Jorge Luis) Borges se dedicaba a expresar sus ideas políticas, tan reaccionarias y de derecha, Efraín se enojaba mucho y se burlaba de Borges por ese motivo. Entonces lo ataca mucho, considerando que era un hombre de izquierda, combativo”.
¿Después aparecerá un volumen llamado Palabra frente al cielo? Sí, luego viene este volumen, editado por la Dirección de Literatura de la UNAM, junto con un disco de la colección Voz Viva, donde se recupera una lectura de poemas de mi padre”.
¿Qué compila? “Palabra frente al cielo son ensayos periodísticos de 1933 a 1940. Es una edición muy cuidada que inicia con su primer artículo periodístico profesional, llamado “Esquema del fascismo”, y aunque algún estudioso dirá que no fue el primero que publicó, sí puedo decir que lo fue con esa intención”.
¿Qué otros temas aborda? “Está dividida por temas, no tiene un orden cronológico, sino temático. Son sus primeros textos, plenos, sobre la República Española, la Guerra Mundial, Adolfo Hitler y acerca de amor y mujeres, sus dos grandes temas. Sin embargo, estos dos se presentarán seguramente durante la FIL de Guadalajara 2014”.

Este es uno de los primeros artículos que escribió el poeta, periodista y crítico de cine Efraín Huerta, en 1942, para el diario El Popular, que hasta ahora no ha sido recuperado en ningún volumen o antología de su obra. Su título es Clemente López Trujillo y se reproduce con permiso de su hija Raquel Huerta-Nava, quien asegura: “Este texto denota el inicio de la amistad de mi padre con Clemente López Trujillo, poeta y periodista yucateco, director de la sección de cultura del Diario del Sureste, quienapadrinó en sus páginas los primeros textos como periodista profesional de Efraín Huerta. En una sección donde aparecieron textos de Octavio Paz, Rafael Solana, León Felipe, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Luis Cardoza y Aragón, en fin, las principales firmas del momento”.
El texto retrata una tertulia periodística en el café Broadway, como apreciará el lector, y es un testimonio de amistad a raíz de la boda de López Trujillo.
   27 noviembre de 1942 p. 5
EL POPULAR
Clemente López Trujillo
Por Efraín Huerta
Una noche turbulenta de 1936 (mes de septiembre), viajando en la sentina del (barco) Querétaro, recibí una de las noticias más terribles. Apiñados, sin aire, íbamos cerca de cuatrocientos estudiantes capitalinos, rumbo a Progreso. No había manera de moverse ni de hablar, ni siquiera de tener esperanzas de salir, algún día, en algún momento, a la cubierta. Por eso la voz de Sánchez Cárdenas, al avisarme que me enviaba por cordillera un recorte de un diario, me volvió a una realidad que ya se me estaba haciendo sospechosa. El recorte traía la noticia del fusilamiento de un poeta extraordinario¹. Y así viajamos: empapados, con frío, con hambre. Yo empecé a componer, a base de una memoria que cada día me es más infiel, el poema para Federico. En ese poema no hubo la claridad del Valle de México, pero estuvo presente el cielo meridano, ennoblecido con una amistad nueva. La amistad de un hombre que hasta hace poco era un solitario: Clemente López Trujillo.
Terminado el congreso estudiantil al que asistí como delegado de Sinaloa, cuando debí serlo de Silao, perpetré un artículo sobré las resoluciones tomadas. Lo llevé, junto con el Tercer canto de abandono, al Diario del Sureste, y Clemente, que era el director por aquel entonces —es decir, antes de que le hicieran una trastada verdaderamente indignante— me publicó las dos cosas. Y tuve la debilidad de insistir. Más tarde, solo, en una ciudad como Mérida, me fui transformando en un colaborador semanal del diario donde Clemente organizaba una breve y diaria rabieta contra el viejo Menéndez, el jefe del Diario de Yucatán. El apoyo de López Trujillo me permitió la adquisición de pasta dentífrica y periódicos de la ciudad de México. Era casi un hombre feliz. Estuve en Chichén y en Uxmal, con los Esquemas para una Oda Tropical a guisa de bayoneta calada. Clemente prefería Residencia en la Tierra, porque él, por si todavía no se sabe debidamente, también hace versos. Allí está Feria de frutas, su primer libro, seguido, muchos años después, por Te amo en tres palabras, y su reciente volumen sobre el venado del Mayab.
Para noviembre de 1936 regresé a México, no sin pasar cuatro estupendos días en Veracruz, la ciudad más maravillosa del mundo. Clemente llegó más tarde. Con él se organizó el grupo del desaparecido Broadway: Héctor Pérez Martínez, Raúl Ortiz Ávila, Juanito Maciá, Antonio Acevedo Escobedo (Ruede la Bola, era la sección de Acevedo), Luis Cardoza y Aragón, Fernando Benítez, que ya había comenzado a leer a Goethe, y Rafael Sánchez de Ocaña, ese hombre excelente, fino y caballeroso. También llegaba por allí, de cuando en cuando, a yantar corridos sobre la muerte de Benito Juárez, Francisco Díaz de León, el mejor tipógrafo de México. Era un grupo homogéneo. Pero Clemente López Trujillo, el meridano, era el hombre triste de la reunión, el misterioso. Después de que el Lobo Feroz descubrió que el complejo de Clemente era el complejo de la Marcha de Zacatecas (por su rapidez al caminar), mi amigo de la Península se fue movilizando hacia lo que es ahora: El Venado. Anduvo por Xochimilco, jefaturando una biblioteca, y después, definitivamente, quedóse en la Biblioteca Cervantes, a donde acudimos con frecuencia a pedirle prestados todos los libros que necesitamos. A verle van Henestrosa, Alí Chumacero, José Alvarado, Benítez, Cardoza, etc. Van todos.
A su matrimonio, ayer a mediodía, en Tacuba, sólo fuimos Raúl Ortiz Ávila. Ermilo Abreu Gómez, Virginia Field y otros. Se nos iba un amigo. Pero bien ido. Bajo el aguacero de arroz, Clemente López Trujillo juró que no nos abandonaría. Y se lo creemos. Con el tiempo, su personalidad se ha perfilado más claramente. Ahora ya no es un hombre triste ni es, tampoco, el fecundo sonetista de Yucatán. Si fuese necesario, me defendería con el mismo vigor con que me defendió en Mérida, cuando en una publicación con aspiraciones de humorística, se me atacó por el Tercer canto de abandono. Pero no es necesario. Ambos hemos crecido lo justo para pelear separados, contra quien sea.
Su valor como poeta exquisito, como amigo leal, se afirma merced a manías que son comunes a todos los literatos: el buscar, todos los domingos, libros baratos en La Lagunilla. Le he encargado todo lo que encuentre de Unamuno y a ver si es posible localizar un ejemplar de la Historia Sumaria de la Ciudad de México, de don Galindo y Villa.
Pero todo eso es secundario. Por encima de una realidad impuesta por la profesión, se encuentra aquella otra que hace hermanos a los hombres: la misión social, como ‘hombres de Antier’ lo dijo el Presidente, y Ermilo me ha pedido que se insista sobre ello: “...por exclusivas y personales que sean sus concepciones, todo escritor tiene, irrevocablemente, una profunda misión social”. Sabedores de esto, no habrá nada que logre desintegrar el frente único de los escritores que viven en este mundo y no en el otro.

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