Querido Adán
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Ilustración: CC Petronio Bendito
Fabrizio Andreellafabrizio108@yahoo.com
Antes que nada, perdón por no dirigirme a ti con la respetuosa forma de cortesía que mereces, pero no creo que tengas un apellido, o por lo menos lo desconozco. Además, considerando que tu Jefe se enfureció contigo y te echó de su mansión, no me parece buena idea atreverme a escribir: “Estimado Señor Adán de Dios”, ya que alguien dice que Él sería mi padre también y –¡Dios no quiera!– podría enojarse conmigo de la misma forma.
Entonces, de nuevo: Querido Adán:
¿Cómo estás? Todavía no sé si viviste en un tiempo determinado o si estás en la eternidad: ¿No te han dicho nada? Ah, tal vez por eso no te jubilan: el cálculo de tus años de servicio para la pensión es un poco complejo, ya que dicen que viviste durante 930 años y sospecho que alguien te tiene en calidad de mojón para vigilar la frontera entre tiempo y eternidad. No sé en dónde caíste después de mudarte del barrio de Edén, pero me pregunto si en tu país no hay ninguna ley federal del trabajo a la que puedas acogerte para tener una pensión. Pensión simbólica, claro, porque en la mente humana de toda época tú nunca descansas, sigues trabajando por toda la eternidad y el sudor de tu rostro moja el pan que almuerzas todos los días.
Sí, esa tontería que hiciste te ha quitado el derecho a retirarte, ya que nos chingaste a todos por una manzana. Digo yo: si hubiera sido un mango manila tal vez te hubiéramos entendido, pero por una manzana, Adán… ¿Qué pasó? ¿Qué bravuconada fue esa? Ya ni modo.
Yo sé, la manzana no era una manzana, es decir, no solamente. En ese entonces, el lenguaje era mucho más rico, las palabras estaban repletas de significados, el símbolo era la forma más preciada de la sabiduría. Fíjate que hoy, en mi época, el símbolo como forma de conocimiento ha desaparecido casi totalmente y el grado más alto de la comprensión simbólica (o mejor dicho metafórica) es algo muy divertido pero un poco metafísico: el albur. Pero bueno, mejor déjalo, que nos estamos perdiendo entre manzanas simbólicas y papayas albureras.
Ya no estamos enfadados contigo por lo que hiciste en ese jardincito. Tal vez habríamos hecho lo mismo que tú, pero no se vale echarle la culpa a Eva o a la serpiente. Después de no sé cuantos milenios de explotación y crueldad, mujeres y animales ya tienen su dignidad y sus derechos. Así decimos, por lo menos, aunque seguimos matando animales para comerlos y acabando con las mujeres con losfeminicidios (creo que intuyes el sentido del término, aunque es bastante nuevo. El término, no el hecho, que es casi tan antiguo como tú). Lo sé, tu Padre le dijo a Eva: “Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará.” Y a Noé (un carnal buena onda que nos echó la mano en un momento difícil) le dijo: “Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di la hierba verde.” Pero cuando andaban en el Edén, tú y Eva eran vegetarianos y no tenían broncas entre ustedes. Ni modo.
Ahora bien, te quería decir –a ti que no tienes ombligo– que a pesar de todo fuiste muy afortunado. De hecho, eres el único ser humano de la historia que es un individuo y, al mismo tiempo, toda su especie. Después de ti, nadie tuvo ese privilegio de ser toda la especie humana. Y cuando individuo y especie empezaron a ir por rumbos diferentes, te lo aseguro, empezaron también problemas muy serios. Allí fue cuando todos tus herederos se complicaron la existencia –ya difícil de por sí– con el rompecabezas de la identidad. El individuo reclutó entonces todo lo que hay bajo el nombre de cultura, y la especie respondió con el ejército de la natura. Esa guerra entre natura y cultura, querido Adán, sigue sin parar a causa del fantasma de la identidad.
Claro, tú no existías como único individuo, ya que tu Padre se inventó el género, masculino y femenino. Eva tenía que ser, según Él, tu “ayuda adecuada”. Ahora hay también compañeros que eligen una pareja del mismo género, pero mis amigos que así viven dicen que tienen igual de dificultades en la casa, y entonces creo que el problema no es el género sino el sujeto, es decir, esa idea de que el yo y el tú son dos cosas diferentes: otro conflicto que tiene algún parecido con la guerra entre individuo y especie. Siempre con esa bronca de la identidad, esa membrana transparente que separa un adentro y un afuera. Pero bueno, esas son cosas de filósofos y no quiero confundirte.
Imagen: Jim Forest/Flickr |
Cuando te llevabas bien con tu Jefe, bautizaste a todos los animales que Él creó. Siento mucho que por ignorancia, crueldad o, peor aún, indiferencia, muchas especies hayan sufrido la extinción a causa de los humanos. No te enojes demasiado. Es que creo que esa manzana del conocimiento que te comiste no estaba todavía madurita. Pero quiero decirte que hubo una época antigua (bueno, para ti, futura, pero no sutilicemos demasiado, por favor) en que todos esos animales que tú nombraste por primera vez representaron simbólicamente los valores de toda la humanidad.
Sin embargo, nuestro vocabulario ha cambiado mucho y a veces es difícil entendernos (yo sé que ignoras la historia de Babel y del embrollo del lenguaje, pero te aseguro que tu Padre, cuando se enoja con nosotros, nos madrea muy fuerte). Nomás te digo eso para que sepas lo complicados que pueden ser nuestros diálogos si no ponemos atención a lo que decimos. Por ejemplo, hoy en día, a los hombres se les llama “recursos humanos”. Sé que no entiendes y que te parece una locura, pero así es.
Permíteme, en fin, platicarte de una reflexión sobre tu mordida a la manzana. Tu Jefe te dijo después: “Maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento…hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado.” Ahora bien, si estabas hecho de suelo y luego fuiste condenado a trabajarlo para obtener alimento, ¿qué significa? Me parece que el Mero Mero quiso decir que, después de que tú dejaste ese estado de unión lúdica con lo sagrado, después de tu maldita mordida, todos tenemos que arar, sembrar, regar y cosecharnos a nosotros mismos. Para tratar de entender, o inventar, el sentido de esta vida. Eso nos dejaste como herencia, Adán.
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